Raimundo Fitero
DE REOJO

Prometer

Puedo prometer y prometo. Prometer hasta meter. Una vez metido, olvidar lo prometido. Si los brujos no dicen lo contrario hay gobierno de coalición funcionando. Primero reconocer despachos, carteras, personal y logotipos, después la acción. Acción. Decisiones políticas. Técnicas o estructurales, de ampliación o de demolición, pero siempre en acción, la vida de millones de pensionistas, parados, trabajadores en precario no puede esperar más. Y todo lo demás los asuntos territoriales como llaman ahora, el encaje o desencaje de Catalunya y Euskal Herria, los presos y exiliados. Todo debe ponerse en el orden del año o de la legislatura.

No jurarás en vano. De niños nos decían incluso que era pecado jurar. Pero obligaban a jurar la bandera. Juraban su cargo con un crucifijo, con una Biblia, necesitando un aval externo. Es mucho mejor, más comprometedor, prometer. Es uno ante la historia el que asegura hacer algo, cumplir leyes, guardar silencio, o disminuir las desigualdades. No espero de este gobierno otra cosa que devuelva algo de confianza a la sociedad en la política, que contribuya al cese de la crispación que van a agitar los ultras, que piensen en verde, que mejoren todo lo mejorable y en la medida de sus posibilidades. Prometo que seré el primero en ponerme al frente de la manifestación reclamando lo que habían prometido.

Cada vez que veo, leo, me informo de lo que está sucediendo en Australia, de lo que ya ha sucedido, de lo que se va descubriendo, de esa suerte de holocausto animal, de los millones de seres vivos calcinados, no quedo en ningún estrecho prejuicio ni dogma. Me expando en la promesa total: pelear para evitar que esto suceda en la medida que tienen causas provenientes de la mano humana. O de la ambición humana. O del soberbio delirio supremacista de la raza humana.