Agencia France-Presse
LA ECONOMÍA MUNDIAL EN 2020

Amenaza de una lenta asfixia que puede atizar las revueltas sociales

Los economistas consultados por AFP opinan que, probablemente, el escenario que se ha configurado durante este 2019 continuará en similares parámetros en 2020: una lenta asfixia del crecimiento económico global, bajo el efecto de las tensiones comerciales, de la digitalización y del cambio climático, que corre el riesgo de alimentar la ira social.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) prevé que el crecimiento mundial no superará el 2,9% el próximo año, como ocurrirá en el que está finalizando, su nivel más bajo desde la recesión global de 2009 provocada por la crisis financiera. «Nos encontramos en un periodo inquietante», ha señalado la economista jefa de la OCDE, Laurence Boone.

Por el momento, el Fondo Monetario Internacional (FMI) predice un repunte del 3,4% en 2020, pero esta recuperación «continúa siendo precaria», como ha advertido su economista jefa, Gita Gopinath.

La economía globalizada no se halla solo ante el fin de un ciclo, sino más bien ante el fin de una era, la era del auge de los intercambios comerciales y del potente crecimiento industrial de los países emergentes.

El consenso diplomático en torno al libre comercio ha estallado en mil pedazos con la llegada al poder del presidente estadounidense, Donal Trump, inmerso en un pulso, comercial pero también tecnológico, con China que está lastrando el crecimiento global.

El Brexit, si se consuma, será una prueba suplementaria para el multilateralismo.

Las finanzas globales se ven sacudidas tras años de generosidad por parte de los grandes bancos centrales, que ahora luchan por debilitar el papel de los mercados, algunos de los cuales, como Wall Street, siguen volando de récord en récord.

El fenómeno, a primera vista absurdo, de las tasas de interés “negativas” se está generalizando en determinados países, reduciendo la rentabilidad de los bancos y haciendo que se infle la deuda privada.

Sin embargo, Steve Eisman se muestra inflexible: «No tendremos una crisis sistémica» como la desencadenada por la quiebra de Lehman Brothers en 2008, asegura a AFP este inversor, célebre por haber predicho el colapso del sistema financiero estadounidense hace un decenio.

Para este financiero, cuya historia inspiró el film “The Big Short” (“La gran apuesta”), la economía podría seguir creciendo lentamente o entrar en «una recesión típica con una economía en desaceleración y gente perdiendo dinero. Y eso sería bastante doloroso».

Ludovic Subran, economista jefe del gigante de los seguros alemán Allianz, prevé un «purgatorio de crecimiento». Y cree que, si llegara a producirse, «el próximo shock sistémico seguramente no nacerá en el ámbito de las finanzas, sino que será exógeno a ellas; por ejemplo, un gran shock regulatorio sobre los datos personales o en relación con el clima».

Otro dosier a vigilar será el de las elecciones presidenciales en EEUU y su impacto en la primera economía mundial, que hasta ahora está mostrando una gran resiliencia. Elizabeth Warren, que pelea por la nominación demócrata, aboga por que los ricos paguen más impuestos, por dar un giro “verde” a la economía y por desmantelar los gigantes digitales, para consternación de Wall Street.

El multimillonario gestor de fondos Leon Cooperman ha acusado a Warren directamente de «echar mierda sobre el puto sueño americano»...

... A no ser que Trump sea reelegido, en cuyo caso Subran plantea dos posibilidades: «O hace un segundo mandato a la manera estadounidense, es decir, que no hace nada. O dobla la apuesta contra China», con el riesgo de una escalada militar.

Tensiones geopolíticas, reparto de beneficios, digitalización, clima: estos retos dominarán la economía mundial más allá de Estados Unidos y mucho después de 2020.

El surgimiento de los gigantes tecnológicos asentados sobre montañas de datos pone en causa la distribución de la riqueza y está reconfigurando el empleo.

Ante el cambio climático, corporaciones industriales e inversores corrigen sus estrategias. Por ejemplo, el gigante petrolero Saudi Aramco tuvo que revisar a la baja el enorme volumen de su salida a bolsa.

«No tenemos miedo a la hora de superar una crisis coyuntural, sabemos hacerlo», señala con confianza Ingo Kübler, representante del personal en Mahle. Este grupo proveedor del sector automotriz alemán está eliminando empleos, lo que justifica en la desafección por el diésel entre los usuarios.

«El gran problema es la transformación, la digitalización, la movilidad eléctrica. Lo que tememos es (...) la pérdida de muchos empleos» por la llegada de baterías para automóviles fabricadas en China, puntualiza con más preocupación.

Si una Alemania todavía próspera expresa preocupación por el futuro, otros países –como Líbano, Chile, Colombia... pero también Francia con los “chalecos amarillos”– han conocido ya brotes de ira social.

En un mundo con débil crecimiento en el que, según la ONG Oxfam, 26 multimillonarios poseían en 2018 tanto dinero como la mitad de la gente más pobre del planeta, la espinosa cuestión del reparto de la riqueza tendrá aún más presencia, también en los países más desarrollados.

«Incluso cuando las personas parecen beneficiarse de un confort material básico, pueden experimentar el mismo nivel de miseria y malestar que los más pobres», advirtió Esther Duflo, especialista en temas de desarrollo, poco después de conocer, el pasada 14 de octubre, que había sido laureada con el premio Nobel de Economía.