Juan Izuzkiza
Profesor de Filosofía
KOLABORAZIOA

De pajes y de bufones

Dar la consideración de mítico al inicio de “2001: una odisea en el espacio”, de Kubrick, no es incurrir en ninguna exageración y si lo es, pues valga la exageración. En dicho inicio –"Amanecer del hombre", se titula– los homínidos viven un salto de conciencia en el momento en el que misteriosamente se les aparece un monolito negro. A partir de esta visión comienza la relación activa del hombre con su entorno.

El monolito es distinto a «todo lo que hay»; y ni tiene manual de instrucciones ni sirve para otra cosa más que para manifestarse en su pura presencia; la figura geométrica que tanto aturde, atemoriza y atrae a esos primeros homínidos, se inicia y se acaba en sí misma: la mole es un fin en sí misma. Es, dicho de un modo más genérico, una gran manifestación estética que impele a quien está ante su presencia a la realización de nuevas acciones, nunca antes realizadas.

En antropología la explicación va más a ras de suelo científico, pero en el fondo se acepta esta tesis metafísica de Kubrick. La irrupción de la herramienta resultó fundamental para la evolución humana, pero lo que realmente representó un hito evolutivo fue el momento en el que esas herramientas empezaron a ser adornadas, dicho de otra forma, el verdadero salto en la evolución se dio no tanto con la tecnología y sí mucho más cuando se vislumbró la aparición del fenómeno estético.

Esta aparición de lo estético vino de la mano de la temprana ritualización de la muerte. Al ritualizar la muerte, al enterrar de determinada forma a los muertos, al incluir sacrificios de diversa índole, lo que se hacía era adjudicar un poder a los muertos sobre los vivos, es decir, se pensaba ya en la muerte como creadora de otra realidad que tenía efecto sobre la realidad de los vivos. A través del rito se introducía un orden sobre el aparente caos, se proponía, por decirlo metafóricamente, una música sobre el ruido disarmónico.

La estética es, por lo tanto, la disciplina que mejor entiende esta aproximación a «lo totalmente otro» como posibilidad, y por ello imita la posibilidad mencionada al crear las obras de arte. En tanto que generadora de posibilidades mejores, la vinculación que la estética tiene con la política (y, ¡cómo no!, con la ética), parece obvia o, por decirlo con más contundencia, no puede haber política si no va acompañada de la estética, aunque por desgracia, en muchas ocasiones este emparejamiento se nos olvide.

Llegados a este punto, me pregunto ahora: ¿dónde está la estética en ese presidente autonómico del Reino de España cuando habla de ir a una farmacia para comprar algo que le impida vomitar cuando se voten los presupuestos de esta legislatura propuestos por su mismo partido?

Como de farmacias va la cosa vomito, con la misma medicina antiestética, la respuesta: cuando el paje del rey dice lo que dice y lo dice donde lo dice quiere también ser bufón, y no parece darse cuenta de que todo a la vez no se puede ser. Los bufones siempre han sido grandes e iconoclastas estetas que pasan olímpicamente del aplauso enlatado, los pajes, sin embargo, son serviles y tienen muchas aspiraciones personales y saben perfectamente que se cumplen, solo, si así lo disponen sus señores.

En fin, parece que algunos políticos no llegan nunca a ver el monolito, ¡y ni quieren!, no vaya a ser que pierdan sitio, pero entonces nos arriesgamos a que todo sea como ya es muchas veces: simplemente cutre.