Iker BIZKARGUENAGA
CRISIS DEL CORONAVIRUS

El estudio sobre la «hidroxi» desata una riada que arrastra a sus autores

Un estudio que advertía sobre efectos secundarios de la hidroxicloroquina en pacientes de covid-19 condujo al cese de algunos ensayos. Sin embargo, el informe ha recibido una oleada de críticas y sus autores se han retractado.

El pasado miércoles la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que iba a reanudar los ensayos clínicos con hidroxicloroquina para tratar el covid-19, que había suspendido por precaución tras haberse publicado un informe que vinculaba este antipalúdico con una mayor letalidad entre los afectados. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo de que la revisión de datos se había completado y que los científicos han concluido que no hay razones para modificar los protocolos utilizados en los ensayos.

Lo que no citó en su escueta intervención fue el enorme revuelo que se había generado en torno a la información que hizo caer a la «hidroxi» en desgracia.

Riesgo de fallecer del 23,8%

Fue “The Lancet”, una publicación británica referencial en la comunidad médica, quien difundió el 22 de mayo el estudio que puso en cuarentena el medicamento, utilizado desde hace décadas contra la malaria y otras enfermedades. Un informe que originó no solo que se suspendieran muchos ensayos, sino que también se dejara de prescribir en varios lugares, por ejemplo en el Estado francés.

El análisis incluía datos de casi 15.000 pacientes a los que se les recetó cloroquina o hidroxicloroquina, solos o en combinación con antibióticos para aumentar sus efectos, y de un grupo de control de más de 81.000 pacientes que no habían recibido los fármacos. Los investigadores concluyeron que el riesgo de morir en el hospital era del 9,3% para el grupo de control frente al 23,8% para aquellos que reciben hidroxicloroquina junto con antibiótico, aparentemente la combinación de tratamiento más arriesgada.

Con el tiempo, sin embargo, empezaron a aparecer opiniones poniendo en duda las conclusiones de ese estudio. La polémica había ido creciendo en intensidad, hasta que el jueves tres de los autores del informe decidieron retractarse por no poder dar garantías sobre la veracidad de los datos empleados.

En una nota enviada a “The Lancet” y difundida por la revista en las redes, Mandeep Mehra, del Hospital Brigham de Mujeres de Boston; Frank Ruschitzka, del Hospital Universitario de Zúrich y Amit Patel, de la Universidad de Utah, consideran que ya no pueden «garantizar la veracidad de las fuentes de datos primarias» usadas para redactar el informe, a la vez que se disculpan con los editores de la publicación y los lectores.

«Entramos en esta colaboración para contribuir de buena fe y en un momento de gran necesidad durante la pandemia de covid-19. Nos disculpamos profundamente con ustedes, los editores, y con los lectores de la revista por cualquier vergüenza o inconveniente que esto pueda haber causado», exponen.

Los científicos afirman que siempre han aspirado a realizar sus investigaciones «de acuerdo con las más altas directrices éticas y profesionales», y que «nunca» pueden olvidar su responsabilidad de asegurarse «escrupulosamente» de que dependen «de fuentes de datos que se adhieran» a altos estándares.

Son esos datos los que han sido objeto de crítica y polémica, y la empresa que los proporcionó, Surgisphere Corporation, la que está en el ojo del huracán. Precisamente, el fundador de esa compañía, Sapan Desai, es el único firmante del estudio que no se ha retractado hasta ahora.

Los colegas que sí lo han hecho habían pedido un examen independiente de los datos, ante las dudas que empezaban a surgir sobre su trabajo, pero la empresa informó a los revisores independientes de que no facilitaría «el conjunto de datos completo», ya que esa «transferencia violaría los acuerdos con los clientes y los requisitos de confidencialidad».

Preguntas pendientes

Por su parte, “The Lancet”, indicó en una nota que «se toma muy en serio las cuestiones de integridad científica» y señaló que «hay muchas preguntas pendientes sobre Surgisphere y los datos que supuestamente se incluyeron en este estudio».

Lo cierto es que las dudas y las preguntas surgieron prácticamente desde el mismo momento en que se publicó el informe, pero encontraron cauce el pasado martes en “Science”, que en un artículo advertía de que «los resultados de “The Lancet” han comenzado a desmoronarse».

En una información firmada por Kelly Servick y Martin Enserink, la revista científica, que es el órgano de expresión de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), hacía referencia a las incongruencias que investigadores y científicos de todo el mundo habían detectado en el estudio, entre las que destacaba «la asombrosa cantidad de pacientes involucrados y detalles sobre su demografía y las dosis prescritas que parecen inverosímiles».

Así, señalaba que aunque se informa de que el 66% de los pacientes analizados fueron tratados en EEUU, las dosis de las que se habla son más altas que las establecidas por la Administración de Drogas y Alimentos estadounidense. Asimismo, el estudio informó de muertes en hospitales australianos que superaban las estadísticas oficiales de fallecidos en aquel país.

Por otro lado, el estudio no contemplaba la probabilidad de que los pacientes que reciben los medicamentos experimentales estuvieran más enfermos que el resto. «Si un médico tiene dos pacientes con coronavirus, y elige administrar hidroxicloroquina a uno de ellos, lo hace por una razón», indicó a “Science” Matthew Semler, médico de cuidados críticos de la Universidad de Vanderbilt.

Estas y otras críticas llevaron a los editores de “The Lancet” a abrir una investigación independiente y han acabado obligando a tres autores a retractarse del informe.

Pero la sospecha sobre Surgisphere no se limita a la calidad de los datos aportados sobre la hidroxicloroquina.

“Science” informó de que la empresa ha participado en otros trabajos relacionados con el coronavirus. Uno de ellos, publicado el 1 de mayo por “New England Journal of Medicine” (NEJM), sostiene que tomar ciertos medicamentos para la presión arterial, incluidos inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA), no parece aumentar el riesgo de muerte entre pacientes con covid-19.

El miércoles, el NEJM también expresó su inquietud sobre el estudio. «Recientemente, se han planteado preocupaciones importantes sobre la calidad de la información en esa base de datos», señaló, añadiendo que «hemos pedido a los autores que aporten pruebas de que los datos son confiables».

Un tercer estudio que utiliza datos de Surgisphere también se ha visto envuelto en la polémica. A principios de abril, el propio Desai, junto a otros autores, concluyeron que la ivermectina, un medicamento antiparasitario, redujo drásticamente la mortalidad en pacientes con covid-19. El informe condujo a un aumento de la demanda en varios países, pero sus conclusiones están en tela de juicio.

Su uso sigue cuestionado

Pero, al margen de esta polémica, el uso de la hidroxicloroquina sigue sin lograr el consenso científico. Así, este viernes recibió otro varapalo por parte de los científicos que dirigen el ensayo Recovery en Gran Bretaña.

«Este no es un tratamiento para el covid-19. No funciona», dijo tajante a los periodistas Martin Landray, profesor de medicina y epidemiología de la Universidad de Oxford y codirector de Recovery. Landray no habló de efectos secundarios, sino de su ineficacia: «Ahora podemos dejar de usar un fármaco que es inútil».