Javier Corera
KOLABORAZIOA

Isla de Santa Clara

Sin duda el alcalde Eneko Goia se expresa bien. Tiene un timbre de voz agradable y es pausado, de la escuela de Urkullu, con la ventaja sobre este de que no se le notan en la cara sus fobias políticas.

Creo que sería un gran comercial, de hecho nos ha vendido varios proyectos de gran impacto para Donostia, y que ya están en ejecución, sin apenas oposición por parte de los y las donostiarras. Cosa insólita en nuestra ciudad, acostumbrados a sacar punta y cuestionar desde pequeñas obras hasta el Kursaal. Cambio de actitud de la ciudadanía, quizás como consecuencia del discurso político anestesiante del PNV.

Se dice que los buenos vendedores suelen ser malos compradores y en el asunto de la isla de Santa Clara, al señor alcalde quizás le hayan tocado la fibra de la megalomanía y le han metido un gol por toda la escuadra. Dice Goia con respecto a la isla:

1. «La obra no afectará a la isla de Santa Clara» y se gestionarán visitas al faro. En la actualidad creo que el embarcadero está sin modificar. ¿Lo va a adaptar para visitantes con minusvalías? ¿Cómo van a acceder desde el embarcadero hasta el faro esas mismas personas? ¿Instalaran escaleras mecánicas, quizás un ascensor o algún vehículo para subir?

2. «En la isla hay mesas y sillas para domingueros y nadie se queja». Esta expresión me hace pensar que Goia no conoce la isla y su filosofía de uso. Asunto grave si es cierto. Para los donostiarras la isla ha sido, y parece que ahora en menor medida debido a la mayor afluencia de visitantes, un refugio y una zona de ocio ante el turismo en la ciudad. La asociación recreativa-cultural de la isla de Santa Clara ya se ocupaba desde antes de su fundación oficial en 1967, de ciertas actividades, trabajos y organización para la conservación y buen uso de la isla. Por distintos motivos hace años que no la piso, pero me consta que la asociación existe.

Esta asociación se ocupaba de mantener limpia, sin musgo, la rampa del embarcadero y las escaleras así como la limpieza de la propia isla y su vegetación. Creo que en la actualidad lo hace el Ayuntamiento. Gestionaron con el propio Ayuntamiento la traída de agua, electricidad y la construcción de unas cabinas. Decidían los lugares donde cada asociado instalaba su mesa y bancos, que no sillas, hechos de obra, teniendo en cuenta la distancia e intimidad, así como el respeto al entorno. Estas mesas se podían utilizar a partir de cierta hora del mediodía por cualquiera, si no habían venido los propietarios. Los vecinos de mesas solían indicar a los visitantes si iban a venir o no para no estar esperando para instalarse.

Sé que todavía organizan la fiesta del fin del verano en setiembre, con txupinazo, poteo popular, mus, chapuzón con hinchables, paella, cabezudos, etc. También se celebra el día de Santa Clara el 11 de agosto. La combinación entre el monte y la vegetación con el mar, así como el ambiente casi familiar que se creaba y que creo seguirá igual, no se debería perder. Por todas estas consideraciones se me hace muy cuesta arriba creer que la obra que están realizando «no afectará a la isla».No sé si el señor Goia se reunió antes de aprobar este proyecto con la asociación. Debería haberlo hecho.

De todas formas puede acercarse a meditar junto al busto de Luis Mari Iturri, alcalde de la isla, a ver si toma conciencia de las consecuencias que puede tener el citado proyecto sobre la conservación de la filosofía de recreo para las personas, así como la afección sobre la flora y fauna.