Amparo Lasheras
Periodista
AZKEN PUNTUA

Como una muerte anunciada

La tragedia de Moria era algo previsible. No en vano se ha dicho que el campo de refugiados de Lesbos era el «infierno» del mar Egeo. Todo lo que ahora se nos presenta en imágenes impactantes que hoy abren telediarios, periódicos, tertulias y editoriales de la prensa más convencional, ya estaba dicho. Activistas de organizaciones solidarias, con criterios muy diferentes a la hora de entender y practicar la solidaridad y la militancia internacionalista, lo han denunciado, un día sí y otro también. Y lo han hecho allí donde se lo han permitido y donde se les ha dado voz, ya fuera en el corto espacio de una línea, unos segundos de micrófono o un mensaje de urgencia en las redes sociales. La aplastante soledad de las denuncias se ha estrellado siempre contra la oficialidad y la crueldad de las políticas de muerte europeas, pero también contra la indiferencia de una población de sofá, que mira las tragedias ajenas como si fuera la película de los sábados por la tarde. Lo sucedido en Moria no es más que el desenlace de una muerte anunciada. «En el campo todo va a peor, la gente muere, ya no hay esperanza, es como si también la hubieran asesinado», contó en febrero un activista que llevaba más de dos años en el campo de Lesbos. El mundo sigue dando vueltas y vueltas en un mismo sentido, tengo miedo a que la desesperanza me gane.