GARA
WASHINGTON
PROTESTAS ANTIRRACISTAS EN EEUU

Las manifestaciones pacíficas no cesan pese a la amenaza militar

Las protestas antirracistas y contra la impunidad policial, con un carácter mayoritariamente pacífico, no cesan en Estados Unidos y extienden los apoyos sociales, a pesar de la amenaza del presidente de utilizar el Ejército, el despliegue de uniformados en Washington y de los toques de queda que han comenzado a levantarse en varias ciudades.

Las protestas contra el racismo y la violencia policial se siguen repitiendo a diario en decenas de ciudades de Estados Unidos, sin que la amenaza del presidente, Donald Trump, de utilizar el Ejército «para resolver rápidamente el problema», los cerca de 10.000 detenidos y los toques de queda hayan disminuido las expresiones de indignación, casi todas ellas pacíficas.

Tampoco el agravamiento de la acusación a los policías que arrestaron a George Floyd en Minneapolis, cuya muerte ahora ha sido calificada como «asesinato en segundo grado» (no premeditado, punible con 40 años de prisión), ha hecho que acaben las manifestaciones, ocho días después. La demanda sobre esta acusación era una de las peticiones de los manifestantes que expresan su ira en todo el país por la impunidad policial cuando sus víctimas son afroamericanas.

«El problema es que tuvimos que salir a las calles y, literalmente, cortar puentes y autopistas para obtener justicia», lamentaba Brian Carter, un afroamericano de 29 años, en Nueva York.

En Los Ángeles, su alcalde, Eric Garcetti, accedió a reducir el presupuesto policial en 250 millones de dólares para invertir en programas sociales y educativos para las comunidades negras, pero varios activistas se quejaron de que este recorte es poco significativo sobre el presupuesto policial total.

Las protestas en esta ciudad reunieron a multitudes diversas y multigeneracionales. Desde la comunidad LGTB hasta los latinos pasando por los asiáticos y nativos americanos, que se sumaron con lemas como «Tu lucha es mi lucha», «Latinx por Black Lives Matter» o «La unión hace la fuerza». Y también se vieron pancartas mucho más específicas de manifestantes armenios, palestinos, puertorriqueños, dominicanos e iraníes. Washington levantó ayer el toque de queda tras las últimas protestas pacíficas, pero una gran fuerza policial se desplegó de nuevo para cerrar el acceso a la Casa Blanca, donde se ha levantado una nueva valla y se ha ampliado el perímetro de seguridad. El miércoles, mientras miles de personas volvían a congregarse en una protesta pacífica, decenas de uniformados llegaban al centro en autobuses, recibidos con abucheos y gritos de «¡Vergüenza!» y «¿A quién protegen?».

Según el Pentágono, no eran unidades en activo, si bien, en los alrededores de Washington 1.600 militares esperan por si las autoridades los envían a la zona de las protestas. La Guardia Nacional planea desplegar unos 1.500 efectivos más en la capital esta semana.

Una hora antes del fin del toque de queda miles de personas todavía permanecían en el centro de Washington, con pancartas con mensajes como «Sin justicia sin paz» o «Trump es un racista». Nevine Sealer, de 55 años, con un cartel que rezaba «Ku Klux Klan judicial», señaló que, más allá de querer ver a Trump fuera de la Presidencia por lo que está haciendo, se manifiestan «por el racismo sistémico e institucional que hay, a muchos blancos no les interesamos los negros».

El toque de queda, en cuestión

En Nueva York, ayer se preparaba un memorial por George Floyd, con algunos de sus familiares, que coincidió con su funeral en Minneapolis.

Pero el miércoles la Policía actuó con dureza y efectuó numerosos arrestos en varias zonas una hora después del comienzo del toque de queda y tras celebrarse una sentada a las puertas de la residencia oficial del alcalde, Bill de Blasio. El jefe del departamento de Policía, Terence A. Monahan, admitió que el enfoque era más agresivo, como se comprobó en Brooklyn. Al igual que han hecho Washington y Seattle, Los Ángeles preveía levantar ayer el toque de queda, una medida extrema que ha sido norma en la última semana desde Mineápolis a Chicago, Filadelfia, Atlanta o Nueva York.

«La ciudad que nunca duerme» no la imponía desde agosto 1943. De Blasio aseguró que no quiere impedir las manifestaciones sino frenar la violencia y los saqueos, un ejercicio de equilibrio no siempre eficaz.

En el actual clima de rabia e indignación contra la injusticia de un sistema racista, el toque de queda se convierte en otro motivo contra el que luchar, cólera que aumenta a medida que se prolonga la medida en el tiempo. Además, pone el foco en los saqueos y no en el problema de base del racismo sistémico.

Para Jasmon Bailey, sociólogo de la Universidad de Maryland, lejos de resolver los problemas que denuncian las protestas, el toque de queda agrava la violencia policial y extiende los poderes de detención arbitraria de los agentes, quienes acaban arrestando más negros que blancos. Y recuerda que las autoridades no limitaron el derecho a manifestarse a aquellos, esencialmente blancos, que protestaron contra las medidas de confinamiento en plena pandemia.

A Trump le crecen las críticas desde su entorno republicano

Las protestas señalan también al presidente, Donald Trump, que mantiene su tono provocador, aunque se escuchan voces discordantes, incluso en su Gobierno. El secretario de Defensa, Mark Esper, se ha mostrado contrario a la idea de desplegar al Ejército, como propone Trump. «No apoyo el decreto de insurgencia estatal» que permitiría tal medida, dijo Esper. «La opción del uso de tropas en activo en el papel de garantes de la ley debería ser solo empleado como último recurso, y solo en las situaciones más urgentes y extremas», aseguró.

Su predecesor en el cargo, Jim Mattis, hasta ahora discreto sobre sus diferencias con el mandatario, llegó a acusar a Trump de dividir al país. «En mi vida, Donald Trump es el primer presidente que no trata de unir a los estadounidenses, que ni siquiera pretende intentarlo», escribió Mattis, que le acusó de abusar de su autoridad al militarizar la respuesta a las protestas. Trump inmediatamente reaccionó llamando a Mattis «el general más sobrevalorado del mundo». «¡Me alegra que se haya ido!», tuiteó. También varios expresidentes han puesto el contrapunto a la postura de Trump. El republicano George W. Bush aseguró que tanto él como su esposa han estado «perturbados por la injusticia y el miedo que asfixian» el país. «Es hora de que escuchemos. Es hora de que EEUU examine nuestros trágicos fracasos y, mientras lo hacemos, también veremos algunas de nuestras fortalezas», señaló Bush. Entre quienes defienden a Trump, su abogado Rudolph Giuliani ofreció una imagen descontrolada en una entrevista en la BBC, en la que perdió los papeles y estalló contra un presentador al que gritó que era un «mentiroso» que hacía comentarios «vergonzosos». Este reprochó a Giuliani haberse vuelto «completamente loco» y violento.GARA

Obama alienta las protestas que pueden conducir a reformas nacionales

El expresidente Barack Obama elogió el «cambio de mentalidad en curso» que, según él, podría conducir a reformas a nivel nacional y alentó a los jóvenes a continuarlas para asegurar que se producen cambios. «Este país fue fundado en un movimiento de protesta. Se llama la Revolución Americana», señaló Obama. A su juicio, en el movimiento actual hay «una muestra mucho más representativa de la diversidad de EEUU en las calles, protestando pacíficamente, que se ha sentido llamada a hacer algo. Eso no existía en la década de 1960».GARA