Tomás García Díaz
KOLABORAZIOA

Silencio y desprecio

La administración pública municipal tiene entre sus funciones fundamentales el servicio a los ciudadanos, para ello está dotada de medios físicos y humanos, y estos se caracterizan por ser profesionales a distintos niveles, con una preparación contrastada y recibiendo un salario acorde con su nivel de responsabilidad.

Quien determina qué servicio y cómo se presta es el equipo de gobierno municipal, elegido por los ciudadanos de forma periódica, así como las y los concejales que, sin responsabilidad de gobierno, son también representantes de la ciudadanía.

Este es un planteamiento muy genérico del funcionamiento de una administración municipal. Cuando cualquier componente de la ciudadanía se dirige a un departamento municipal y registra una petición, lo que se espera es una respuesta afirmativa o negativa a su solicitud, esto también de forma genérica.

Ahora veamos algo concreto: Departamento de Hacienda, Servicio de Recaudación. Asunto: comunicación de sanción con recargo de un 5%. Fecha: comienzo del estado de confinamiento y paralización de plazos (mediados de marzo).

Ante esta comunicación, el ciudadano se dirige por escrito al Ayuntamiento e informa que ha sido interpuesto recurso contencioso administrativo ante los juzgados de Vitoria-Gasteiz contra la resolución sancionadora y, en el mismo escrito, solicita la paralización de la vía ejecutiva de la sanción impuesta hasta que sea dictado auto judicial acordando o denegando las medidas cautelares solicitadas al juzgado.

Este escrito fue enviado por correo electrónico y registrado con fecha 17 de marzo, desde esa fecha y hasta el 26 de junio: silencio.

En todo este proceso de recursos, respuestas y más recursos hasta finalizar el procedimiento administrativo, ningún político del equipo de gobierno, ni fuera de él, nadie sabe nada, o mejor dicho, nadie quiere saber nada.

Ante estos hechos la pregunta es simple: ¿quién gobierna? ¿Técnicos? ¿Administrativos? ¿Sistema informático? Curioso, solo silencio, hasta que este se acaba y aparece una notificación de apremio y recargo con un incremento del 10% de la sanción, es decir, no solo ha existido silencio, sino que además se ha ejercido el desprecio más absoluto a lo solicitado en tiempo y forma.

Quizás queda de consuelo el hecho de que se ha colaborado con la institución, en cuanto a paliar, de alguna manera, la hipotética escasez de papel higiénico en las dependencias del Departamento de Hacienda y el escrito en cuestión ha ocupado su lugar.

Cualquier tiempo pasado, ¿fue mejor? No lo sé, pero ayer, hoy y, es deseable que mañana, el silencio no deba de ser remunerado, ni por contrato de trabajo, ni por elección popular.

Los ciudadanos en cuanto que personas y contribuyentes nos merecemos un respeto, que en este caso no se ha dado; el desprecio corresponde a otro tipo de sociedades, no a la nuestra. Lo deseable es la superación del silencio y desprecio que han dado lugar a este escrito.