Alberto Pradilla
Periodista

México ante el covid-19: entre el optimismo de AMLO y la cruda realidad de las cifras

La estrategia mexicana ante la pandemia fue pedir a la gente que se quedase en casa, aun aceptando que para muchos no era posible debido a la pobreza. Ahora el Gobierno anuncia planes de reapertura en la semana más letal.

México entró el jueves en la lista de diez países con mayor número de muertos por covid-19. Con 8.134 fallecimientos y más de 74.000 contagios registrados, el país norteamericano ha rebasado la cifra que las autoridades estimaron que se alcanzaría durante toda la pandemia, al mismo tiempo que las medidas de confinamiento se relajan después de dos meses de cuarentena-no-obligatoria. Pese a encontrarnos en la semana más letal y con mayor número de contagios, existen empresas que ya plantean la reapertura, como la General Motors, después de que EEUU presionase para poner en marcha las fábricas que abastecen su industria. Mientras, el presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se aferra a un discurso optimista de «se ve la luz al final del túnel» que no se sostiene con los datos en la mano.

Hasta esta semana, la violencia en México era más mortífera que la pandemia. Cada día mueren 80 personas asesinadas en un país con más de 250.000 víctimas desde la guerra contra el narcotráfico declarada en 2006 por Felipe Calderón. Sin embargo, esta tendencia ya ha sido superada. Los fallecidos diarios por covid-19 no han bajado de 150 esta semana, con jornadas negras como el martes, con 501 víctimas mortales. Estos días, el virus mata más que las balas.

Por el momento el Gobierno ha evitado las imágenes de caos y horror que se registraron en Italia, Estado español o Estados Unidos. Sin embargo, son habituales los relatos de enfermos que realizan una penosa romería de hospital en hospital hasta que consiguen una cama con ventilador. El sistema sanitario era precario antes de la pandemia y ahora trata de resistir entre denuncias por falta de material y acusaciones de que no se contabilizan a todos los fallecidos por covid-19.

Desde el inicio de la crisis, el Gobierno mexicano tomó decisiones que lo diferencian del resto de países de América Latina, en los que rápidamente se decretaron cuarentenas obligatorias.

Por una parte, López Obrador anunció que no impondría toque de queda ni reprimiría a la población que saliese a la calle, aunque sí recomendaba medidas de distancia social. Por otra, se mostró reacio a realizar pruebas masivas.

Actualmente, México es el país de la OCDE que menos test ha hecho entre su población, lo que ha avivado los debates sobre la fiabilidad de los números y la subestimación de casos. La semana pasada, medios internacionales como “The New York Times”, “Wall Street Journal” o “El País”, pusieron en cuestión las cifras de muertos y López Obrador respondió que se trataba de una campaña para desprestigiarle. Es posible que ambos tengan un poco de razón y que, por una parte, el Gobierno esté ofreciendo cifras menores de las reales al tiempo que hay sectores de la oposición –que celebran estos artículos– que están deseando ver el apocalipsis para certificar el fracaso del Ejecutivo.

Quizás el elemento más destacado de la estrategia de López Obrador fue la apuesta no autoritaria: pedir a la población que se quedase en casa mientras decretaba el cierre de escuelas y centros de trabajo. El argumento principal es que el confinamiento era imposible de cumplir para toda la población en un país en el que cuatro de cada diez habitantes son pobres y seis de cada diez empleados trabajan en la economía informal. En países como Guatemala o El Salvador, donde se han decretado duras cuarentenas con toque de queda y militarización, proliferan las banderas blancas, que simbolizan los hogares en los que no hay comida. En México, ante la disyuntiva de morir de hambre o contagiarse, el Gobierno se limitó a pedir que, en caso de tener que salir a la calle, tratase de no enfermar. Ninguna opción era buena. Menos aún en un país con graves problemas de acceso a la educación, que ha provocado que existan sectores populares que «no creen» en el coronavirus y aseguran que se trata de un invento del Gobierno. Un ejemplo: las autoridades ya habían previsto el pico de esta semana ya que diez días atrás, coincidiendo con la celebración del día de la madre, miles de personas salieron a la calle ignorando las medidas de profilaxis.

A día de hoy, México es el segundo país de América Latina en número de casos y víctimas, solo superado por el Brasil de Jair Bolsonaro. A pesar de ello, López Obrador asegura «se domó» la pandemia y ya está anunciando el plan de reapertura progresivo que no llegará a la Ciudad de México hasta mediados de junio. Quizás con este mensaje optimista trata de calmar a sectores económicos impacientes por volver a ponerse en marcha, pero parece poco eficaz a la hora de convencer a la población de que se quede en casa.