Dabid LAZKANOITURBURU

Oídos sordos al clamor diplomático por el diálogo en el Cáucaso Sur

Armenia, por «prematuras», y Azerbaiyán, por «integridad territorial», descartan conversaciones bajo mediación rusa a instancias del Consejo de Seguridad de la ONU. Turquía insiste en que la diplomacia «no funciona». Todo ello en el cuarto día de combates.

El primer ministro armenio, Nikol Pachinian, ha cerrado la puerta a negociaciones de paz inmediatas bajo la mediación rusa horas después de que el Consejo de Seguridad de la ONU apelara por unanimidad al fin de las hostilidades y a la reanudación de las negociaciones.

Pachinian recordó que «siguen en curso intensos combates» y añadió que «hace falta una atmósfera y condiciones adecuadas para negociar».

El presidente azerí, Ilham Aliev, advirtió de que proseguirá su ofensiva hasta que Armenia se retire de Nagorno Karabaj. «Queremos restablecer nuestra integridad territorial y lo vamos a hacer», advirtió.

Moscú, que mantiene relaciones con ambos bandos, teme una desestabilización de la región caucásica y ha propuesto el despliegue en Nagorno Karabaj de efectivos de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), surgida tras el fin de la URSS y de la que forman parte, además de la propia Rusia, las antiguas repúblicas soviéticas de Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán.

Rusia copreside, junto a EEUU y el Estado francés, el Grupo de Minsk que, desde los noventa, sigue sin lograr una solución al conflicto en torno al enclave de Nagorno Karabaj, de mayoría armenia y arrebatado a Azerbaiyán junto con las localidades adyacentes, de mayoría azerí.

Ankara rechaza la diplomacia

Turquía, dispuesta a apoyar militarmente a Azerbaiyán a retomar el control de Nagorno Karabaj ha arrojado dudas sobre los esfuerzos diplomáticos.

«Si Azerbaiyán quiere resolver este problema sobre el terreno, estaremos a su lado», declaró el ministro turco de Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, quien añadió que la diplomacia no ha funcionado «hasta hoy».

Turquía es la única potencia que no ha apelado a un alto el fuego y ha responsabilizado exclusivamente de la crisis a Armenia, su enemigo histórico.

El Kremlin ha instado a Ankara, con la que mantiene tensas pero pragmáticas relaciones, a que se abstenga de «echar fuego a las brasas» y a que «se implique a favor de la paz».

Una paz que no se atisba. En el cuarto día de combates, Azerbaiyán denunció una ofensiva armenia frustrada contra Magadis, al este de Nagorno Karabaj. Armenia denunció el bombardeo con misiles de largo alcance al norte del enclave, «sobrevolado por F-16 turcos».

Ambos bandos están alimentando el fervor patriótico con su retórica bélica.

Además de Rusia y Turquía, hay otros actores aunque con menos juego: Irán y Occidente

Rusia por cuestiones históricas y geográficas, y cada vez más la Turquía neotomana de Recep Tayip Erdogan, juegan un papel central en la crisis en el Cáucaso Sur

Pero hay otros agentes en juego, con un papel evidentemente menor pero que pueden ganar peso si el conflicto se mantiene y se agrava.

Uno de ellos es Irán. Fronterizo con ambos contendientes, siempre ha aspirado a mediar pero Azerbaiyán siempre ha recelado del proselitismo religioso de Teherán y de sus ambiciones regionales. En contrapartida, Irán mira con aprensión los lazos de Bakú con la importante minoría azerí que vive en el norte del Estado persa por temor al impulso de movimientos nacionalistas. A Teherán tampoco le agrada la cooperación militar de Azerbaiyán con Israel.

Irán mantiene una relación privilegiada con la Armenia cristiana y participa en el desarrollo de infraestructuras gaseras y de carreteras. De ahí que su propuesta de mediación tenga pocos visos.

Las principales capitales occidentales han instado al cese de hostilidades y Washington y París forman parte del grupo de Minsk.

Las opiniones públicas estadounidense y francesa están influenciadas por las importantes diásporas respectivas.

Lo que convive con el interés energético occidental por Azerbaiyán, de donde recibe suministro de los gasoductos azeríes y por sus importantes yacimientos.

Quizás todo ello explique que la presión a ambos bandos lleve años fuera de la agenda diplomática occidental. ¿Hasta ahora? D.L.