Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «El Drogas»

A pecho descubierto

Enrique Villarreal se enfrenta ante el espejo que le ha colocado el realizador Natxo Leuza en un ejercicio de extrema honestidad que visto su resultado, no ha debido de resultar nada fácil para su protagonista.

El Drogas se planta a pecho descubierto en un relato desnudo de artificios y mucho más complejo de lo que puede suponerse a simple vista. La crónica vital de un chaval criado en la Txantrea y que encontró en la música una ventana abierta por la cual colar sus impresiones y emociones, se transforma en una ruta vital de gran intensidad en la que cada uno de sus tramos aporta un punto de interés al conjunto. Más allá de revelarse como un autor que ha firmado algunos de los temas fundamentales en la banda sonora que nos ha acompañado en diferentes fases de nuestras vidas, el protagonista comparte con el espectador las interioridades de una mecánica cotidiana, política, social y afectiva que desarma por su humildad y sinceridad.

Desde los orígenes de Barricada, pasando por su recordatorio de la memoria histórica o derivando hacia esos pasajes en los que la explosión salvaje de la banda de Iruñea le hizo coquetear con los paraísos artificiales y el divismo alimentado por la fugacidad del éxito. Al relato se suma su dolorosa marcha forzada de Barricada y el reencuentro con Boni. En mitad de este viaje se suma la necesaria aportación de quienes comparten profesión, y sobre todo, de quienes le conocen fuera del escenario. Por ello, la presencia de su compañera o “socia”, Mamen es fundamental a la hora de completar una radiografía íntima y de obligada visión no solo porque aporta un completo perfil del artista, sino porque nos habla de un periodo histórico que siempre se plasma de manera farragosa e interesada. Es, en este apartado, donde el cineasta acierta de pleno a la hora de colocar la cámara –de manera física y figurada– a distancia prudente y respetuosa del filmado.