Carlos GIL
Analista cultural

Titiriteros unidos jamás serán vencidos

Imposible desentenderse de la desgracia global y de la ruina gremial que acecha al mundo de la farándula, a los titiriteros, a los artistas de la noche, el poema sordo y la canción ligera. Comparar con demagogia fascista el trabajo de los representantes de la cultura popular con los agricultores es un acto de odio. Todos hoy somos más titiriteros que nunca. Ya la facción aznarista llamó titiriteros de manera genérica a todo el mundo de la cultura que se enfrentó a la guerra de Irak, por eso, sus alumnos aventajados insisten en remachar el mismo clavo, de una manera gratuita y execrable. Está claro que después de esta situación arrasadora, los titiriteros deberemos levantar la cabeza, ponernos en pie para montar nuestros tingladillos en cada esquina, volver a convocar a la ciudadanía a las salas, encender todas las hogueras de poesía y belleza, sabedores, además, de la existencia de una corriente ultramontana que nunca nos reconocerá como un valor social imprescindible y otra parte de esa misma sociedad, la más próxima, que nos reclamará solidaridad abstracta y tangencial, es decir actuaciones, acciones, eventos gratuitos, sin darse cuenta que los que necesitamos más su apoyo somos los que nos hemos quedado sin lugar donde mover nuestros títeres, declamar nuestros versos, bailar al son de una música en vivo. Vindicaremos la necesidad de entender la cultura como un bien y a sus trabajadores como servidores públicos que ofrecen ese intangible compuesto de sensaciones, emociones y belleza que reconforta y fomenta lo común por encima del individualismo.