GARA
BERLÍN

Alemania también se olvida del rigor presupuestario para 2021

Berlín fue el abanderado de la austeridad durante la larga década que siguió al estadillo de la crisis económica global allá por 2008. En cambio, ahora apuesta en viajar en sentido contrario, defendiendo el incremento del déficit para invertir más de lo que ingresan las arcas públicas anualmente. Lakua se sitúa a rebufo, con el acuerdo de Madrid.

¿Ganó Schäuble la batalla de la deuda griega a Varoufakis, pero perdió la guerra ideológica sobre cómo debe actuar el Estado del bienestar en tiempos de crisis? La respuesta que se dé ahora a un debate que se produjo hace cinco años solo tiene sentido si se dejan al margen todas las particularidades que diferencian ambos escenarios y, ciertamente, son muchas.

Lo que sí está claro es que en Alemania –no solo en su Gobierno federal– han cambiado los discursos y en esta nueva crisis global ni siquiera Wolfgang Schäuble –el dirigente de la CDU es ahora presidente del Bundestag– aboga por la austeridad.

Ayer, su sucesor al frente de las Finanzas en el Ejecutivo de coalición que preside Angela Merkel, el socialdemócrata Olaf Scholz, informó de que el consejo de ministros aprobó el borrador del presupuesto federal para el año que viene, que prevé 96.200 millones de euros de déficit para afrontar las consecuencias económicas de la crisis del coronavirus.

Las cuentas públicas prevén un gasto total de 413.400 millones de euros. Tras las actualizaciones para hacer frente a la pandemia, el presupuesto de este 2020 se ha elevado hasta los 508.500 millones de euros, con 217.800 millones en déficit.

Deuda con tasa negativa

De esta forma, Alemania ratifica el abandono del rigor presupuestario y tendrá que endeudarse fuertemente por segundo año consecutivo ante el impacto continuado de la pandemia.

«Para 2020 y 2021, estamos obligados a pedir al Bundestag (la Cámara Baja del Parlamento) que nos permita pedir prestada una suma inusualmente alta», asumió el ministro de Finanzas. «Frente a la crisis, no vamos a ahorrar», aseguró para añadir que «no hacer nada costaría mucho más caro».

Por lo tanto, el Estado alemán, cuya deuda se espera que alcance el 75% del PIB en 2021, frente al 59,5% en 2019, está incumpliendo por segunda vez consecutiva sus estrictas normas constitucionales. Las mismas normas que, con la ayuda de los ahora denominados “países frugales”, instó a aplicar al conjunto de Estados miembros de la UE como condición sine qua non para recibir fondos, en forma de préstamos, que les permitiese salir del largo túnel de la anterior crisis.

Lo que también ha cambiado en estos últimos años, a mejor para las arcas germanas, es el mercado financiero, de tal forma que la deuda alemana no solo sigue siendo, prácticamente, la mejor valorada, sino que además el Estado alemán cobra por la deuda emitida, en lugar de pagar intereses. Por ejemplo, la pasada semana colocó 3.279 millones de euros en bonos a siete años a una tasa del -0,62%.

Azpiazu: «Seamos keynesianos, demos aire a la inversión pública»

El consejero de Economía y Hacienda, Pedro Azpiazu, adelantó ayer que el Ejecutivo de Lakua negociará la próxima semana con el Gobierno de Pedro Sánchez el aumento del déficit para las diputaciones forales y los municipios de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Tal como explicó durante una entrevista en Radio Euskadi, para elaborar los presupuestos, el Gabinete de Iñigo Urkullu tiene que negociar el déficit previamente en la reunión de la Comisión Mixta del Concierto Económico que se celebrará, previsiblemente, el 30 de setiembre. Recordó que en julio ya hubo un acuerdo con Madrid para fijar en el 2,6% el déficit de las cuentas autonómicas de la CAV.

Tras concretar el endeudamiento, el 15 de octubre se reunirá el Consejo Vasco de Finanzas Públicas para analizar la recaudación de impuestos. En este órgano están representados los municipios, las diputaciones y el Gobierno autonómico. Azpiazu comentó que la caída de la recaudación no llegará al 20% que había previsto el Ejecutivo durante el confinamiento, sino que tendrá «una tasa algo más reducida».

Descartó hacer nuevos recortes, asumiendo que la crisis ha creado precariedad y desigualdad que se deben minimizar, y rechazó rebajar los salarios de empleados públicos. «Seamos keynesianos, demos aire a la inversión pública. El coste de la deuda es asumible», subrayó. GARA