Raimundo Fitero
DE REOJO

Los odios

Hace unos días la policía del consentidor ministro con perrita, Marlasca, denunció a unos manifestantes por odio ideológico, por estar en contra de los fascistas. La cosa es peculiar y muy grave: los fascistas, franquistas y neonazis pueden salir a la calle, dar de hostias a quien se ponga por delante, recibir la comprensión de los chicos y chicas de la porra y nunca son denunciados por delitos de odio. Se considera, al parecer, por el entramado posfranquista de jueces, ministros y cuerpos de seguridad, que el franquismo fue benefactor, estuvo mandado por dios para cambiar el error histórico de que ganase las elecciones un frente popular. Ellos no generan odio ni cuando se meten con homosexuales, emigrantes o ciudadanía en general que no comulga con sus ideas totalitarias.

Como en estos momentos que las fuerzas reaccionarias consideran que es ilegítimo el Gobierno porque es una coalición donde hay unos ministros (o ministrillos según se mire) que dijeron en su juventud que eran comunistas y que hacen, en el mejor de los casos una labor de socialdemocracia de baja intensidad. De tal manera que el hombre indocumentado asegura que está dispuesto a negociar el cambio constitucional de nombramiento de los responsable del poder de los jueces si no está presente Unidas Podemos. 

Es incomprensible el suceso parisino en que un profesor fue decapitado por el hecho, según dicen, de que enseñó en clase las imágenes de unos chistes contra Mahoma para hablar de la libertad de expresión. Parece ser que un muchacho musulmán de origen checheno se sintió ofendido y decidió, quizás en compañía de otros, cortarle la cabeza. Decapitarlo. Una salvajada. El odio ideológico llevado a los extremos. No hay por dónde coger esta situación. Hay doctrinas de odio que hay que combatir sin ambages.