Mikel ZUBIMENDI
CUARENTA AñOS DE UNA PELÍCULA QUE VIVE Y RESPIRA

«Apocalypse Now», una obra de impacto visceral

Hoy hace 40 años se estreno «Apocalypse Now», una obra monumental que trascendió todas las categorías y los géneros. Mostrando el infierno de la guerra de Vietnam de una manera magistral y psicodélica, la película ha conseguido por méritos propios un lugar destacado en el olimpo del cine y en la memoria colectiva.

Hay muchas películas clasificables como obras de arte extravagantemente atractivas, que excitan los sentidos, perturban la razón y son capaces de traspasar nuestras defensas. Pero muy pocas tienen el extraño poder de convertir la experiencia de sentarse delante de una pantalla en un akelarre, en una celebración de lo irracional, del sentimiento puro e incluso, de la locura. Estrenada hoy hace 40 años, "Apocalypse Now" va más allá que ninguna otra en esa dirección.

Es una obra de una belleza desordenada y concienzuda que, cuarenta años después, mantiene su vitalidad; su fuerza perdura y su impacto sigue siendo brutal. Dicho en otras palabras, es una aventura curiosa que surfea en medio de la guerra y fisgonea en el lado oscuro de la naturaleza humana.

El gran arte no requiere una gran escala, pero es innegable que "Apocalypse Now" piensa en grande, que fue concebida como algo monumental. Conjuga con audacia los excesos visuales como medio para comunicar la fantasmagoría de la guerra. De la guerra de Vietnam, la primera guerra postmoderna, consumida en masa a través de los medios de comunicación y donde se utilizaron tecnologías para la devastación en masa.

Una guerra que engendró un enajenamiento entre la imagen y la realidad. Y que, además, infectó la cultura popular de EEUU con una especie de escepticismo existencial, conocido como el «Síndrome de Vietnam». Y eso se dio en una época en la que la vergüenza imperial, el racismo doméstico y global, la revuelta juvenil y la pérdida de creencias religiosas fue reemplazada por la psicodelia y la mistificación espiritual.

En busca de la presa

Dirigida, producida y coescrita por Francis Ford Coppola, es considerada junto con la saga de “El Padrino" como su obra maestra. Se inspiró en la novela de Joseph Conrad "El corazón de las tinieblas" y convirtió el viaje de Conrad a través del Congo en una metáfora para otro viaje, en este caso río Nung arriba, hasta al corazón de la guerra de Vietnam. "Apocalypse Now" también evoca, en cierta medida, el poema épico "La Odisea", de Homero, que narra el viaje de vuelta a casa de Ulises tras la Guerra de Troya.

La película contiene una amplia gama de géneros y discursos no necesariamente unificados en una narrativa coherente. Con escenas graciosas, terroríficas o tristes, analiza la esencia de la guerra entendida como la expresión de la bestialidad inherente al ser humano con una estructura de episodios cuyo protagonista principal es el capitán Williard, protagonizado por Martin Sheen.

Williard es enviado a Vietnam en una misión secreta: buscar y matar «con un prejuicio extremo» al coronel Kurtz (Marlon Brando), un brillante y condecorado comandante de fuerzas especiales que ha perdido la cordura, se ha creído un semidiós y ha establecido en la selva de Camboya su propia comuna y su propio ejército de campesinos.

La búsqueda del renegado Kurtz, que ha desafiado las reglas de la guerra y por ello debe ser eliminado, le da suspense y dirección a la película. El coronel Kurtz es un hombre sin método, que lucha contra los más grandes dilemas, con la simple aspiración de «matarlos a todos» y que se desintegra por las trágicas decisiones de su gobierno, en una guerra que no les dejaron ganar. Es un hombre fuera de sí que aborrece la hipocresía de asesinos que lo acusan de ser un asesino, que odia las mentiras y denuncia la falsa moral que tan a menudo envuelve la práctica de la guerra. La desagradable misión de Williard será una especie de exorcismo político, y el sacrificio de Kurtz, un ritual cultural necesario.

Williard se embarca en un viaje a través de la jungla de Vietnam a bordo de una lancha militar acompañado de soldados rockanroleros y surfistas que tienen un pie en la tumba, y se dirige en busca de su presa río arriba. Ese es el hilo conductor de una película de búsqueda que se mueve a través de otros muchos géneros y en la que no resulta fácil discernir dónde termina la oposición a la violencia arbitraria de la guerra y dónde empieza la celebración de la guerra como espectáculo a gran escala.

Secuencias memorables

La película está influenciada por la contracultura y el desencanto de la música rock. Su primera escena empieza con la canción "The End", de The Doors, sonando al fondo sobre un montaje de siete minutos con las pesadillas, las memorias y los presagios de un capitán Williard borracho, lleno de demonios, en una lúgubre habitación de un hotel de Saigón. Y pronto invita a presenciar un ataque en cámara lenta de helicópteros que combina palmeras, un cielo azul y el humo naranja del napalm al son "La cabalgata de las valquirias" de Wagner, en la que se considera una de las secuencias más memorables en la historia del cine.

En la misma, al frente de una caballería de helicópteros, el coronel William Killroy (interpretado por Robert Duvall), un «John Wayne» demente pero carismático para sus hombres, bombardea con napalm un poblado de campesinos vietnamitas con Wagner sonando a todo volumen por los megáfonos, para asustarlos.

Y Killroy nos deja una frase mítica, que ya ha pasado a los anales de la historia: «Me encanta el olor a napalm por la mañana». Una fragancia matutina de horror y brutalidad que da paso a otra frase reveladora: «Algún día esta guerra terminará», dice Killroy, sugiriendo que su país estaba actuando en la guerra de Vietnam pero que nunca luchó con todo lo que tenía, dando a entender que si hubiera habido un segundo asalto, las cosas serían muy diferentes.

Otra escena desgarradora es cuando la tripulación de la lancha masacra a unos campesinos vietnamitas en una pequeña barca con tanta, tan brutal y repentina violencia, que quizá por primera vez nos da a entender en la película cómo pasaron las cosas en realidad. Igualmente memorable es la secuencia del concierto de unas chicas Playboy ante unos soldados ávidos de sexo que terminan por asaltar el escenario y las obligan a huir en helicóptero.

O la escena de una cena con colonialistas franceses en su plantación (que no parecía en la primera versión de 1979) y que representa el contraste de unos colonos europeos más equilibrados que esos estadounidenses psicodélicos y frenéticos que hacían la guerra en una jungla donde la droga de elección era el opio y no el LSD.

Un caracol por el filo de una navaja

Vietnam le dio carga política a la película, e hizo que la gente tuviese expectativas, esperando quizá algún tipo de explicación, de respuesta. Pero lo cierto es que no las trajo. Porque “Apocalypse Now” hace preguntas sin dar respuestas, su ambigüedad calculada es proporcional a su magia.

A esta falta de respuestas contribuyen intencionadamente las últimas escenas de la película, en las que se encuentran cara a cara el capitán Williard y el coronel Kurtz. En ellas entra en acción un Marlon Brando grandioso, con su cabeza afeitada, con sus monólogos filosóficos, casi cósmicos, en un ambiente fantasmagórico, donde narra sus pesadillas y, en otra metáfora para la posteridad, las iguala con la imagen de «un caracol que se desliza por el filo de la navaja».

Para Kurtz, la guerra de Vietnam puede ser ganada con un cuarto de las fuerzas desplegadas. Pero para ello «tienes que tener hombres que tienen una moralidad y que al mismo tiempo sean capaces de utilizar sus instintos primarios para matar sin sentimiento, sin pasión, sin juicio. Sobre todo, sin juicio. Porque es el juicio el que nos derrota»

Interpela directamente a Williard: «Tienes el derecho de matarme. Tienes el derecho de hacerlo. Pero no tienes el derecho de juzgarme». Y defiende, a su manera, la libertad, entendida como «ser libres de las opiniones de los otros, incluso de tus propias opiniones».

Una película que hierve

Coppola describió hace 40 años su película como «una experiencia que dará a la audiencia un sentido del horror, la locura, la sensibilidad y el dilema moral de la guerra de Vietnam». Y más allá del eterno debate sobre si “Apocalypse Now” es o no una película antibelicista, lo cierto es que no hay dudas de que su impacto ha sido brutal, totalmente visceral. Consiguió mostrar el infierno de la guerra con una belleza terrible y una locura genuina, como nunca antes ningún otro lo había hecho.

En definitiva, “Apocalypse Now” es una obra grandiosa que trasciende las categorías y los géneros como solo el verdadero arte, el verdadero arte cinematográfico en su mejor versión, es capaz de hacerlo. La película hierve con la violencia, el horror, la locura, la ironía, el humo naranja del napalm, la dulzura, el odio, la desesperanza y la esperanza; pero la ebullición está siempre controlada por la mano del chef, del maestro: Francis Ford Coppola, grande entre los más grandes.