Iñaki IRIONDO
RELACIONES ANTES Y DESPUÉS DEL 12 DE JULIO

Los dos pactos del 20 de mayo y un depósito de confianza

Que el PNV haya desvelado ahora que el 20 de mayo el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, y la vicepresidenta del Gobierno español, Carmen Calvo, firmaron un pacto, invita a echar la vista atrás y mirar qué cosas se dijeron aquellos días y qué consecuencias han tenido.

Sabíamos que el 20 de mayo hubo un pacto que fue público y dio mucho de qué hablar. Fue el que firmaron EH Bildu, PSOE y Unidas Podemos, en el que, además, de acordar la derogación de la reforma laboral de Mariano Rajoy, recogía también que «la capacidad de endeudamiento de la Comunidad Autónoma Vasca y de la Comunidad Foral de Navarra se establecerán exclusivamente en función de sus respectivas situaciones financieras».

Este miércoles, el enfado del PNV con el Gobierno de Pedro Sánchez le llevó a desvelar públicamente que aquel mismo 20 de mayo, el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, también firmó otro pacto con la vicepresidenta del Ejecutivo español, Carmen Calvo, y también sobre el endeudamiento de Lakua, que durante este tiempo se ha mantenido en secreto y que los jeltzales consideran incumplido, hasta el punto de que su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, le espetó al presidente que «no se moleste en llamar a la puerta de EAJ-PNV» mientras no lo cumpla.

Repasar ahora la hemeroteca de aquellos días y las declaraciones públicas de portavoces jeltzales, sabiendo hoy que acababan de firmar un pacto con Carmen Calvo, causa cierta perplejidad. Al PNV, aunque lo intentó, se le hizo difícil disimular el malestar que le había causado dejar de ser el único posible apoyo vasco del Gobierno. Su estrategia pasó por un lado por destacar que el acuerdo sobre la derogación de la reforma laboral había durado apenas unas horas. Pero en lugar de afear eso al PSOE, por incumplir su palabra, lo utilizaron para tratar de ridiculizar a EH Bildu.

La otra pata de su plan de comunicación fue mostrar unos días después un gran enojo con el Gobierno de Pedro Sánchez, y en ello participaron tanto el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, como el lehendakari, Iñigo Urkullu, que decidió romper aquel fin de semana su cuarentena de entrevistas para ofrecer un par al Grupo Vocento.

Muy destacadas y todavía recordadas fueron las declaraciones de Ortuzar en ETB advirtiendo con rotundidad a Sánchez de que el «depósito de confianza» de su partido tiene ya «la luz de reserva encendida» y le emplazó a elegir «con quiénes quiere gobernar», añadiendo la advertencia de que «en mitad del río no es bueno cambiar de caballo».

A la vista de lo que se conoce a estas alturas, parece ser que no es EH Bildu el único que padece los engaños del PSOE o la falta de palabra del Gobierno de Pedro Sánchez. Pero esto, como aquello, no es demérito del defraudado sino del defraudador.

Lo que resulta más difícil de entender es todo aquel alboroto sobre el «depósito de confianza», que duró varias jornadas, sabiendo que ambas partes tenían recién cerrado un pacto nada menos que con las firmas de Andoni Ortuzar y Carmen Calvo. El tema se estiró hasta que se cerró también otro pacto sobre el Ingreso Mínimo Vital, que echó unos eurillos de confianza en el depósito jeltzale.

El acuerdo de EH Bildu con PSOE&punctSpace;y Unidas Podemos de aquel mismo 20 de mayo también ha tenido sus consecuencias, más allá del cumplimiento de su literalidad. Desde entonces se ha naturalizado el reconocimiento del grupo de la izquierda independentista como un interlocutor en el Congreso de los Diputados.

Por ejemplo, esta misma semana Unidas Podemos trató de salvar el dictamen de medidas sociales para la reconstrucción poscrisis con un acuerdo con EH Bildu, que no fue posible porque el PSOE no aceptó las condiciones sobre pensiones y otros puntos, no por ningún otro apriorismo. Y, además, ya nadie se ha escandalizado por ese intento de uno de los dos socios del Gobierno.

No es ninguna novedad, pero se ha vuelto a comprobar que el PSOE puede retardar sus compromisos tanto con el PNV como con EH Bildu, con lo que los jeltzales no están en condiciones de reirse de nadie. Y parece que deberíamos aprender a poner en cuarentena los arrebatos escenográficos de enfrentamiento de Sabin Etxea con la Moncloa, no vaya a ser que ayer mismo firmaran otro pacto.