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TEL AVIV

El ajustado resultado electoral aboca a Israel a un Gobierno de unidad

La mínima ventaja de la formación del militar Benny Gantz resta posibilidades al actual primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de reeditar su coalición de Gobierno y acercaba la posibilidad de un Ejecutivo de unidad que reclama el ultrasionista Avigdor Lieberman.

La coalición de centro Azul y Blanco de Beni Gantz aventajaba ayer por la mínima al Likud de Benjamín Netanyahu con alrededor del 90 % del voto escrutado, por lo que, a la espera de los resultados definitivos, la fuerza del primer ministro saliente partía con desventaja para formar Gobierno en Israel.

Según datos del Comité Electoral Central, Azul y Blanco ha conseguido el 25,66 % de los sufragios, lo que correspondería a 32 escaños, uno más que el Likud, que con el 25,03 % de los sufragios se quedaría a 31 asientos.

Pendiente de posibles cambios en el escrutinio de alrededor del 10% de votos restante, ninguna de las dos formaciones tiene suficientes escaños para tener mayoría en solitario.

Los resultados de las segundas elecciones a primer ministro en Israel después de las del pasado mes de abril han arrojado un resultado similar, escaño arriba o abajo, lo que impide al Likud de Netanyahu conformar un Gobierno con los partidos ultraortodoxos y confiere a los ultrasionistas pero laicos de Israel Beitenu (Hogar Judío), del representante de los askhenazíes (judíos llegados en plena descomposición de la URSS), Avigdor Lieberman, la llave para formar gobierno.

Papel clave de Lieberman

Tanto el Likud como la coalición «centrista» Azul y Blanco (Kahol Lavan), del militar Benny Gantz, aparecen empatados, punto arriba abajo y escaño de más o de menos, pero el gran vencedor, junto con la lista palestina, que con 12 escaños se configura como la tercera fuerza en el Parlamento, es precisamente Lieberman, que de 5 pasa a 9 diputados y que, lo que es más importante, ha logrado dejar fuera del Parlamento a la formación aún más ultra de Poder Judío (Otzma Yehudit), cuya presencia en el Knesset podría haber precisamente posibilitado la reelección como primer ministro del «rey Bibi».

Lieberman no soporta a Netanyahu desde la anterior ruptura del gobierno. Entonces su principal discrepancia fueron las concesiones del primer ministro a los ultraortodoxos de Shas y Judaísmo Unido de la Torah en materia de exención del servicio militar obligatorio y otras prerrogativas.

El líder de Hogar Judío, que busca a toda costa evitar condicionamiento alguno por parte de la Lista Unida arabo-palestina, apuesta abiertamente por un gobierno de unidad nacional y «liberal»  junto con Azul y Blanco y el Likud. Ahí es donde el futuro del que ha sido primer ministro israelí en los últimos diez años pende de un hilo. Netanyahu volvió a convocar elecciones en setiembre ante la negativa de Lieberman a sostener su gobierno de coalición junto «con los que aspiran a crear un Estado religioso».

Tanto Lieberman como Gantz, quien tampoco tiene opción alguna para formar una coalición con los restos laboristas y de centro e incluso con una minoría árabe que a lo más que llegaría es a un apoyo parlamentario externo a un Gobierno en minoría, no quieren ni oir hablar de Netanyahu, no ya como primer ministro sino incluso como miembro del Gabinete.

Así, Gantz prometió ayer trabajar para conformar un gobierno de unidad y «sanar la herida sociedad israelí», pero el militar ha hecho de las sospechas de corrupción contra Netanyahu uno de los pilares de su campaña, por lo que tampoco aceptaría de buen grado al actual primer ministro en un Ejecutivo.

Gantz confirmó que ya ha contactado con el partido Laborista y la Unión Democrática. «Hablaré con Lieberman y otros», añadió.

El lastre de la corrupción

Por su parte, el primer ministro en funciones apostó por una coalición de los partidos de derecha y ultraortodoxos, en una comparecencia en medio de cánticos de sus seguidores contra un Gobierno de unidad.

«Todos los socios del Likud quieren avanzar juntos para construir un Gobierno fuerte y no permitir un peligroso Gobierno antisionista», señaló, a la vez que apeló a su relación con los EEUU de Donald Trump para destacar la necesidad de su presencia en el Ejecutivo, que sus rivales podrían cuestionar.

Pese a que, de momento, el Likud cierra filas con Bibi –excusatio non petita–, está claro que estamos ante un cadáver político (dicho con todas las reservas debidas a un animal político y un auténtico superviviente).

Su objetivo pasa ahora por lograr la inmunidad ante la cascada de denuncias por corrupción que penden sobre él y que, por de pronto, le llevarán a comparecer ante los tribunales el próximo 3 de octubre. Netanyahu y el Likud, por los servicios prestados, podrían poner su impunidad como condición para un Gobierno de unidad nacional.

En este contexto, Lieberman volvió a insistir en su apuesta por un Ejecutivo de unidad integrado por su partido, el Likud y el partido Azul y Blanco.

«Si Gantz y Netanyahu no declaran que estas son sus intenciones, no deben intentar llamarnos. No hay otra opción para nosotros», subrayó, a la vez que reclamó al presidente, Reuven Rivlin «un papel mucho más activo en la formación de la coalición».

La lista árabe, tercera fuerza, puede liderar la oposición en el Parlamento

Un Gobierno de unidad como el que parece acercar el apretado resultado electoral israelí dejaría a la Lista Unida de los palestinos con ciudadanía israelí –tercera fuerza– como el grupo líder de la oposición. Su cabeza de lista, Ayman Odeh, podría llegar a ser el primer representante árabe con derecho a «asistir a las reuniones de seguridad» en la historia del país, siempre que no se aplique la habitual excepcionalidad sionista.

Esta minoría supe el 20% de la población y engloba a los palestinos que, bajo una histórica discriminación institucional, se quedaron dentro de Israel en 1948 y a sus descendientes.

«Colmamos las urnas», ironizó Ahmed Tibi, segundo de la Lista Unida, en referencia a las advertencias de Netanyahu para movilizar el voto. En abril, separados en dos listas, perdieron un apoyo que ahora han recuperado. Odeh se mostró dispuesto a participar en un Gobierno liderado por Gantz bajo ciertas condiciones. Pero ni Gantz, ni mucho menos Netanyahu ni Lieberman («ni en este universo ni en uno paralelo») parecen dispuestos. En campaña pidió derogar la Ley del Estado Nación judía, que relega a la minoría palestina a ciudadanos de segunda. GARA