Dabid LAZKANOITURBURU
LA SEMPITERNA CRISIS POLÍTICA ITALIANA

Tras fagocitar a rivales y aliados, Salvini se lanza al asalto de Roma

Con su eslogan «Los italianos primero», el xenófobo Matteo Salvini, antiguo secesionista lombardo reconvertido en líder de la ultraderecha italiana, dinamitó primero a todos sus eventuales rivales en la derecha, ha fagocitado a sus aliados del M5S en un abrazo mortal y se prepara para gobernar en solitario viento en popa en las encuestas.

El líder de la ultraderechista Lega, Matteo Salvini, prepara ya su asalto al Gobierno italiano tras retirar su apoyo a su aliado, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) y presentar ayer una moción de censura contra el Gobierno del que hasta ayer era aliado. El detonante ha sido la desavenencia en el seno de la coalición de Gobierno en torno a la línea ferroviaria de alta velocidad Turín-Lyon, que el M5S considera un despilfarro y la Lega, una obra estratégica para vertebrar el país.

Detonante o excusa, porque las discrepancias internas eran evidentes desde hace tiempo y, sobre todo, porque Salvini considera, aupado por las encuestas, llegado el momento de completar sus planes y de lanzarse al asalto unilateral del poder.

Los últimos sondeos le dan una intención de voto del 36-38%, lo que podría potencialmente permitirle gobernar solo o con el único apoyo del partido postfascista Fratelli d’Italia, al que auguran un 7%. Y si el resultado fuera más reñido, siempre podría invitar a Forza Italia, de Silvio Berlusconi, acreditado con otro escaso 7%.

Y es que Salvini está a punto de completar una jugada maestra. Este milanés que militó en su día en las Juventudes Comunistas de la capital lombarda, llegó en 2013 a la jefatura de una Lega Nord que estaba al borde del abismo embarrada en escándalos de corrupción.

«Il Capitano», como le gusta que le llamen, se desembarazó del término Norte para aumentar sus expectativas y en escasos cinco años, en las elecciones de marzo de 2018, superó en las urnas a la formación de Berlusconi consolidándose como la principal fuerza de derecha italiana, con un 17% de los votos. Salvini exigió el liderazgo de la derecha para formar una eventual alianza de Gobierno.

Pero su plan era otro, y pasaba por alcanzar un acuerdo con el movimiento M5S que, con un mensaje renovador en las formas y en pleno descrédito de la vida política italiana –y de una izquierda a la deriva–, logró la victoria con un 33% de los votos en los comicios.

Poco más de un año después, las tornas han cambiado. Cual si se tratara del apareamiento de la mantis religiosa, Salvini ha ejercido como primer ministro in pectore desde su cargo de viceprimer ministro y titular de Interior y con la bandera de la xenofobia y el rechazo a la inmigración al viento. El líder de la Lega ha acabado ninguneando a su aliado y líder del M5S, al igiual que vicepresidente, Luigi di Maio y al primer ministro, Giuseppe Conte.

En febrero, una cámara indiscreta grababa una conversación privada en un receso de la cumbre de Davos en la que Conte se quejaba ante la canciller alemana, Angela Merkel, del escaso margen de maniobra que les dejaba Salvini tanto a él como a Di Maio. Las europeas de mayo, en las que la Lega venció con un 34% y M5S se quedó con un 17% (justo el resultado inverso al de las legislativas del año anterior) sentenciaron al Gobiermo y han mostrado al movimiento «alternativo» fundado por Beppe Grillo la magnitud estratégica de su error.

Nada es imposible en Italia

Con el gesto sombrío, Conte ha rechazado presentar su dimisión y ha decidido aceptar el reto y luchar por su supervivencia en el Parlamento. Para ello debería recibir el apoyo del PD (centro-izquierda ). Vista la enemistad histórica entre ambas formaciones, parece difícil que el PD salve ahora a los que le hundieron hace un año. Pero en Italia nada es imposible.

Mientras tanto, Salvini ya ha transformado lo que era un tour por las playas del país en una campaña electoral en toda regla.

En un baño de masas en Termoli (centro-este), exigió elecciones lo antes posible. Ya la víspera en Pescara, y después de anunciar la salida del Gobierno, que el electorado histórico del norte exigía ya sin más retrasos, instó a los parlamentarios a «levantar el culo del sillón y a venir a Roma cuanto antes» para iniciar el proceso de cara a su conquista de Roma. Del Rubicón.

 

La decisión está en manos de Matarella

De vacaciones, los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados deben convocar a los jefes de los grupos parlamentarios para establecer un calendario.

El Senado podría empezar a debatir sobre la moción de censura el 20 de agosto y bastaría su voto afirmativo, en un plazo máximo de diez días para tumbar al Gobierno.

El primer ministro debería entonces presentar su dimisión al presidente de la República, Sergio Matarella, quien tendría dos o tres días para consultas con los líderes de las fuerzas políticas y con su predecesor, Giorgio Napolitano. Mientras tanto, Conte seguiría en el cargo de forma interina.

Si el presidente constata que no hay mayoría parlamentaria para formar Gobierno, disolvería el Parlamento y convocaría elecciones a finales de agosto y en un plazo máximo de 70 días. El problema es que Matarella no quiere elecciones en otoño y podría optar por un Gobierno transitorio de tecnócratas.GARA