EDITORIALA
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Un acuerdo comercial que redibuja el mundo

Centradas las miradas en la transición presidencial estadounidense, el fin de semana pasó desapercibida la firma de la Asociación Económica Integral Regional (AEIR) entre los principales países de Asia y Oceanía, con la excepción de India. Se trata de una noticia de una envergadura colosal que, paradójicamente, culmina como ninguna otra la presidencia de Donald Trump en EEUU. Una de sus primeras decisiones al asumir el poder en 2016 fue salir del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) que su país negociaba con países asiáticos y latinoamericanos, con el objetivo de aislar al gigante chino y alejar de sus redes a sus vecinos. Que su mandato concluya con un acuerdo que Washington había tratado históricamente de evitar es un buen resumen de la herencia geopolítica de Trump. También es un adelanto del nuevo orden mundial que, poco a poco pero acelerado por la pandemia, empieza a adivinarse. Los mapas se están redibujando y Europa, por cierto, apenas aparece en ellos.

Esta entente entre quince países, entre los que además de China encontramos a pesos pesados regionales como Japón, Corea del Sur y Australia, supone el mayor acuerdo de libre comercio firmado en el mundo. Engloba el 28% del comercio internacional y reúne al 30% de la población de todo el planeta, 2.200 millones de personas. No son cifras menores, sobre todo teniendo en cuenta que no incluyen a EEUU. Es la primera vez que un acuerdo comercial de estas dimensiones sale adelante sin Washington.

El acuerdo, que todavía debe ser ratificado por los países firmantes, prevé bajar los aranceles hasta el 90%, lo que beneficiará especialmente a China –todos los acuerdos de libre comercio acaban beneficiando, sobre todo, a las grandes potencias firmantes–. Pekín sigue tomando posiciones geoestratégicas clave en el tablero mundial, desplazando en términos comerciales a unos Estados Unidos en declive internacional. Lo hace más silenciosamente, con menos moralina y parafernalia discursiva, de forma igualmente implacable y, a estas alturas, de manera quizá irreversible.