Txisko FERNÁNDEZ&hTab;
Donostia

PAÍSES BAJOS Y SUECIA APUESTAN POR EL RIESGO SOCIAL DE LA INMUNIDAD COLECTIVA NATURAL

La inmunidad colectiva está avalada científicamente como una estrategia eficaz para hacer frente a la expansión de una epidemia de carácter vírico. Pero ha logrado ese aval, sobre todo, gracias a la aplicación al mismo tiempo de vacunas de forma masiva entre la población susceptible de ser contagiada, para evitar que algunas epidemias cíclicas diez- men a sociedades enteras.

Unos 3.500 millones de personas, más del 40% de la población mundial, nos encontramos en estos momentos bajo algún tipo de confinamiento. Treinta estados, la mayoría europeos, han establecido ya un confinamiento total. Las excepciones más llamativas son las de Suecia y Países Bajos, que apuestan oficialmente por lograr la inmunidad colectiva de forma natural.

Aunque los gobiernos de esos dos países han decretado algunas medidas de distanciamiento social, lo cierto es que, a 31 de marzo, no han cambiado de rumbo –como sí lo han hecho Donald Trump en EEUU o Boris Johnson en Gran Bretaña– desde que optaron, tras las oportunas consultas a expertos científicos, por «desarrollar la inmunidad de grupo de una manera controlada», como sostiene el primer ministro neerlandés, Mark Rutte.

Pero antes de entrar en el debate, explicaremos brevemente en que consiste “La inmunidad colectiva o de grupo” siguiendo, a grandes rasgos, un artículo publicado hace años con ese título por el doctor J. Vaqué Rafart, entonces en el Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Universitari Vall d’Hebron (Universitat Autònoma de Barcelona).

Vaqué Rafart comienza el texto señalando que la inmunidad colectiva es «la resistencia global que una comunidad posee frente a una infección», «la protección que posee una población ante una determinada infección a causa de la presencia de individuos inmunes a la misma».

Tres segmentos de población

A la hora de analizar cómo se desarrollan «las infecciones virales y bacterianas comunes de transmisión directa persona a persona que inducen inmunidad específica en los sujetos que las presentan», hay que distinguir tres segmentos de población: el que es susceptible de contraer la enfermedad; el que está infectado; y el que es inmune.

El primer segmento, el de las personas susceptibles, se va renovando constantemente con los nacimientos y la inmigración. Al segundo le sucede igual, pero a través de las defunciones y la emigración. El tercero, el de los sujetos infectados, es «el que propicia y mantiene la transmisión del agente infeccioso».

La interacción entre los tres segmentos da lugar a los ciclos periódicos plurianuales de las infecciones, como en el caso de la gripe.

Al iniciarse el ciclo, la infección se disemina rápidamente debido a la elevada densidad de personas susceptibles. Como se está constatando con el Covid-19, en este momento los individuos infecciosos, que son pocos, contactan fácilmente con susceptibles.

Cuando la epidemia avanza, va descendiendo el número de susceptibles –porque muchos ya están infectados– y aumentando los contactos con sujetos inmunes, «lo que lleva a una progresiva disminución de la incidencia de la infección hasta llegar a ser mínima».

En las epidemias cíclicas, al irse renovando el segmento de susceptibles y alcanzarse una «densidad suficiente (número de sujetos por superficie)», puede desencadenarse un nuevo brote.

La vacunación

En el debate sobre cómo afrontar la epidemia del nuevo coronavirus también hay que poner sobre la mesa las vacunas. Como indicaba el doctor Vaqué Rafart, «siguiendo los pasos del proceso natural, hoy día los programas de vacunación sistemática tienen por objetivo producir una elevada proporción de individuos inmunes en la población».

Con esa estrategia, con la que se reduce considerablemente el número de susceptibles, se puede impedir la transmisión desenfrenada de la infección.

La vacunación no solo logra la protección directa de los individuos que se hacen inmunes gracias a ella (aunque no todos los vacunados pasan a ser inmunes), sino que estos programas también tienen como fin «conseguir que el segmento poblacional de sujetos inmunes sea suficiente para proteger a todo la comunidad, incluidos los no vacunados».

Y esa «protección conferida» es la que recibe el nombre de «inmunidad colectiva», que no solo puede conseguir el bloqueo de la transmisión, sino que puede llegar, cuando es factible, a erradicar una enfermedad infecciosa.

La vacunación es una forma «artificial» de alcanzar la inmunidad, mientras que la «inmunidad colectiva natural» se conseguirá dejando que la epidemia se extienda por la mayoría del tejido social. Pero esta segunda vía tiene sus riesgos, como el de que la población resulte diezmada.

Ya ha ocurrido anteriormente. El caso más recordado estos días es el de la «gripe española», un tipo de virus de influenza para el que entonces no había vacuna y que mató a unos 50 millones de personas en todo el mundo hace ahora cien años.

Por otro lado, cuando los programas de vacunación se aplican de forma intensiva y se cuenta con un sistema sanitario apropiado, enfermedades como la gripe estacional se pueden combatir sin llegar al colapso hospitalario y frenando sus tasas de mortalidad.

Suecia, con pocas camas

En el caso del Covid-19 todavía no hay vacuna disponible para aplicarla a las personas que están contrayendo la enfermedad a un ritmo vertiginoso en muchas zonas del planeta y, en el mejor de los casos, no contará con la pertinente autorización sanitaria hasta dentro de unos meses.

Esta es una de las razones de fondo que esgrimen los partidarios de la vía natural hacia una hipotética inmunidad colectiva frente al coronavirus.

En Suecia, el epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública, Anders Tegnell, considera que las medidas drásticas que están tomando la mayoría de estados europeos no son sostenibles en el tiempo. «Esta situación se alargará meses; no podemos decir, simplemente, que todo estará cerrado durante varios meses. No funcionará».

Las autoridades del país nórdico están jugando la baza de que las medidas de higiene y unas leves restricciones servirán para controlar la propagación del virus porque todavía está en una fase temprana: casi 3.500 casos y 105 muertos para una población de poco más de 10 millones de habitantes.

Mientras los institutos y las universidades han sido cerrados, las escuelas y las guarderías continúan con las clases presenciales. Las terrazas de cafés y restaurantes se van llenando con la llegada de la primavera. Y el límite de aforo para reuniones en lugares públicos, que en principio se fijó en 500 personas (sí, ¡quinientas!) se ha bajado a 50.

No obstante, el Gobierno es consciente de que esto puede cambiar. El primer ministro, Stefan Löfven, asumió que «las próximas semanas serán cruciales», apeló tanto a la responsabilidad individual como a la solidaridad, y afirmó que el Ejecutivo no dudará en tomar nuevas medidas si fuera necesario.

Por su parte, Tegnell subrayó que lo que buscan es «una difusión tranquila y cuidadosa para que la atención médica no se sobrecargue, y todo lo que hacemos se centra en esto».

Por si acaso, en la capital, Estocolmo, ya se están montado hospitales de campaña como el que se ha levantado en el recinto de Ifema en Madrid, una de las regiones de europa más castigadas por la epidemia.

Los mensajes oficiales tampoco han apaciguado todas las críticas, como ha quedado reflejado en una carta abierta firmada por cerca de 2.000 académicos que piden más transparencia. Algunos de ellos consideran que lo que está haciendo el Gobierno es echar leña para avivar un incendio que luego costará mucho apagar.

Países Bajos, morir en casa

En Países Bajos, con poco más de 17 millones de habitantes, ya contabilizan 1.039 muertes y más de 12.500 casos de coronavirus. Allí, el primer ministro es partidario de promover la inmunidad colectiva y de obviar el principio de contención. Mark Rutte insiste en que así muchos de sus conciudadanos se infectarán con este virus y, cuanto más pasen a estar inmunizados, menos posibilidades habrá de que el contagio se extienda a las personas vulnerables, como los ancianos.

Es más, incide en que un confinamiento total podría durar entre varios meses y un año, sin garantías de que el Covid-19 no vuelva a brotar tras levantarse las medidas restrictivas.

Claro que la inmunidad colectiva también tardará meses en alcanzar un nivel suficiente para lograr su objetivo ideal, por lo que para alejar el pico de saturación de los hospitales, el Gobierno decidió suspender algunas actividades, ordenando el cierre de escuelas, cafés y restaurantes y burdeles.

Otra cuestión espinosa es cómo se gestiona el tratamiento hospitalario en Países Bajos. Varios medios se han hecho eco en los últimos días de estas declaraciones de Frits Rosendaal, jefe de Epidemiología Clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden. «En Italia, la capacidad de las UCI se gestiona de manera muy distinta. Ellos admiten a personas que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas. Los ancianos tienen una posición muy diferente en la cultura italiana».

Una tesis que permite distintos enfoques, como el de que «llevar a los ancianos a morir al hospital es inhumano».  

Lo paradójico es que el Gobierno neerlandés ya se ha dirigido a Alemania y Bélgica para conocer la disponibilidad de sus vecinos para que les «presten» camas en caso de que las unidades de cuidados intensivos de sus hospitales se saturen. Berlín está dispuesto a ayudar si cuando sea requerido dispone de capacidad suficiente; Bruselas ha rechazado acoger pacientes extranjeros.

Madrid aprueba una nueva batería de ayudas

Con una situación hospitalaria que no mejora –unas 5.600 personas en las unidades de cuidados intensivos (UCI)– el Gobierno español aprobó ayer una batería de medidas entre las que destacan las dirigidas a empleadas del hogar, a trabajadores autónomos o al alquiler de vivienda (amplia información sobre este tema se puede consultar en NAIZ).

Además, se extiende la prohibición de cortar el suministro de electricidad, gas y agua a todos los hogares durante el estado de alarma y se amplía la moratoria hipotecaria durante tres meses.

Otros de los decretos aprobados en Consejo de Ministros establece un subsidio excepcional, de 439 euros, para los trabajadores temporales a los que les venza el contrato durante el estado de alarma y no tengan derecho a cobrar el paro por no haber reunido la cotización mínima. Esto afecta a quienes no estaban amparados por un ERTE.T.F.