Ibai AZPARREN
SE RETOMAN LAS VISITAS A PRESOS

LA VIEJA «NUEVA NORMALIDAD» DEL ALEJAMIENTO

EL 14 DE MARZO SE DECLARABA EN EL ESTADO ESPAñOL EL ESTADO DE ALARMA POR LA PANDEMIA GLOBAL. EL CONFINAMIENTO OBLIGATORIO SE DECRETÓ EN EL ESTADO FRANCÉS EL 17 DE MARZO. MÁS DE TRES MESES DESPUÉS, LOS FAMILIARES Y ALLEGADOS DE 232 PRESOS VASCOS ENCARABAN CON INCERTIDUMBRE LA VUELTA A LAS CARRETERAS.

La «nueva normalidad» para los familiares y allegados de los presos vascos comienza en una furgoneta equipada con hidrogel y un medidor de temperatura láser. Tampoco faltan mascarillas para recorrer cientos y cientos de kilómetros hacia prisiones remotas. Todo para 40 minutos de visita que Iratxe Marko, pareja Joseba Lerin, preso en la cárcel de Puerto I de Cádiz, describe de la siguiente manera: «Estoy contenta por poder verlo pero con rabia por no poder tocarlo, nos separa un cristal. Tan cerca y a la vez tan lejos...».

Tan cerca porque, tras tres meses de espera en los que la falta de información, la incertidumbre y la preocupación han sido una constante, por fin pudieron realizar visitas de nuevo. Y tan lejos porque el virus ha agravado la crueldad de la dispersión tanto en la carretera como en las cárceles.

Y es que, tal y como señalan los informes de Etxerat, las presas y presos comparten durante toda la jornada dependencias comunes, algo que acelera la capacidad de contagio. Se trata, por otra parte, de una población debilitada por la dureza del propio régimen penitenciario, por la alimentación deficiente. A esto hay que añadir las deficiencias de los servicios médicos de las cárceles del Estado español.

Además, Josune Begiristain, amiga de Xabier Zabalo, explica que al llegar a la prisión de Puerto I los presos no llevaban mascarillas pero sí los funcionarios, que fueron «bastante estrictos». Además de la ausencia de contacto físico, la toma de temperatura y la obligatoriedad de llevar en todo momento mascarilla y guantes son algunas de las medidas que se encontró al entrar a prisión.

Asimimo, las huellas digitales se han suprimido por seguridad y cualquier paquete que se le quiera entregar al preso tiene que pasar entre cinco días y una semana de aislamiento.

Tanto Marko como Begiristain partieron en dos furgonetas el viernes por la tarde desde Bilbo y Donostia, acompañadas de familiares y conductores de Mirentxin, hacia las cárceles Puerto I, Puerto III y Sevilla. Otra furgoneta salió hacia Córdoba y una cuarta lo hacía en dirección a Granada y Almería. Una última marchaba a Herrera de la Mancha, en Ciudad Real. Antes de la pandemia, lo habitual era que se llenasen diez furgonetas y un autobús cada fin de semana.

«Hemos llegado a Cádiz tras diez horas de viaje. No había mucho tráfico y tampoco hemos visto controles», explica Fidel, conductor de Mirentxin que atiende, antes de comer y emprender el camino de vuelta, la llamada de GARA desde Sevilla. Mientras se realizaban las visitas por la mañana, tuvo la oportunidad de dormir seis horas y durante el trayecto fue turnándose el volante con su compañero Xabi.

No todos pudieron viajar

Al igual que Fidel, Patricia Vélez, portavoz de Etxerat que ayer estaba pendiente a través del Whatsapp de los regresos, destaca ya por la tarde que «todo ha ido con normalidad» en la primera jornada de visitas tras la pandemia. Normalidad, pero dentro de lo que cabe, pues «los vis a vis se han suspendido, aunque nos han dicho que igual en julio se retoman, y los locutorios que antes eran los fines de semana ahora son entre semana, a unas horas imposibles. Muchos presos han solicitado que se traspasen a los sábados».

Pese a las dificultades, Begiristain se muestra, en definitiva, «contenta», aunque admite que mediante las llamadas telefónicas y videollamadas «se ha hecho menos duro» el confinamiento y la espera. A lo que Marko añade que «han dejado de intervenir las cartas y si antes llegaban cada mes, ahora mucho antes».

Sin embargo, nada como volver a verlos en persona, oportunidad que otros muchos familiares y amigos no han tenido porque el jueves varios centros penitenciarios no habían confirmado si se permitirán las comunicaciones. Una «improvisación e incertidumbre» de la nueva normalidad del alejamiento aplicado a los presos políticos vascos que mucho tienen que ver con la vieja.