Amalur ARTOLA
HERNANI
LA CULTURA ANTE UNA NUEVA ENCRUCIJADA (II)

La industria del cine se tambalea tras el parón de rodajes y estrenos

El sector audiovisual también se ha visto seriamente afectado por la crisis sanitaria que vivimos. El cierre de cines y la paralización de rodajes suponen unas pérdidas económicas que serán difíciles de asumir, y a ello se suma la incertidumbre de no saber cuándo se podrá retomar la actividad de un sector que funciona con previsiones a largo plazo.

La industria del cine se tambalea. Saca cuentas y se lleva las manos a la cabeza. Se paran rodajes, se posponen estrenos, se pierden programaciones completas y alquileres de escenarios para filmaciones, los calendarios hacen aguas... y, tras el susto inicial, el sector se sienta en torno a una mesa (vía telemática) a dialogar, sacar cuentas y realizar un diagnóstico común.

La mesa la preside Marian Fernandez, fundadora de Txintxua Films y presidenta de Ibaia, la asociación vasca de productoras independientes. Nos cuenta que el del audiovisual es un sector cíclico, formado mayoritariamente por pymes en la que los socios son los profesionales autónomos que las dirigen. «Nuestros trabajadores tienen contratos indefinidos, contratamos mucho en los momentos previos y durante un rodaje, en función de si es una obra corta o un largo, entre 10-80 personas. La situación es que todas las producciones que estaban en marcha se han parado, todas esas personas han sido despedidas y las que iban a ser contratadas, porque nosotros atamos todo con meses de antelación, están sin saber cuándo se reactivará todo esto y cuándo podrán ser contratadas», se lamenta. Y añade que, aunque las plantillas fijas sean «pequeñitas», se ha aplicado algún ERTE o se ha llegado a acuerdos. «Los demás estamos intentándolo con el teletrabajo, afrontando la situación lo mejor que podemos y dedicarnos al I+D+i de nuestro negocio, que es el desarrollo de nuevos proyectos y formatos».

En ese sentido, cree que las medidas que se están tomando para las pymes son de aplicación en el sector –«todo eso nos resulta muy-muy necesario»–, pero opina que hay que tomar medidas excepcionales «que nos ayuden a no ahogarnos más». Por ejemplo, que las instituciones garanticen que las convocatorias de ayudas anuales se mantengan en los plazos que les corresponden «o incluso se vean ampliadas; es decir, necesitamos saber que no va ha haber ningún mal añadido».

Relata que la mayor incertidumbre es no saber cuánto se alargará la situación de alarma sanitaria y hasta qué punto se verá afectado el sector. «Eso me inquieta mucho porque tenemos que ir por delante, planificar sin saber si la vuelta va a ser paulatina, si se autorizarán determinadas cosas y otras no... Tenemos que hacer nuestras planificaciones», asegura, y agrega que están analizando las problemáticas específicas del sector para presentarlas ante las instituciones, «para que las conozcan y puedan ver de qué manera pueden ayudarnos».

27 producciones afectadas

Por el momento, según los datos con los que cuenta Ibaia, son 27 los proyectos audiovisuales vascos que se han visto afectados por la crisis, de los cuales 11 –largometrajes de ficción y documentales, una película de animación, un programa de televisión y otro tipo de formatos publicitarios– estaban en pleno rodaje. «Es más difícil medir los proyectos que estaban en fase de desarrollo, que es cuando viajas, vas a mercados, contactas posibles productores, agentes internacionales... todo esto también está paralizado», añade.

Los socios de Ibaia calculan que el impacto económico directo que ha supuesto tan solo la paralización es de 1,5 millones de euros, «pero cada semana que pasa esto se va a incrementar», asegura Fernandez. Y a todo esto se suman también las producciones que se han visto afectadas en la parte de la distribución y la promoción; es decir, películas que tenían previsto llegar a cines durante estas semanas o que estaban recién estrenadas.

Los exhibidores también se muestran preocupados por la falta de ingresos. Según asegura Iñaki Elorza, de SADE (empresa propietaria de varios cines en Donostia), en el caso de las salas las pérdidas serán importantes y «pueden ser aún mayores en el caso de los cines localizados en grandes centros comerciales, que además tienen que hacer frente a unos alquileres bastante elevados».

No obstante, la incertidumbre de los exhibidores no tiene solo que ver con lo que van a dejar de ingresar estos días de parálisis de la actividad económica, sino que viene dada por saber cuándo volverán a abrir las salas y, sobre todo, en qué circunstancias. Desde SADE trabajan sobre tres escenarios distintos «dependiendo si retomamos nuestra actividad en mayo, junio o julio».

Sobre la posible acumulación de estrenos tras levantarse la situación de alarma, Fernandez opina que las películas que están terminadas y pendientes de estrenar «se van a ver buscando su hueco todas a la vez», pero matiza que «todas las que se estaban rodando se han parado y llegará un momento en que no haya tantas películas que estrenar; es decir, que de alguna manera se podrán reubicar» para equilibrar las carteleras.

Fernandez cree que la clave estará entonces en «la colaboración y el buen hacer» entre productores, distribuidores y exhibidores.

La odisea de retomar rodajes

Pero, para que haya estrenos, se tienen que retomar los rodajes. Lo que no va a resultar nada sencillo. «Parar un rodaje es fácil; retomarlo, una locura», resume Fernandez. Recontratar técnicos, actores y proveedores y elaborar una nueva agenda cuando el sector se está reactivando supondrá un verdadero quebradero de cabeza, y también se deberán tener en cuenta factores añadidos: «Por ejemplo, si tienes una película rodada en exteriores en invierno, cuando se vuelva a poner todo en marcha tu exterior ha cambiado y ya no te vale. O si ruedas con niños, que según a qué edad cambian muy rápido, puedes tener problemas. Ya ni te cuento si tienes que esperar al siguiente invierno y estás rodando con un niño...», remarca. Casos en los que se tienen apalabradas o alquiladas localizaciones que ya no se podrán utilizar –por ejemplo, porque en invierno están cerradas pero en verano dedicadas al turismo– engrosan la lista de trabas y dudas para elaborar nuevas hojas de ruta. «Necesitamos información para anticiparnos a todo esto, por eso miraremos también lo que está pasando en países que van delante nuestro», asegura.

Con todo, Fernandez aboga por mirar también la parte positiva: «Al pararse la actividad la gente está viendo mucho más cine y se está poniendo en valor nuestro trabajo. De esto vamos a salir todos con ganas de ir a tomar unas cervezas e ir al cine a ver una peli, aunque ya hayamos visto todas las pelis del mundo a través de VOD durante estas semanas».

Estrenar online, ¿y dejar vendidos a los cines en beneficio del sector?

«Ahí está la fricción», nos asegura Marian Fernandez, fundadora, junto a Asier Altuna, de Txintxua Films y presidenta de la Asociación de Productoras Audiovisuales Independientes del País Vasco, Ibaia. Le hemos preguntado acerca de la medida propuesta por el Club de Productores Europeos (EPC), que hace unos días planteaba ante la Comisión Europea que, ante el cierre en cadena de las salas de cine, se permita temporalmente que se puedan estrenar películas directamente en plataformas digitales, sin pasar por las salas tradicionales.

«Los exhibidores, las salas, piden que no se les dé la espalda, que cuando pase todo esto les vamos a ir a buscar y que entonces se verá dónde nos ha dejado todo esto... Tienen miedo», manifiesta Fernandez.

Según las cifras que maneja el EPC, que agrupa a cerca de 140 productoras de 30 países europeos, en el continente se estrenan 1.600 producciones autóctonas al año y estiman que la crisis pueda extenderse a seis meses, afectando a cerca de 800 estrenos.

El sistema actual de explotación cinematográfica de Europa sigue anclado en el modelo de ventanas de exhibición, que fija periodos obligatorios de paso por las salas de cine –120 días en nuestro caso– antes de poder saltar a las plataformas, televisiones u otros soportes. Lo que solicita el EPC es que se elimine esa barrera para que se pueda estrenar directamente en plataformas, al igual que se ha hecho en China. «Los exhibidores tendrán que ser compensados, pero no tiene sentido que el efecto del cierre de salas pase directamente al resto de la industria», recalcaban desde el EPC.

Fernández duda. «Yo entiendo las reticencias y los miedos de las salas, y pienso también que son situaciones excepcionales y que, al igual que estamos solicitando moratorias a las instituciones a nivel de impuestos o de otras obligaciones, es lógico que también las solicitemos para estas circunstancias concretas», opina.

Matiza también que «todos queremos pasar por las salas de cine. Los que hacemos películas las concebimos para ser vistas en pantalla grande, en esas condiciones de imagen y sonido que solamente te puede dar una sala de cine. No la vas a poder percibir así en ningún otro sitio, por muy bien que tengas instalado en tu casa el sistema, la pantalla y todo lo que quieras».