Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Madre»

Sin rumbo fijo

Con “Madre” Rodrigo Sorogoyen demuestra que una buena idea que fue desarrollada inicialmente para ser narrada de manera excepcional en veinte minutos no necesariamente obtiene mayor fruto con un metraje más prolongado. La distancia a la que se enfrenta “Madre” en esta especie de secuela del aclamado cortometraje que rodó hace un par de años, es precisamente el mayor lastre que padece una producción que insiste en una premisa y un discurso tanto visual y narrativo que ya fue explorado con mayor solidez en un formato que se amoldaba mucho mejor.

En el cortometraje de 2017 el director apostaba por enclaustrar a su protagonista en un único plano que servía como vehículo a todo el metraje-secuencia para desarbolar por completo al espectador ante una situación tan incómoda como dramática. Semejante ejercicio consitió en captar la mirada y gestos de una madre y parte de su familia en un domicilio cuya mecánica cotidiana se rompe a resultas de una llamada telefónica que comunica ese tipo de noticias que ninguna madre querría escuchar jamás.

Estos mimbres tan poderosos se convierten en prólogo obligatorio de esta nueva apuesta en formato largo que, diez años después de los acontecimientos descritos en el corto, se prolongan en un drama que parece haber sido filmado con la brújula emocional estropeada.

Sorprende lo errático que se revela un autor que nos ha legado recientemente dos obras tan poderosas como “Que Dios nos perdone” (2016) y “El reino” (2018) a la hora de seguir la ruta iniciática e íntima del personaje encarnado nuevamente por Marta Nieto. Todo en esta búsqueda interna que propone Sorogoyen se queda en un incómodo territorio de nadie y la reiteración se convierte en algo que nuevamente provoca incomodidad en el espectador pero de manera muy diferente a la sensación sentida en el cortometraje.