Daniel GALVALIZI
MADRID

El PP pasa a fase de choque con Vox, que pierde por paliza la moción

Pablo Casado decidió desmarcarse con duras críticas a la ultraderecha y especialmente a Abascal, a quien llamó «demagogo» y «estrambótico». La moción de censura fue rechazada ayer por un récord de votos en contra: 298. Fuertes cruces de las derechas con Unidas Podemos y PSOE y crispación tras 17 horas de debate áspero y sin sentido.

Un día y medio con el Congreso de los Diputados abocado a una moción de censura que será recordada en los anales parlamentarios no solo como la quinta desde la caída del franquismo, sino como la que más votos en contra ha cosechado. La ultraderecha de Vox se quedó completamente sola, votándose a sí misma (52 escaños) y sin siquiera granjearse una abstención ni acercamiento con ningún otro grupo. Los 298 diputados rivales le dijeron no.

La sorpresa del día, y la mayor en mucho tiempo, fue el giro estratégico del Partido Popular. Su líder, Pablo Casado, mantuvo la incógnita hasta último momento. El júbilo de sus diputados hizo parecer que muchos se enteraron ahí mismo de que el PP votaría «no» en vez de abstenerse, como pedía la exportavoz Cayetana Alvarez de Toledo, nuevo totem de la otra alma del PP, la más escorada a la derecha.

Finalmente fue mucho más que un voto negativo. Fue un desmarque contundente y un pase a la ofensiva contra Abascal, que el tiempo dirá si fue táctico o si será permanente, ya que el PP necesita a Vox para sostener los gobiernos autonómicos de Andalucía, Madrid y Murcia, como recordó la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, a los ‘populares’: «Ustedes sin Vox no son nada».

Ante la sorpresa de propios y ajenos –alcanzaba ver en el hemiciclo del Congreso el lenguaje no verbal de las caras de Inés Arrimadas (Cs) y de algunos ministros–, Casado afirmó mirando a Abascal: «La moción de censura es un mecanismo constructivo y estamos votando si usted y su partido tienen solvencia para liderar la nación más vieja de Europa. La respuesta es no». «El tiro le ha salido por la culata», disparó, y le recriminó a Abascal «haber insultado al partido que le dio trabajo durante 15 años». En cierta forma, Casado acabó copiando a Vox en eso de decir sus verdades sin complejos, salir del off-the-reccord de pasillo para señalar en el estrado lo que piensa tras bastidores: «Vox es el seguro de vida de Sánchez» y «cómplice en la polarización» fueron algunos de los ejemplos.

«Lo que queda retratado es la destrucción que produce la política de división de Vox. Usted sólo ofrece a España enfados y fracturas y a la izquierda una garantía de victoria perpetua», señaló, para luego calificarlos de «puro populismo, prefiere sepultar el interés nacional bajo su interés propio».

Tras cuestionarle su discurso anti Unión Europea, «la conspiración judeomasónica» en alusión a las menciones a George Soros y «lo del virus chino» escuchados en el discurso de «desvarío estrambótico» de Abascal, Casado le habló a sus votantes y prometió «no arriar» las banderas que viene apoyando, reivindicó a la UE, el matrimonio igualitario y el municipalismo.

En su réplica, dos veces Abascal admitió tener «perplejidad» pero le prometió que no iba a hacer pagar «el error» cometido ayer y no dejaría caer los gobiernos de Andalucía, Madrid y Murcia. «Usted ha pateado sin misericordia a sus socios», le dijo el líder de Vox, quien se mofó de las ovaciones de la bancada del PP. «Ese júbilo y aplausos me recuerda al de la orquesta del Titanic, pero hoy usted ha dado tristeza y desesperanza».

El vicepresidente Pablo Iglesias felicitó a Casado por un «discurso brillante» aunque lamentó que haya llegado «demasiado tarde» y, leyendo encuestas y reflexionando sobre la derecha europea, sentenció que el PP y Ciudadanos están ahora atrapados por la lógica de la ultraderecha por la cual «nunca» podrán llegar a ser gobierno.

El duelo final, cuando llegaba la hora décimo séptima de sesión, fue entre Sánchez y Abascal. El presidente del Gobierno se regocijó del resultado y hasta se permitió vacilarlo: «Usted no tiene ni la más remota idea de qué hacer con España. Creo que (la derrota) será hasta un alivio para usted mismo». El líder de Vox respondía que volvería «a las calles a pedir elecciones libres» para que los españoles puedan elegir «entre la ruina y una alternativa patriótica y social». Llegaba así el final de dos sesiones que fueron un temporal de agravios y crispación que para lo único que sirvieron fue para abrir una batalla en las derechas que el tiempo dirá hasta dónde llega.