Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Cunningham»

La danza está al servicio de la imagen

La debutante Alla Kovgan ha seguido el camino marcado por el también alemán Wim Wenders con “Pina” (2011), que fue el resultado del paulatino alejamiento de sus obras maestras en la ficción para refugiarse en el género documental, y así es como pudo experimentar con el 3D para captar el movimiento total de las coreografías de su compatriota Pina Bausch. Y no lo digo solo porque “Cunningham” (2019) utiliza igualmente el recurso tridimensional, más bien por su similar tratamiento enfocado en anteponer el trabajo creativo del bailarín y coreógrafo estadounidense Merce Cunningham sobre su biografía y perfil personal. Tal vez se sobreentiende que la vertiente artística ya refleja de por sí la psique y trasfondo anímico de quien fuera pareja sentimental del músico John Cage, con el pintor Robert Rauschenberg formando un trío vanguardista desde sus tiempos jóvenes en el Black Mountain College.

La obra de Cunningham, que la película recoge durante el periodo histórico que va de la posguerra a inicios de los años 70, plasma el debate que mantuvo con su compañero de tanto tiempo. Cage afirmaba que cualquier sonido podía ser música, algo que, si bien Cunningham aplicaba a su disciplina sosteniendo que cualquier movimiento se convierte en baile, se servía en cambio de un camino mucho más metódico basado en el ensayo para llegar a la libertad musical del otro. Punto de discrepancia que le llevó a concluir que la danza no está al servicio de la música, sino de la imagen.

Un discurso al que se acoge de mil amores Alla Kovgan para jugar con todo tipo de herramientas visuales, haciendo que la cámara sea un bailarín más dentro y fuera de las coreografías actuales de la compañía de baile fundada por el recordado Merce Cunningham. Esos números, desplegados en distintos escenarios de interiores y exteriores, se alternan con el material de archivo en forma de collage.