EDITORIALA
EDITORIALA

Marco incomparable, ¿ciudad inhabitable?

Unas trescientas familias de Donostia han visto cómo la inquietud y la congoja han empezado a morar en sus hogares de la mano de Azora, una compañía dedicada a la especulación inmobiliaria que ha entrado en sus vidas como elefante en cacharrería, o como fondo buitre en barrio indefenso. Esta firma de conocida y controvertida trayectoria se ha hecho con el control de más de una docena de bloques de viviendas, en lo que parece un primer paso para acometer una operación de vaciado a través de la no renovación de los contratos de arrendamiento o la subida de los precios hasta límites prohibitivos. Una estrategia sencilla pero eficaz que se repite con dramática insistencia en ciudades de todo el mundo.

La plataforma Stop Desahucios ha dado la voz de alarma, y ha expuesto el motivo principal de que Azora y otros fondos de la misma especie, como Blackstone o Testa Socimi, hayan aterrizado en la capital guipuzcoana: el alto precio del metro cuadrado de alquiler y una falta de control sobre los precios que da vía libre a este tipo de maniobras especulativas. Este vacío legal podría haberse subsanado si el Parlamento de Gasteiz hubiera aprobado la proposición de ley para fijar un tope máximo a los arrendamientos, como había propuesto EH Bildu, pero esa opción, rechazada en primera instancia por los partidos en el Gobierno –alegando que en la CAV no hay problemas con Socimis y fondos buitre–, ha quedado cegada después de que el lehendakari Urkullu adelantase las elecciones.

De esta forma, existe la posibilidad real de que cientos de personas deban dejar sus domicilios. Dónde, y en una ciudad en la que el derecho a la vivienda hace tiempo que hay que entenderlo como un sarcasmo, y que está en trance de convertirse en una bella postal sin alma. Con vecinos expulsados y cada vez más persianas bajadas, Donostia podrá seguir alardeando de ser un marco incomparable, pero deberá cargar con la losa de ser un lugar inhabitable.