Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «The Vigil»

El diablo de Auschwitz reaparece en Boro Park

Una de las mejores escuelas a lo largo de la historia del cine ha sido la de cómo hacer mucho con poco, y por eso la productora Blumhouse sirve de plataforma de lanzamiento a jóvenes talentos del cine de terror, que aprenden el oficio a fuerza de tener que sacarle rendimiento creativo a los bajos presupuestos que pone en sus manos Jason Blum. El thriller claustrofóbico se presta a la estrategia del ahorrro, en la medida que hay que jugar con el rodaje en interiores y escasos decorados, la fotografía sin apenas iluminación y la atmósfera derivada del argumento inquietante de turno. Un contexto lleno de limitaciones en el que hay que destacar el original trabajo del debutante Keith Thomas, que no ha tardado en ser llamado por Hollywood para una nueva y prometedora adaptación de la novela de Stephen King “Ojos de fuego”, con la ventaja de saber que la versión de 1984 no fue muy destacada, siendo únicamente recordada por la presencia estelar de una infantil Drew Barrymore.

Detrás de “The Vigil” (2019), película que fue seleccionada para la sesión de Clausura de la 52 edición del festival de Sitges, hay un autor de género reconocible. En su faceta de guionista Keith Thomas ha escrito una historia novedosa, al apartarse del trillado modelo de exorcismo católico preconizado por “El exorcista” (1973), e introducir un ritual fúnebre judío ortodoxo centrado en la figura del velador o “shomer”, con la peculiaridad de que el difunto al que ha de velar el joven protagonista fue un superviviente del Holocausto a quien el diablo tampoco deja descansar en paz en su última morada del barrio hebreo de Boro Park (Brooklyn).

Sabedor de que el trasfondo cultural de su película la hace diferente, Thomas prefiere ir a lo seguro como realizador, buscando provocar sustos en la platea mediante métodos tradicionales y efectivos como pueda ser el “jump scare” sonoro.