Ingo NIEBEL
Periodista e historiador
ATENTADO EN HALLE

El neonazi violento siempre es un lobo solitario, no actúa en manada

La opinión pública alemana pasa página a la espinosa cuestión del neonazismo violento que tras el atentado de la pasada semana en Halle, que dejó dos muertos y dos heridos de gravedad, ha puesto a la clase política contra la pared porque el ataque apuntó a la comunidad judía. El Gobierno echa balones fuera para tratar de desviar la atención.

Mantener la buena imagen de Alemania en el extranjero es la máxima de la política germana. Que un neonazi pretenda entrar en una sinagoga para matar al mayor número posible de las decenas de judíos que celebraban el Yom Kippur, su principal fiesta religiosa, va totalmente en contra de este objetivo. Por eso, el titular del diario ABC «Primer atentado radical antisemita con muertos en Alemania desde 1945» habrá gustado poco a los diplomáticos alemanes en Madrid. Tienen a su favor que el rotativo derechista se ha equivocado por completo.

La muerte de dos personas en la calle a manos del neonazi alemán Stephan Balliet, de 27 años, que no pudo acceder a la sinagoga de Halle al resistir la puerta sus disparos, no es el «primer atentado radical antisemita». Si se trata del número de fallecidos y su relación con la religión judía, habría que mencionar almenos la muerte del rabino y editor Shlomo Lewin y su compañera Friederike Poeschke, abatidos el 19 de diciembre de 1980 por el neonazi Uwe Behrendt en su casa de Erlangen. El autor pertenecía al grupo paramilitar de Karl-Heinz Hoffmann, cuya compañera le ayudó a escapar a Líbano, donde supuestamente se quitó la vida. La Policía bávara buscó a los autores entre los integrantes de la comunidad judía, sin tener en cuenta otras opciones y contaminando la investigación.

El mismo modus operandi emplearon los agentes que investigaron las muertes de extranjeros en diferentes ciudades alemanas. Hizo falta el suicido de dos neonazis para que se descubriera que los crímenes eran obra de un trío llamado Clandestinidad Nacional Socialista (NSU). Aún hoy, sigue siendo investigado por comisiones parlamentarias, no sólo por los errores cometidos por la Policía, que sospechaba de familiares y amigos de las víctimas, sino también por la presencia del servicio secreto interior en el llamado «entorno» político y social de los tres neonazis. Parece que en Alemania, los neonazis siempre actúan como lobos solitarios, nunca en manada.

En el caso de Balliet, la prensa ha dejado claro que se trata de un solo autor con graves problemas personales. A su alrededor no aparece ninguna organización neonazi y también carece de vínculos con la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD). Los cuatro kilos de explosivos y armas de fuego, hechas en una impresora 3D, que llevaba en el coche eran de fabricación casera. Al sobrevivir a la persecución policial y haber grabado y difundido en directo los 35 minutos que duró su ataque, incluidos las muertes, el caso está resuelto. Proporcionó las pruebas a loa investigadores y confesó.

Por el bien de la buena imagen de Alemania, varios medios de comunicación han preferido mezclar atentados de carácter neonazi, incluido en el de Halle, con otros como la masacre de los atletas israelíes en Munich en una acción armada palestina durante los Juegos Olímpicos de 1972. Es un hecho que en la actualidad en Alemania cualquier ataque contra el Gobierno israelí, la comunidad judía o el sionismo cae en el mismo saco con la palabra «antisemitismo» impresa. Quien pone en duda esa generalización corre el riesgo de ser tachado de «antisemita».

Así se ha establecido una manera peculiar de pensamiento único que la AfD ha sabido utilizar mezclando el debate sobre lo que es «antisemitismo» con posiciones revisionistas y negacionistas del Holocausto. Aunque el partido no es legalmente responsable de los actos de Balliet, las formaciones tradicionales están usando lo ocurrido en su contra. «En el Bundestag y en los parlamentos de los estados federales está presente el brazo político del terrorismo de derecha. Y éste es la AfD», dijo Michael Roth, del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). A nivel nacional, el SPD compite con la AfD por ser la tercera fuerza política. Lo sucedido en Halle solo le ha restado un punto a la AfD, por ahora. El partido ultra es bastante inmune a este tipo de ataques.

Más preocupante que la afinidad de la AfD con el neonazismo es que encuentra cada vez más adeptos entre las fuerzas armadas y de seguridad. «Llegará el día en que haremos pagar a todos los ignorantes, simpatizantes, tranquilizadores, defensores y activistas de la cultura de la bienvenido en el nombre de las víctimas», subrayó el líder regional de la AfD, el ex teniente coronel Uwe Junge, en 2017. Cuando en julio, la canciller Angela Merkel (CDU) nombró presidenta del partido a Annegret Kramp-Karrenbauer, titular de Defensa, Junge preguntó: «¿Cuándo tendrá lugar la sedición de los generales?».

He ahí el doble peligro que surge de la AfD: debilita los fundamentos del Estado y amenaza a todos –judíos, izquierdistas e incluso demócratacristianos–. En junio, el neonazi Stephan Ernst mató presuntamente al gobernador civil de Kassel, Walther Lübcke (CDU), en su casa. El popular político había defendido la acogida de refugiados.

Mientras, Berlín estudia ilegalizar unos cuantos grupos neonazis y propone un mayor control de las impresoras 3-D.