EDITORIALA
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Coronavirus: ni alarmar, ni ignorar, ni sobreproteger

La gestión de una crisis sanitaria como la que supone el Coronavirus es tremendamente compleja para las autoridades, empezando por la Organización Mundial de la Salud (OMS), siguiendo por las diferentes administraciones sanitarias y acabando por los propios profesionales del ramo. El equilibrio a mantener es tremendamente complicado, pues se trata de explicar bien los riesgos de la situación –no ignorarlos–, sin crear con ello un alarmismo cuyas consecuencias pueden ser más devastadoras que el propio virus, tanto en el ámbito económico como en la activación de fobias que rápidamente derivan en racismo. Tampoco vale ocultar información a la ciudadanía en nombre de su protección, como hemos visto que se hacía recientemente a cuenta de las consecuencias del derrumbe del vertedero Zaldibar. La transparencia y la confianza en la respuesta de la ciudadanía deben ser dos principios rectores ante crisis así.

La información veraz y contextualizada es crucial en este camino. Cabe preguntarse, por ejemplo, si resulta pertinente alertar del peligro de pandemia de la OMS sin explicar qué es una pandemia según esta propia institución. Hay que tener cuidado con los subconscientes que se activan utilizando determinado lenguaje. En este caso, lo que quiere decir la OMS utilizando la palabra pandemia es que, ante los focos que están surgiendo en otros países, la posibilidad de contener el nuevo virus gripal en su lugar de origen es cada vez más reducida. Esto es grave, pero no apocalíptico, tal y como puede sugerir la utilización descontextualizada de la palabra.

De momento, el coronavirus sigue siendo un nuevo tipo de virus que afecta a las habituales poblaciones de riesgo con la gripe común –personas mayores o con otro tipo de enfermedades, sobre todo–. De hecho, hasta el momento resulta menos letal. Mientras esto no cambie, conviene mantener a raya el alarmismo, seguir las recomendaciones sobre prevención y echar mano del sentido común.