Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «El año del descubrimiento»

Pantalla partida para una sociedad rota

De vez en cuando viene muy bien que alguien nos dé una sonora bofetada en contestación a nuestros comentarios más llenos de prejuicios. El joven cineasta murciano Luis López Carrasco manda callar a quienes hemos abusado de la queja sobre la inexistencia de un cine político en el Estado español, a quienes mantenemos el discurso negacionista de que las nuevas generaciones han renegado del compromiso ideológico radical. Pero hay que dejar paso a este exmiembro del colectivo de cine militante Los Hijos, cuya carrera en solitario es una reafirmación de que para tener memoria histórica no hace falta haber nacido en el 36. De hecho, el título de su demoledor documental de casi tres horas y media se refiere a 1992, cuando él todavía era un niño. Algo le debió de marcar entonces, porque ahora en su adultez reconstruye aquel periodo para desmontar la historia oficial y dar voz a la clase obrera, en un intento por recuperar el protagonismo que le fue arrebatado a través de las estrategias desmovilizadoras de una izquierda vendida al poder económico.

En “El año del descubrimiento” (2020), Luis López Carrasco conecta con su anterior largometraje “El futuro” (2013), donde un grupo de jóvenes conversaban en un bar sobre la situación de incertidumbre que se abre para esos hijos e hijas de una democracia hipotecada. La nueva grabación ha sido hecha en un café-churrería de Cartagena, con gente de clase trabajadora que debate sobre la crisis, que hoy en día no es sino una consecuencia de la Transición pactada por los líderes políticos.

La utilización de la pantalla partida es magistral, al establecer un diálogo entre el pasado y el presente, con declaraciones anónimas que se superponen a las imágenes de denuncia, dentro de una unidad temporal que conecta la lucha en la calle contra la reconversión industrial de principios de los 90 con la realidad actual del fiasco neoliberal.