Jaime IGLESIAS
MADRID
Elkarrizketa
LUC DARDENNE
CINEASTA

«Los poderes financieros, a su manera, son también fundamentalistas»

Ganadores de dos Palmas de Oro (en 1999 con «Rosetta» y en 2005 con «El niño»), los Dardenne son unos fijos den Cannes donde este año obtuvieron el premio a la mejor dirección por «El joven Ahmed», retrato de un chaval de 13 años atrapado en los ideales de pureza en los que le han adoctrinado. Ausente Jean-Pierre de la promoción del film por cuestiones familiares, hablamos con el menor de los Dardenne.

“El joven Ahmed” resulta una película atípica en la carrera de los Dardenne. Por primera vez su cine se abre a analizar las causas de una situación de exclusión pero, como de costumbre, lo hacen trascendiendo el cliché. Lejos de cultivar una mirada condescendiente, los directores dejan que sean sus personajes los que se expresen.

Todas sus películas se caracterizan por ser aproximaciones a personajes en riesgo de exclusión sin entrar a valorar las causas de dicha situación. Sin embargo, en «El joven Ahmed» hablan abiertamente de un tema concreto como es el fundamentalismo religioso. ¿Es un argumento que les preocupa?

Sí, claro, como a cualquier ciudadano, sobre todo después de la oleada de atentados islamistas que hubo en varios países europeos, Bélgica entre ellos, y no solo europeos ya que lugares como Casablanca o Túnez también se han visto sacudidos por este tipo de acciones. Supongo que eso fue lo que nos llevó a hacer una película preguntándonos qué hay detrás de eso, pero para nosotros lo importante no era el tema, de hecho nunca lo es, como poner el foco en el personaje. No nos interesaba tanto documentar el proceso de radicalización de un individuo como mostrar a alguien que ya ha vivido ese proceso y al que le resulta difícil salir de ahí. En una primera versión del guion el protagonista era más mayor, pero nos dimos cuenta de para un veinteañero es mucho más difícil renunciar a sus convicciones y, por otro lado, era un perfil donde no tenía cabida esa veta de ingenuidad que nos interesaba explotar en el personaje. Todo empezó a encajar cuando nos planteamos rebajar la edad del personaje, los adolescentes son más maleables y, al mismo tiempo, mucho más vehementes. Solo el tener conciencia de la muerte, el terror y el dolor que le producen ese hecho, le hará cuestionarse la naturaleza de su discurso, de sus acciones.

¿Qué peligro real representan los fundamentalismos en la Europa actual? Y no me refiero solo a los fundamentalismos religiosos sino ideológicos, políticos, etc.

Los fundamentalismos representan la liquidación de la democracia. En el momento en el que uno se arroga la verdad está negando la posibilidad de mantener un diálogo abierto con los demás. En ese contexto los argumentos sobran y lo emocional triunfa sobre lo racional. Se trata de un escenario muy peligroso que se está imponiendo en casi toda Europa y frente al cual solo cabe una respuesta: invertir en políticas que dejen sin argumentos a la extrema derecha. Políticas encaminadas, por ejemplo, a gestionar el fenómeno migratorio sin criminalizar al inmigrante y a lograr un mayor índice de justicia social.

¿Y cómo podemos revertir ese escenario? Porque da la sensación de que frente a situaciones complejas los ciudadanos, cada vez más, lo que demandamos son respuestas simples.

Ese es justo el problema, las respuestas sencillas son lo peor. Tenemos que aceptar la complejidad de ciertas coyunturas y, más aún, educar en la complejidad. Las nuevas generaciones han de saber gestionar la frustración, asumir las dificultades de ciertos procesos. Lo estamos viendo, por ejemplo, con la cuestión climática. ¿Cómo podemos reducir los niveles de contaminación? En teoría todos sabemos las respuestas, bastaría con cerrar las centrales nucleares o limitar el número de coches que pueden entrar en las grandes ciudades, pero son acciones que no son viables a corto plazo, aún así hemos de trabajar para que lo sean en un futuro no muy lejano. Con eso y con todo lo importante también es tomar decisiones que no redunden en la perpetuación de las injusticias sociales. Las grandes empresas deben entender que es normal que los Estados busquen dinero en sus beneficios a través de una política fiscal progresiva porque mientras no haya justicia fiscal no puede haber justicia social. Pero mucho me temo que no estén por la labor porque los poderes financieros, a su manera, son también fundamentalistas.

 

Acaba de mencionar la importancia de la educación a la hora de revertir el alcance de estos discursos fundamentalistas, algo sobre lo que también reflexionan en el film ¿cree que se trata de una herramienta imprescindible?

Creo que hay una brecha en lo que se refiere al acceso a la educación que define, en cierto modo, esos desequilibrios sociales que acontecen en la Europa actual. La falta de inversión en educación y los pocos recursos públicos que se dedican a la enseñanza están creando un escenario de precariedad que no nos beneficia en nada. Ha llegado la hora de que nos planteemos muy en serio lo que significa de verdad educar y de asumir que es un proceso que trasciende el hecho de impartir unas materias concretas. Educar no es solamente eso, es también fomentar el debate entre los más jóvenes, incitarles a expresar sus propios puntos de vista y a argumentarlos. Para mí, el hecho de fomentar en las nuevas generaciones un espíritu crítico es una de las funciones más importantes de una democracia. Cuando veo que en muchos docentes persiste la voluntad por lograr ese objetivo, pienso que no todo está perdido.

Pero viendo su película se infiere que cada vez resulta más complicado construir espacios de convivencia. ¿Cómo mantener entonces la esperanza?

Yo prefiero ser optimista. Es cierto que el poder político suele despreciar las demandas del ciudadano, dicen atenderlas pero realmente lo que hacen es decidir por ellos. Pero justamente en esas demandas está mi esperanza. Por ejemplo, hace dos años, en colaboración con el gobierno belga, abrimos cuatro salas de cine con la idea de proyectar películas alejadas del circuito de los mainstreams y de fomentar el debate público sobre ciertos temas. Sobre ciertas coyunturas. En solo dos años hemos vendido 140.000 entradas y hemos recibido a alumnos de muchas escuelas tanto valonas como flamencas a los que se les ve interesados por ese otro tipo de cine y a los que les gusta debatir sobre él. Eso significa que hay un interés real por ese otro tipo de propuestas y eso es lo que me hace ser optimista. Obviamente no soy un ingenuo y sé de sobra que son muchos más los que gustan de que otros decidan por ellos. El auge de los fundamentalismos religiosos, de los movimientos políticos identitarios, del nacionalismo y de la extrema derecha tiene que ver justamente con eso.

Volviendo a la película, resulta muy meritorio ese empeño por huir del cliché. A pesar de quedar definido por su fundamentalismo religioso, Ahmed no resulta un arquetipo. Me imagino que es algo que viene motivado por esa necesidad de militar en el territorio de la complejidad ¿no?

Creo que reflejar la complejidad que anida en ciertos personajes, en ciertas situaciones, es una de las funciones del cine. La construcción de imágenes y de sonidos como soporte del relato debe redundar justamente en eso, en mostrar la singularidad de un ser humano de manera crítica. Cada uno de nosotros es único pero, a la vez, más allá de aquellos rasgos que nos definen, dentro de cada persona hay algo profundamente conmovedor y esa dualidad es la que hay que trasladar al espectador. No se trata de construir una narración basada en la retórica del causa-efecto, eso sería una simpleza. No buscamos ofrecer respuestas ni decir: mirad, el islamismo es esto.

En ese sentido, más allá de ser un film sobre el fundamentalismo religioso, su película es un retrato muy certero sobre la adolescencia y sobre la necesidad de amor y de atención que demandan los jóvenes.

Los jóvenes y los no tan jóvenes. Al final el amor es la única herramienta contra el individualismo y los atentados islámicos son una demostración de esa corriente individualista que impregna nuestras sociedades. Los terroristas suelen actuar solos, no necesitan de un soporte, de una infraestructura. Una vez se les convence de que la verdad les asiste y se les adoctrina señalándoles a sus enemigos, se les deja libres para actuar como consideren.