Ingo NIEBEL
Historiador y periodista
EMPEORAMIENTO DE LAS RELACIONES GERMANORRUSAS

Moscú aprieta las tuercas a Berlín

Ante la posible elección de Joe Biden como el 46º presidente de Estados Unidos y la salida del magnate neoyorquino, Donald Trump, de la Casa Blanca, el Kremlin sube la presión contra El Elíseo y la Cancillería alemana. Las relaciones germanorrusas se enfrían un poco más.

El termómetro político que toma la medida a la relación entre Alemania y Rusia refleja que la temperatura ha bajado unos grados más desde que hace días el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, lanzara el siguiente mensaje a través de la cuenta de Twitter de su Embajada en Berlín: «Estamos viendo que Alemania se ha convertido en el Estado líder en el empeoramiento de las relaciones con Rusia. Eso nos preocupa, entre otras cosas por el papel global que Alemania interpretaba en Europa y que obviamente querrá interpretar de nuevo en Europa».

Las palabras del jefe de la diplomacia rusa se refieren, por un lado, a las dos guerras mundiales del siglo XX que Alemania inició para erigirse como primera fuerza continental a expensas de Rusia, recurriendo incluso al genocidio. Por otro lado, Lavrov alude a las nuevas sanciones contra su país –prohibición de entrar en territorio comunitario y congelación de cuentas– acordadas a principios de octubre por la Unión Europea, que fueron impulsadas principalmente por los Gobiernos de Emanuel Macron y de Angela Merkel. Las medidas afectan a seis personas cercanas al presidente ruso, Vladimir Putin, como son el vicepresidente, Serguei Kiriyenko, y el director del servicio secreto interior, Alexander Bortnikov, entre otros.

Lavrov ha avisado de que su país aplicará sanciones recíprocas contra «miembros dirigentes de los aparatos ejecutivos de la República Federal de Alemania (RFA) y de Francia».

El empeoramiento de las relaciones ha sido provocado por el envenenamiento del opositor ruso Alexei Navalny, el 20 de agosto en Sibería. El Gobierno alemán está convencido de que el enemigo declarado de Putin fue envenenado con el agente novichok, elaborado en los laboratorios secretos de la URSS en la década de los 70 y 80 del siglo pasado. El Ejecutivo ruso dice no haber encontrado indicios de tal crimen y especula con la posibilidad de que Navalny fuera envenenado durante su traslado de emergencia a Alemania o en la propia clínica de la Charité de Berlín, donde fue tratado y curado.

Otro de los motivos es el juicio contra un supuesto agente de la Inteligencia militar rusa, acusado de haber matado a un líder checheno a plena luz del día en Berlín.

Algunas corrientes políticas, sobre todo de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel y de los Verdes ecologistas, tradicionalmente opuestos al Ejecutivo de Putin, han utilizado el «caso Navalny» para exigir que se paralice el gasoducto germanorruso Nord Stream 2. El mismo objetivo persigue también la Administración del presidente estadounidense, Donald Trump, que quiere que los alemanes compren el gas a empresas estadounidenses. En Berlín se espera que un Gobierno liderado por el demócrata Joe Biden cambie el tono y las modales, aunque seguiría oponiéndose a este proyecto.

Que el excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD) saliera en defensa de Rusia, subrayando que no existían pruebas de que Navalny fuera envenenado en su país, no sorprende porque él hizo posible el gaseoducto. Al dejar la política pasó a presidir la junta directiva de la Nord Stream AG, que forma parte de la estatal rusa Gazprom. Además, dirige el consejo de administración de la energética rusa Rosneft. Su partido zigzaguea entre denunciar el envenenamiento de Navalny y la posición de Schröder.

La actual escalada parece dar razón a Martin Schirdewan. En octubre, el copresidente del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica (GUE-NGL) en el Parlamento Europeo se opuso a las nuevas sanciones de Bruselas contra Moscú, que ante la falta de pruebas consideraba «un acto desesperado» que no llevará a ninguna parte. Y abogaba por hacer lo contrario, por incluir más a Rusia en las relaciones internacionales y estrechar los lazos económicos.

Que Lavrov le aplique a su homólogo alemán, Heiko Maas, su propia medicina se debe, por un lado, a la dinámica de acción-reacción que también existe en la política internacional. Por otro lado, evidencia también que el SPD carece de estrategas capaces de desarrollar una política exterior alternativa a la de la CDU, que desde la fundación de la RFA en 1949 ha sido antirrusa. Contra su política y su discurso beligerante, el SPD –sobre todo su canciller Willy Brandt y sus estrategas Horst Ehmke y Egon Bahr– creó la denominada Ostpolitik, que permitió normalizar las relaciones y dialogar entre iguales. Y en última instancia contribuyó a la caída del bloque socialista de la Europa oriental en 1989/1990.

A día de hoy, el Gobierno de Merkel se atrinchera en su posición contra Moscú porque su formación y primera fuerza política, la CDU, sigue sin elegir a su nuevo presidente o presidenta, ya que su congreso ha sido pospuesto debido a la pandemia. El SPD, mientras, lucha con los Verdes por ser la segunda fuerza y por su supervivencia como partido. A los viejos hábitos vuelve también el diario sensacionalista “Bild”, relanzado su desinformación antirrusa del siglo XX con noticias como ésta: «La Armada rusa dispara y mata a una osa y a su cría que se habían subido a un submarino nuclear».

alemania eta errusiaren arteko harreman hotza

Navalny Errusiako oposizioko buruzagia pozoitu zutenetik eta Berlinen txetxeniar gerrilla-buru ohi bat tirokatuta hil ostetik, erabat gaiztotuta daude Alemaniaren eta Errusiaren arteko harremanak. Angela Merkelen CDU alderdia eta Berdeak bat datoz Nord Stream2 gasbidearen proiektua bertan behera utzi behar dela aldarrikatzean. SPD koalizio-gobernuko alderdiak, aldiz, ez du batere garbi bere jarrera. Are gutxiago, Gerhard Schroder kantziler ohia Gazprom multinazionalean goi karguduna denetik.