Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Coco, el pequeño dragón. Aventuras en la Jungla»

Los dragones también disfrutan del verano

El impacto de la pandemia sobre la Industria ha motivado un recelo por parte de las compañías que, salvo excepciones, prefieren guardar en la recámara sus proyectos estrella, esperar a tiempos mejores para poder engrosar sus deterioridadas arcas y estrenar películas que aguardaron su momento con paciencia. En esta tesitura, la cartelera se ha convertido en un cajón de sastre en el que tienen cabida todo tipo de producciones que, como en el caso del filme que hoy nos ocupa, tal vez nunca hubiera sido estrenado. Una vez más, el público infantil se convierte en objetivo comercial de una película de animación que nunca alza el vuelo y se queda en una incómoda tierra de nadie. Tomando como referencia la saga de cuentos infantiles del escritor e ilustrador alemán Ingo Siegner, “Coco, el pequeño dragón. Aventuras en la jungla” es, tal y como revela el título, la segunda entrega de una saga que en su vertiente literaria ha cumplido más de 20 años y que en su faceta animada, parece haber sido concebida en igual tiempo. Lastrada por un envoltorio técnico muy pobre, la trama sigue la ruta del protagonista, un pequeño dragón que vivirá una aventura accidentada en compañía de sus amigos –el también dragón Óscar y la puercoespín Matilda– cuando se dirigen a un campamento de verano organizado en la isla que habita.

El mensaje que maneja el filme es tan modesto como efectivo, todo transcurre por derroteros consabidos con el objetivo de hacer que los más pequeños disfruten de una función carente de riesgos y en el que el viaje vuelve a revelarse iniciático en cada uno de los peligrosos tramos que comparten los protagonistas de una ruta fluvial animada por plantas carnívoras y otra especie de dragones con malas pulgas.

Básicamente, la película viene a confirmar que no todo vale a la hora de enfrentarse a un público tan selecto e inteligente como el infantil.