Dabid LAZKANOITURBURU
DIEZ AñOS DE OBAMACARE

El programa sanitario paliativo de Obama cumple un decenio en plena pandemia

La pandemia en EEUU, epicentro mundial del coronavirus, alimenta el debate sobre las fallas del sistema sanitario estadounidense. Y coincide con el aniversario del programa instaurado por el predecesor de Trump, avalado por las encuestas pero que se queda corto, ya que palía, pero no resuelve, un problema estructural, o cabría decir existencial.

El décimo aniversario de la implantación de la Ley de Asistencia Sanitaria (ACA, por sus siglas en inglés), popularizada como Obamacare –paradójicamente el nombre con el que la bautizaron sus detractores– ha coincidido a finales de marzo con la irrupción del Covid-19 en un país, EEUU, que es ya en el epicentro de la pandemia, tanto en cifra de casos como, pronto al actual ritmo, en el número de muertos.

Y es todo menos casualidad. Porque el Obamacare fue un intento, a todas luces insuficiente, para paliar uno de los problemas estructurales de la sociedad estadounidense: la condena a decenas de millones de personas a la indigencia sanitaria más absoluta en un país que, paradójicamente, cuenta con la mejor sanidad del mundo, pero para quien se la puede costear.

La ACA es una de las reformas más ambiciosas del sistema sanitario estadounidense y seguía la estela de proyectos como el Medicare –programa de seguro médico para mayores de 65 años y personas discapacitadas– y el Medicaid –dirigido a personas con bajos ingresos–.

El Obamacare era un programa paliativo que por principio no ponía en duda los cimientos del brutalmente desigual sistema sanitario. Así, presionaba a todos a suscribir un seguro médico con la amenaza de sanciones financieras y obligaba a las compañías a asegurar a todos los clientes potenciales, sea cual sea su estado de salud.

El programa permitió a 20 millones de estadounidenses tener un seguro médico en un país en el que el coste de las prestaciones es muy alto.

Pero las propias carencias estructurales –existenciales– del Obamacare, y los reiterados ataques que ha sufrido a manos de los republicanos –su aplicación está bloqueada en no pocos estados– dibujan un panorama de algunos claros en medio de demasiados oscuros.

Así, más de 27 millones de estadounidenses siguen sin seguro médico alguno, lo que supone el 8,5% de la población.

Además, los seguros médicos amparados en esa ley se han encarecido mucho en este decenio.

Pero, lo que es más importante, los seguros médicos están en la mayoría de casos vinculados al empleo. Justo en un momento en el que el paro se ha disparado en las últimas semanas, y de rozar el 3,5%, podría alcanzar el 30% en poco tiempo.

Millones y millones de parados sin fuentes de ingresos y a los que el Obamacare cubrirá solo una parte de sus tarifas mensuales, de sus gastos deducibles y copagos.

Todo ello sin olvidar que, incluso teniendo cobertura sanitaria, el coste del tratamiento para una persona positiva con coronavirus asciende a casi 10.000 dólares (9.000 euros) y 20.000 dólares en caso de complicaciones (19.000 euros). Un coste prohibitivo para buena parte de la población.

Un tratamiento sin ningún tipo de cobertura sanitaria supone 35.000 dólares (32.500 euros). Una fortuna inimaginable para esos 27 millones de estadounidenses sin seguro médico.

Ante ello, y dentro de su paquete de medidas de impulso económico, valorado en 2 billones de dólares, el Gobierno se ha limitado hasta la fecha a cubrir el importe de las pruebas. Del coste del tratamiento, nada de nada.

La situación cobra tintes dramáticos en medio de un Armagedón con decenas de miles, cuando no centenares de miles, de afectados por la pandema.

En esta tesitura, no es extraño que programas como el Obamacare tengan cada vez mayor apoyo ciudadano. Una tendencia anterior a la actual crisis.

Antes de que la pandemia llegara a EEUU, el 55% de los encuestados apoyaba el Obamacare, frente al 37% contrarios, que lo veían como el «umbral para la llegada del comunismo».

Diez años antes, las encuestas arrojaban un resultado inverso, con un 55% en contra del programa y un 37% a favor.

El propio Trump, quien en la campaña electoral de 2016 prometió que lo derogaría al día siguiente de su llegada a la Casa Blanca, se reivindica ahora como el «protector» de las medidas del ACA.

El mismo Trump que, insistiendo en su manido mantra «repeal and replace» («revocar y reemplazar»), cosechó una derrota personal en 2017 cuando el Congreso, por una exigüa mayoría –el senador republicano John McCain, que moriría meses más tarde, rompió la disciplina republicana–, impidió que derogara el Obamacare.

Desde entonces, y pese a que el inquilino de la Casa Blanca ha optado por no menear un tema–baldón para su campaña, los republicanos no han cejado en su empeño, por vía legislativa (70 votaciones) y judicial. Y eso que el Tribunal Supremo ha tumbado dos veces (2012 y 2015) sus recursos, avalando la constitucionalidad del programa.

Así, tras intentar en 2017 suprimir con su mayoría en el Congreso la cláusula que impone sanciones a los que no contraten un seguro, 14 estados gobernados por republicanos se siguen negando a incluir el programa en sus sistemas sanitarios y han interpuesto una catarata de recursos contra la ley.

Uno de ellos ha sido aceptado por un juez conservador de Texas y avalado por un tribunal de apelación de Louisiana. Sus decisiones están suspendidas en espera de que el Tribunal Supremo, que a comienzos de marzo aceptó un recurso de gobernadores de estados demócratas, emita un tercer dictamen sobre el Obamacare en 2021.

Es difícil aventurar, en esta coyuntura, cómo estará entonces EEUU. Pero parece claro, a tenor del debate en las congeladas primarias demócratas, que el Obamacare como paliativo es algo ya totalmente superado.

La exaspirante Elizabeth Warren propuso sustituirlo por el «Medicare para todos», para cubrir a los 27 millones de olvidados del sistema. El todavía candidato Bernie Sanders va más allá y apuesta sin complejos por la cobertura sanitaria universal.

¿Qué diría ahora el favorito –y confinado– Joe Biden? ¿Y Trump? ¿Y los estadounidenses?