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ROMA

Italia alarga la pesadilla de los rescatados del Open Arms

La negativa del ministro italiano del Interior, Matteo Salvini a su desembarco, y los trámites burocráticos que exigen las autoridades italianas están alargando el sufrimiento de los rescatados por la ONG Open Arms, que seguían bloqueados ante las costas de Lampedusa, hacinados y en una situación sicológica crítica, con amenazas de suicidio y conatos de violencia. La Fiscalía de Agrigento ha abierto una investigación por secuestro de personas.

La salud física y sicológica de los 134 migrantes que permanecen a bordo del barco de la ONG Open Arms frente a la isla de Lampedusa empeoraba mientras el Gobierno italiano se seguía negando a autorizar su desembarco.

«Amenazas de suicidio. Conatos de violencia. Todas las personas están física y sicológicamente rotas. Al límite. Necesitan ser evacuadas de forma inmediata», alertó la ONG.

La embarcación lleva desde el 1 de agosto en el Mediterráneo esperando un puerto y desde el miércoles está en aguas italianas, pero sin poder llegar a tierra, pues el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, se niega a permitirlo, a pesar de que seis países europeos han accedido a acoger a parte de los rescatados.

La organización denunció que «las condiciones sicofísicas de adultos y menores son críticas y su seguridad es muy preocupante». El sicólogo de la ONG italiana Emergency Alessandro Dibenedetto pudo comprobar que a bordo hay 28 menores, de entre 16 y 17 años, procedentes de Eritrea, Sudán, Nigeria, Chad, Egipto, Gambia y Mali, y relató que han sufrido abusos y torturas, y que actualmente se encuentran en «condiciones de extrema vulnerabilidad, tanto física como sicológica, agravadas por la incertidumbre y el estrés que están viviendo, lo que les expone a sufrir riesgos sicopatológicos».

La mayoría tiene problemas como ansiedad y depresión, pero también tensión muscular, insomnio, cansancio, estado de preocupación constante e incluso pensamientos de autolesión.

Igualmente, los médicos del Cuerpo de Socorro Italiano de la Orden de Malta (CISOM), explicaron que «las condiciones sanitarias son pésimas, no hay espacio suficiente para tanta gente», y solo hay dos baños, con lo que «los migrantes, a menudo, se ven obligados a satisfacer sus necesidades fisiológicas donde duermen y comen».

Open Arms insistió en que la situación a bordo es difícil de gestionar y pidieron el desembarco inmediato en Lampedusa «antes de que se añadan nuevos dramas» a los ya vividos.

El fundador de la ONG, Òscar Camps, instó a la Fiscalía para que actúe advirtiendo de que desobedecer una resolución judicial «es estar cometiendo un delito, como la prevaricación».

Camps criticó que les están pidiendo informes individuales de las personas a bordo, lo que dilataría la estancia: «Es todo un entresijo para entretenernos, una maniobra maléfica, con mala intención», sostuvo.

El fundador de la ONG subrayó que va comunicarán al Estado español que se encuentran en «completo desamparo».

Pero las autoridades italianas, siguen negándoles pisar tierra. La autorización para llegar a un puerto depende de Salvini, quien, inmerso en una crisis política que él mismo ha desatado, está utilizando el discurso antiinmigratorio para aumentar sus simpatías, como ha hecho en el último año con éxito.

Investigación por secuestro

En las últimas horas, el Open Arms ha tenido que solicitar la evacuación de trece personas, al menos cinco por causas sicológicas, que fueron examinadas por el responsable del poliambulatorio de Lampedusa, Francesco Cascio, quien refirió que solo uno tenía una otitis.

Este resultado ha servido a Salvini para atacar a la organización y decir una vez más que en las dos semanas que lleva solicitando un puerto podría haber «ido y vuelto tres veces a España». «Nos encontramos frente a la enésima tomadura de pelo de la ONG española Open Arms, que durante días ha vagado en el Mediterráneo con el objetivo de rescatar al mayor número de personas posible para llevarlas solo a Italia», afirmó.

La Fiscalía de Agrigento ha abierto una investigación por secuestro de personas, que por ahora no va dirigida contra nadie en concreto.

Además, el fiscal de menores de Palermo ya ha asignado tutores a todos los menores a bordo, según la ONG, que cree que se trata de «un paso importante, pero la burocracia ralentiza el procedimiento y deben ser desembarcados lo antes posible».

Historias de abusos, torturas, esclavitud, miedo y muerte

Al igual que los rescatados por el Open arms, los 356 migrantes y refugiados que esperan un puerto seguro a bordo del Ocean Viking arrastran un pasado de abusos, privaciones y desesperación que llevó a algunos de ellos a arriesgarse a una travesía del Mediterráneo poniendo en juego la vida antes que pasar otro día más sufriendo en Libia.

«Cada persona con la que he hablado ha sido encarcelada, ha sufrido extorsión, ha sido forzada a trabajar en condiciones de esclavitud o tortura», explica Yuka Crickmar, de Médicos Sin Fronteras. Un adolescente sudanés de 17 años cuenta que pasó cuatro días en el mar antes del rescate, en una barca cuyo fondo se rompió el mismo día en que salieron de Libia. A bordo nadie dormía porque se afanaban en sacar agua con una lata. «Nos quedamos sin comida y agua después del primer día. Un hombre llegó a desesperarse tanto por el miedo que saltó por la borda y tuvimos que ayudarle a subir de nuevo a la balsa. Teníamos tanto miedo que solo pensábamos en la muerte», relata.

El miedo es un lugar común en estas historias, como la de otro chico de 16 años también de Sudán y que huyó de su país después de que un grupo armado matase a su padre ante sus ojos. «Un hermano mayor partió hacia Libia antes que yo, pero ahora está desaparecido. Quería venir a Europa para encontrar trabajo y que la vida de mi familia mejorase», recuerda.

Tardó siete días en cruzar el Sáhara y, durante este tiempo, solo comió «un par de veces». Por las noches, el grupo recibía un litro de agua a compartir entre 33 personas. «Vi cómo dispararon y mataron a un hombre con el que viajaba sin razón alguna», relata.

Durante más de un año vivió y trabajó en Libia y tuvo que pagar por su liberación en varias ocasiones. Antes de ser rescatado por el Ocean Viking, ya había intentado dar el salto a Europa en otras dos ocasiones y en ambos casos fue capturado por las patrullas libias. La segunda terminó en el centro de detención de Tayura, donde estaba cuando fue bombardeado el mes pasado –decenas de personas perdieron la vida–. Logró escapar tras correr descalzo entre las llamas. «Quiero ir a Europa donde se respeten los derechos humanos, donde me traten como a un ser humano y pueda encontrar trabajo para mantenerme a mí y a mi familia», afirma. GARA