Josu MONTERO
Escritor y crítico

Enredados

Hemos confiado a los técnicos informáticos, a los programadores de algoritmos, nada más y nada menos que la labor de explicarnos el mundo. Y si lo pensamos un poco, la cosa produce escalofríos. Hemos endiosado la tecnología digital convirtiéndola en nuestro Becerro de oro. Y la manera de pensar de la tecnología consiste en la persuasión constante, en hipnotizar nuestra atención y en minimizar el pensamiento. Al tiempo que nos íbamos enredando en las redes se provocaba ese proceso de desprestigio de todo conocimiento humanístico en el sistema educativo, que se ha plegado como pocos a la paleta fascinación de lo digital. Y en esas ha llegado la Pandemia, que ha acelerado ad nauseam nuestra total e incondicional entrega a las pantallas y pantallitas, esas cuyos dueños no hacen sino multiplicar sus inmensas fortunas, en medio de la debacle económica, a costa de nuestra salud mental y, sobre todo, de nuestra humanidad.

El director de orquesta argentino Daniel Baremboim, como tantos otros curtidos y poco esperanzados humanistas, ha alertado recientemente sobre internet: «Da posibilidades únicas, pero mata la curiosidad. Si necesitas algo, das con el dedo, y ya. Eso provoca que confundamos conocimiento e información. La curiosidad requiere tiempo y nuestra sociedad es impaciente. La curiosidad es el elemento que te hace progresar». Y termina con una reflexión dramática: «Se habla del espíritu del tiempo, el Zeitgeist que dicen los alemanes, pero nuestro tiempo carece de espíritu. Se valora lo mecánico, lo tecnológico, la velocidad, y poco más».