Maitena Monroy
Profesora de autodefensa feminista
GAURKOA

Los maltratos que no se ven

La manipulación es una forma de abuso y de obtener el control en lo personal y en lo colectivo que utilizamos las personas y que, a veces, forman parte de nuestros aprendizajes más infantiles y que reproducimos porque obtenemos rédito con ello, a cualquier edad. Identificar/nos en ello puede facilitar que hagamos un afrontamiento activo bien para tener más herramientas y que las personas manipuladoras no obtengan lo que buscan; o para que nosotras mismas dejemos esas formas de relacionarnos. Hay muchos ejemplos de las expresiones no físicas de maltrato y poder identificarlas es clave para no solo poner límites sino para no normalizar o incluso infravalorar la huella que deja el maltrato sicológico.

En los entornos de grupo es muy común encontrarnos con gente manipuladora que utiliza las siguientes formas de control:

- Transmite información fraccionada a cada persona, nunca incierta, pero siempre es un pedazo de la realidad para que cada persona desconfíe de la otra y se abran brechas que impidan las bases de cualquier acción grupal, que no es otro elemento que la confianza.

- Desacredita a miembros concretos del colectivo cuando no están en la reunión, de una manera que parece inocua o con cierta ironía; nadie sospecha porque es incluso divertido. La persona diana no puede defenderse ni sabe el lodo de mierda que se está vertiendo directamente sobre su persona.

- En eventos públicos, reuniones, etc., cuando la persona a la que se quiere desestabilizar habla, la persona manipuladora utiliza el susurro y la comunicación no verbal para indicar el desacuerdo a otras personas, pero nunca lo enfrenta directamente. La intención es generar en el grupo una red de apoyos, por debajo de la mesa, y el descredito sin dar opciones a la otra persona a confrontar a través de las ideas.

En las relaciones de afectividad:

- Te dice con frecuencia: «Tú verás», transmitiéndote una falsa sensación de control porque parecería que con ese «tú verás», tú tienes opciones para ver y decidir cuando lo que está expresando es que o te avienes a sus deseos o estás vendida.

- Para expresar su superioridad moral, o en cualquier ámbito, lo hace siempre en comparación contigo. Casi te da el diagnóstico clínico del origen de tus supuestos errores para, a continuación, indicarte su superioridad. Hay un dicho que dice que «las comparaciones son odiosas», pondría punto es algo muy frecuente en las familias y que convierte a hermanas-os en enemigos. Así que revisemos si ese es nuestro paquete de aprendizaje y puesta en escena en nuestras relaciones y, si es así, por favor, dejemos de hacerlo.

- Te desacredita a ti y a tu entorno afectivo, para así tener un mayor control sobre tu red afectiva, consiguiendo hacerte desconfiar de tu voz interna. Cada vez que cometes una equivocación es por ti, por tu forma de ser, actuar, no por el hecho concreto donde puedes aprender y corregir, porque si el error eres tú, estás jodida.

- Te responsabiliza de sus emociones con frases tipo: «tú me pones así, tú me enfadas». Es muy curiosa esta externalización de la responsabilidad sobre las propias emociones porque busca nuevamente hacerte creer que tienes un control en la relación incluso en cómo se siente, control que no es real. Pero tú piensas que sí. Además, te creíste el cuento de que si eras buena con los demás el mundo te dedicaría una amplia sonrisa.

- Intenta dañarte con las expectativas que había puesto en ti, te acusa de humillarle, vuelca su modus operandi en ti y como tú lo estás viviendo en propias carnes, estás altamente sensibilizada, te identificas con sus palabras pero equivocas la persona. No es él el humillado, eres tú.

Todo esto no son sino pinceladas porque los maltratos cotidianos son mucho más desestabilizadores porque son eso, cotidianos.

Ahora bien, cuando hablamos de la violencia machista, es algo más perverso porque todo lo anteriormente expuesto adquiere la condición de norma y cada parte del sistema –político, económico, cultural, institucional– forma parte, de una u otra manera, del engranaje que sostiene con precisión que «así son las cosas». Esa desestabilización, el descrédito de la víctima e impunidad del agresor no es que te ocurra «solo» en el trabajo o con tu pareja, es que hay toda una alianza que sostiene al agresor en su discurso y en su práctica.

La desigualdad es estructural porque está en la esencia de la estructura pero también porque repercute en sujetos concretos y no en otros. Por eso lo escrito a lo largo de este artículo nos puede ayudar a reconocer a personas manipuladoras y abusadoras en nuestros entornos laborales y afectivos pero no a erradicar la violencia sexista que está en la esencia de la organización social para mantener el control selectivo sobre el conjunto de las mujeres. Para erradicar el sexismo no solo necesitamos construir otra forma de relacionarnos sino de gestionar cada espacio de poder que tenemos. Así que la siguiente vez que no entiendas por qué las mujeres soportan situaciones de maltrato acuérdate de lo que te cuesta enfrentar las situaciones arriba mencionadas y cada vez que intentes patologizar a un agresor haz lo mismo con los maltratadores de tu espacio de militancia, laboral, verás que no es posible. Nos resulta más fácil entender la manipulación en lo colectivo porque la relacionamos con obtener poder, pero es que en el espacio privado se obtiene lo mismo pero disfrazado de amor y peor, con el apoyo del grupo.

Por ello, es imprescindible la implicación social en el rechazo a la violencia. Una sociedad que homenajea a los héroes caídos, como en el caso de Maradona, que diferencia lo privado de lo público, el hombre del profesional, que excusa como defectillos lo que no es otra cosa que violencia, es una sociedad que tiene mucho camino que recorrer.

Quizás identificando los abusos del cotidiano consigamos reconocernos en el dolor, en la mirada ajena que ya no lo es tanto y sentir que podemos construir una solidaridad a kilómetro cero, y quizás ese sea uno de los elementos que nos permitan transformar el mundo mientras cambiamos nuestras formas de relacionarnos y rechazamos los ejercicios de violencia, vengan de la estrella o del mundano.