Iraia OIARZABAL
DONOSTIA
Elkarrizketa
ITZIAR ZIGA
ESCRITORA Y ACTIVISTA FEMINISTA

«El estigma de maltratada ha ido atravesando mi vida y no me daba cuenta»

Itziar Ziga acaba de publicar el libro “La feliz y violenta vida de Maribel Ziga” (Editorial Melusina), en el que narra con crudeza y amor la historia de maltrato que atravesó la vida de su madre y de ella misma.

Escribir este libro forma parte del proceso de sanación y liberación realizado por Itziar Ziga tras haber vivido durante años con la mochila de la violencia machista que su padre ejerció sobre su madre y sobre ella y su hermana. Sus palabras también son sanadoras en un momento en que el feminismo ha desnudado al patriarcado y la violencia estructural. Reivindica el amor y la lucha, la necesidad de romper el silencio y así derribar estigmas. Y deja una constatación: «el feminismo ha llegado a un punto de no retorno».

Acabo de terminar su último libro. Un relato crudo, sincero, lleno de dolor. También de amor y, en algunos momentos, de humor. ¿Cómo se siente?

Este es el libro que más me ha costado escribir. Nunca pensé en abandonarlo, pero me estaba costando muchísimo. Luego me di cuenta de que a pesar de lo feminista que soy, a pesar de ser algo vital para mí publicar este libro y contar mi propia historia de violencia, romper el pacto de silencio patriarcal en el que nos han sofocado y que no elegimos nosotras, a pesar de todo eso, me tenía que dar permiso en cada párrafo. Cuando le di al ‘enter’ y lo terminé me sentí flotar. Para mí, es una victoria porque creo que este momento en que las mujeres y otras parias de género nos estamos mostrando por fin alzadas, mostrando nuestras heridas patriarcales que son las heridas del mundo básicamente, es un momento muy luchado. Hemos conseguido que la sociedad se mire en el espejo de la violencia que atraviesa y que se espante con esa mirada.

Era una niña cuando empezó a ser testigo de los maltratos de su padre a su madre. ¿Cuándo es consciente de la dimensión de toda esa violencia?

Antes los gritos de mi madre, de mi padre y de mi hermana y míos los oían los vecinos y era algo que debía espantar. Pero entonces era la historia de ‘esto queda dentro de casa’. Desde que nos van socializando y vamos viendo cómo funciona el mundo, yo sabía perfectamente que mi ama no era la única mujer maltratada y que mi aita no era el único maltratador. Que era algo que nos sucedía porque la misoginia y el patriarcado nos viene persiguiendo. De pequeña la sensación era, sobre todo, ‘que no la mate, esto lo superaremos, saldremos adelante con nuestro amor, nos libraremos del macho’. Pero también había una sensación de desamparo.

Siempre supe que el patriarcado era violencia. También supe que había mujeres luchando en las plazas. Con la infancia que había tenido, busqué el feminismo siendo muy niña. De alguna manera ese ha sido mi camino. Ahora ver la respuesta masiva contra la violencia como en el caso de la violación de “La Manada”, ver los 8 de Marzo de todas las calles del mundo, ver las manifestaciones en Varsovia contra la limitación absoluta del aborto... me produce una sensación maravillosa de acogida y revolución.

Relata un vínculo muy fuerte entre su madre, su hermana y usted. Habla de momentos muy felices y otros llenos de terror.

Todo el mundo me dice que es una historia de violencia pero también una historia de amor. Incluir las risas de mi madre en el libro, por ejemplo, no me ha costado nada porque siempre estaban en nuestras vidas. Una cosa que aprendí y terminé de valorar en la terapia feminista que hice en Barcelona para la recuperación emocional era esa burbuja de risa, de bienestar, en la que todo era posible, divertido, amable, disparatado, cálido... Eso lo consiguió mi madre alrededor de nosotras, dentro del terror y de la amenaza permanente que vivíamos en casa.

Hay un punto en que nos cuesta tanto marcharnos de una relación cuando nos están dañando, cuando sufrimos la violencia machista y la violencia dentro del vínculo, porque a las mujeres se nos educa en no romper el vínculo, en la empatía compulsiva. Eso es programación patriarcal. Lo mismo con el caso de mi aita y de los machos maltratadores. A ellos también los socializan en toda una construcción de tara emocional. A mí me da mucha pena no solo que mi aita nos hiciera muchísimo daño sino que no fuera feliz. Porque para él también aquello era un auténtico infierno dentro de sí mismo. Por eso siempre digo que yo también lucho por él, para que dejen de fabricar hombres que son abismos y que destruyen a las mujeres y sus propias vidas.

De hecho, en un momento del libro afirma que a él le dolería en las entrañas que alguna de sus hijas terminase con un hombre como él.

Sí. Realmente había amor, lo que pasa es que era un amor completamente destructivo y enfermo, que venía de una educación en la violencia. Venimos de toneladas de tiranía, de violencia, de maltrato en todos los sentidos. Lo que vemos lo reproducimos; aunque él nos maltrataba de diferentes maneras a cada una, por ejemplo le gustaba que yo fuera tan cañera e insumisa. Le hubiera horrorizado saber que alguien nos maltrataba porque a él no le hacía feliz maltratar a mi ama aunque no dejara de hacerlo.

Estamos acostumbrados a hablar de esa protección que se dice instintiva en las madres. Su hermana y usted también protegían a su madre. Era un cuidado mutuo.

Nunca sabes hasta qué punto la vida hubiera podido ser diferente si no hubiéramos tenido un macho maltratador como padre y como marido. La que fue directora de una casa para mujeres maltratadas me dijo una vez que a veces las relaciones de las supervivientes de una misma familia podían quedar dañadas. No es fácil vivir con todo esto. Tienes que tener las herramientas y que la sociedad deje de decirte que eres una muñeca rota por haber sufrido violencia machista.

Valorar ese amor entre nosotras es lo más bonito que teníamos. Mi ama lo buscaba con sus hijas y con sus amigas. El cuidado, habitar ese lugar, ese mundo absolutamente maravilloso y divertido que justamente era lo contrario del otro es como si hubiera vivido en dos mundos completamente opuestos. La distopía y la utopía en una misma casa.

Describe a su madre como una mujer alegre, soñadora, arrolladora... ¿Cómo cree que irrumpió e influyó en ella la violencia que sufría?

Vuelvo a abogar absolutamente por el feminismo. Hay un momento en que piensas: yo no quiero ser esto, voy a buscar mi felicidad y liberarme de todo esto. A mí el feminismo me sanó primero como conocimiento, el comprender lo que ya otras llevaban décadas explicándonos. Lo que era el patriarcado y cómo nos afectaba. Eso me ayudo muchísimo. Y luego las terapias de recuperación emocional tras el maltrato. Desde Olympe de Gouges en la Revolución Francesa hasta Evita Perón en Argentina y por supuesto desde el inicio del movimiento feminista hasta la muerte de Franco y en todo el mundo los refugios para mujeres maltratadas los han montado las mujeres y desde el feminismo. Eso es maravilloso.

No tenemos que darnos ese ultimátum terrible. Nos han inculcado siempre con tanto desprecio la culpa... Nos culpabilizan cuando nos violan, cuando nos matan, y nos autoculpabilizamos. El estigma de maltratada me ha ido atravesando toda mi vida y no me daba cuenta. El estigma de puta lo he rebatido siempre, el de víctima me ha costado más. No somos tontas, detectamos las violencias. Vas aprendiendo a defenderte y a ser más feliz pero sin cargar sobre tu espalda con todo el peso de ‘tengo que derrotar al patriarcado, no me tiene que volver a pasar esto nunca más’.

Su relato casa con la realidad de muchas mujeres de generaciones anteriores. La dependencia a todos los niveles, el control... ¿Hasta qué punto hemos cambiado esto?

Mi madre y otras muchas, la primera vez que intentaron separarse no había divorcio. Mi ama cuando nos planteó aquella pregunta terrible a mi hermana y a mí sobre con quién nos iríamos si se separaba de mi padre, lo hacía porque perfectamente podía ser denunciada por abandono del hogar y perder nuestra custodia. Luego están las dependencias económicas, evidentemente. Mujeres que han trabajado toda la vida fuera y dentro de casa, como mi madre, pero no cotizaban en la Seguridad Social.

Creo que lo que cuesta más cambiar es toda esa programación de mantener el vínculo. Ninguna mujer elige ser maltratada pero todo está montado para que nos cueste horrores, incluso la vida, dejar de serlo. Es desmontar la maldita cultura del amor romántico. Me horroriza escuchar a la gente asombrarse por cuánta gente se está separando. Nuestras madres consiguieron divorciarse y ahora hay generaciones de mujeres mucho más jóvenes, y no quiero culpabilizarlas, que lo representan como traumático cuando puede ser liberador. Nos queda llegar a la parte más emocional y más íntima, a eso que pasa dentro del vínculo.

Estos días hemos conocido testimonios públicos que han tenido gran trascendencia. Una especie de #MeToo que rompe el silencio. Esto es esencial.

Es tan liberador, tan sanador, tan bonito... Al calor del #MeToo y aquí del caso de “La Manada” se produjo todo este momento tan catártico de alzarse con tus heridas patriarcales y mostrárselas al mundo. El no poder contarlo forma parte de la cultura machista, por eso es tan profundo a nivel sistémico hacerlo.

Feminismo y libertad sexual han sido sus dos compañeras de viaje en ese camino de sanación y liberación. ¿Qué mensaje enviaría a las mujeres que se enfrentan a ese camino?

La sexualidad es una forma de relación, de vínculo y de amor a la vida. Dentro de las luchas feministas siempre ha sido central reivindicar esa liberación. Siempre he creído en el feminismo y cuando ahora veo a tanta gente joven uniéndose a esta revolución, a mujeres más mayores saliendo a las manifestaciones, me emociono. Hemos llegado a un punto de no retorno.

 

Tratu txarren estigmarekin apurtu

Itziar Zigak “La feliz y violenta vida de Maribel Ziga” argitaratu berri du, bere amak, bere ahizpak eta berak urte luzetan jasandako tratu txarren errelato gordina. «Isiltasun paktua» apurtzearen garrantziaz hitz egiten du, baita «zauri patriarkalak» erakustearen beharraz ere. Bere hitzetan, «gizartea bortizkeriaren ispiluaren aurrean jartzea eta irudi horrekin ikaratzea lortu dugu». Sistemikoa den bortizkeria horren kontrako bidean, feminismoa aldarrikatzen du azken urteotan egindako lana goraipatuz.