Joseba VIVANCO
Fútbol internacional

Un poquito de fútbol, por favor

Un tifoso milanista lleva visitados 603 campos de fútbol en 42 países y ahora apenas le queda fútbol en Nicaragua, Angola o Turquía.

Pablo Gallego es un oscense que milita desde hace ocho meses en el Managua FC con el que encabeza la tabla de goleadores del campeonato nicaragüense; Zito Luvumbu es un delantero de solo 18 años cuyo debut en la Girabola angoleña no está pudiendo ser más exitoso, sumando hasta la fecha 10 goles y 8 asistencias, optando a mejor futbolista del campeonato; Markel Susaeta jugó los 90 minutos en el empate de su Melbourne City; el Istanbul Basaksehir que colidera la Super Liga turca junto al Tranbzonspor reúne a un viejo elenco de futbolistas como Gael Clichy, Skrtel, Demba Ba o Robinho... Son oasis en mitad del desierto a los que se aferra como el naúfrago a un tablón Federico Roccio, un italiano enamorado del fútbol para el que este deporte no es solo el partido, sino mucho más, «el viaje, la comida típica de la ciudad, la cerveza local, el ambiente, los cánticos, las pancartas y banderas y, sobre todo, conocer a los aficionados y hacer amistades». Por algo se le conoce como ‘el cazador de estadios’, una afición que comenzó con apenas cuatro años cuando su padre le llevó al campo del Milan y desde entonces no ha parado de recorrer este planeta redondo... muy a pesar de su sufridora pareja Eleonora.

Ella soñaba con pasar la luna de miel en las azules playas caribeñas, entre mojitos y daiquiris de chirimoya, pero la realidad fue muy diferente. En los 14 días en los que duró el viaje, que no tuvo como destino Barbados ni Punta Cana, sino Argentina, visitaron nada menos que 28 estadios y presenciaron hasta 15 encuentros, y eso que ella estaba avisada: en su primera salida como novios visitaron Córcega... para en lugar de programar una cena romántica asistir al Bastia-Clermont de la Segunda francesa. Federico acumula 603 campos de fútbol en 42 países y solo en dos de ellos lloró al entrar: Celtic Park y La Bombonera.

«He sobrevivido a dos guerras, a bombardeos, a la leucemia... ¿Es tan duro para vosotros quedaros en casa viendo la televisión?», se ha dirigido a los tifosi, entre ellos Federico, el técnico serbio del Bolonia Siniša Mihajlović. Sentarse ante la ‘caja tonta’ y seguir, por ejemplo, la liga de Bielorrusia, cuyo estreno está previsto que comience esta semana como si nada, según ha confirmado la Federación de fútbol del país.

Un estadio sobre tiendas

La Premier rusa también ha colgado las botas solo dos semanas después de su regreso del parón invernal, pero este fin de semana no les libró a los cientos de seguidores del Lokomotiv moscovita de desplazarse nada menos que 1.500 kilómetros para jugar en Orenburgo, donde la ‘Locomotora’ –cuyos jugadores llegaron al estadio con mascarilla– ganaron 1-3 al Rostov. El club de los Ferrocarriles marcha segundo en la clasificación, a nueve puntos del líder Zenit, que se mostró impacable, 7-1, ante el Ural, con tres golitos del joven iraní Azmoun, del que ya hemos hablado por aquí en alguna ocasión. Gol también, para el Spartak de Moscú, de un chico de 22 años llamado Jordan Larsson, hijo de Henrik Larsson.

En la Liga serbia –donde el presidente de la Federación ha dado positivo en coronavirus– seguía rodando la pelota hasta esta fecha, y allí el Estrella Roja de Belgrado ocupa la primera posición de la tabla con 11 puntos más que su gran rival histórico, el Partizan, quien precisamente en esta jornada última protagonizaba uno de los partidos estrella: visitaba el estadio del Vozdovac, noveno en la tabla, un club de un humilde barrio de la capital que juega sus partidos en un estadio que recibe el nombre de un hincha asesinado y levantando, curiosamente, encima de un centro comercial. Literal, bajo sus 5.200 asientos se ubica un shopping center de cuatro plantas.

Donde se vive el balompié con idéntica pasión pero la competición rezuma mayor competencia es en Turquía. En el liderato, empatados a puntos, Trabzonspor y Basaksehir, que precisamente se enfrentaban el domingo, en un choque que acabó en empate. Igualada que no aprovechó el Galatasaray, tercero, el cual no pudo pasar tampoco de un 0-0 en el derbi ante el Besiktas, que se vivió sin público.

Fútbol étnico en África

Con demasiado ambiente en las gradas, al contrario que el estadio turco, es como se disputó la final de la Supercopa de Zimbabue, jugada este fin de semana, y que estuvo a punto de acabar como el rosario de la aurora, con invasión de campo, policías retrocediendo ante el lanzamiento de objetos, pero victoria final para el Platinum –el platino supone el 43% de las exportaciones de mineral del país– ante el Highlanders, campeón de las últimas tres ligas.

Este último es el club más poderoso de la competición, fundado por los nietos de un rey de la tribu Ndebele, que tras la independencia del país se hizo con un amplio poderío político y militar. A partir de sus resultados, el equipo se fue popularizando entre su población, si bien desde los años noventa, un rival comenzó a hacerle dura competencia: el Dynamos FC, con el que miembros de la tribu Shona comenzaron a identificarse. Hoy, cuando ambos equipos se cruzan se habla de la ‘batalla de Zimbabwe’.

Sucede en otros puntos del basto continente negro. En la liga ruandesa manda con paso militar el Armée Patriotique Rwandaise FC, popularmente conocido como ARP, que sentenció prácticamente la competición este fin de semana tras ganar al Mukura VS que entrena el español Tony Hernández, que aprovechó una oferta subida en el portal Futboljobs.

Los Hutus eran la tribu dominante del país, casi el 90% de la población. El genocidio ruandés se dio cuando esta tribu decidió masacrar a los Tutsi. Tras cientos de miles de víctimas entre sus filas, estos últimos terminaron gobernando de la mano de su actual presidente, Paul Kagame, conocido aficionado también del Arsenal inglés y que en 2018 pagó 30 millones de euros del erario ruandés para que apareciera el nombre del país en la manga de la camiseta gunner.

Desde la llegada de Kagame al poder, el equipo de fútbol más importante pasó a ser el del partido político gobernante: El Armée Patriotique Rwandaise FC o APR, fundado un año antes y que domina el balompié local desde hace casi tres décadas. Si bien hoy las menciones tribales están prohibidas en Ruanda para «favorecer la unidad nacional», muchos Hutus ven al APR como el equipo de los Tutsi, de ahí que decidan seguir al Rayon Sports –segundo en la tabla–, el club más popular del país hasta la irrupción del genocidio.

De momento, el Manchester City no ha fijado sus tentáculos en ningún club africano, pero sí lo ha hecho estos días tras adquirir el AS Nancy Lorraine, equipo que milita en Ligue 2, y que se convierte en otro club más satélite de los Citizen como Melbourne City, Girona, Yokohama Marinos, Montevideo City, New York City, Mumbai City y Sichuan Jiuniu. Respiran el resto porque a lo mejor la pandemia vírica detiene su sed de expansión durante un tiempo. Tiempo en el que pinta que muy poco va a rodar el balón. Así que, como ha resuelto el gran Antonio Cassano, «quedaos en casa, poneos películas y haced bebés».