Iñaki IRIONDO

¿El Gobierno? Bien, gracias

En su discurso de fin de año el lehendakari, Iñigo Urkullu, afirmó sobre las «medidas excepcionales» tomadas para tratar de contener la pandemia que «nos hemos podido equivocar, seguro... Cando nos hemos equivocado, hemos tratado de rectificar cuanto antes». Esa errata del «cando» en lugar del «cuando» sigue ahí doce días después. Una metáfora. El Gobierno de Lakua llega a lo sumo a admitir hipotéticos errores, pero nunca los concreta y no conocemos autocríticas ni propósito de enmienda. Ya el 2 de abril, en su primera comparecencia telemática ante algunas parlamentarias y parlamentarios, Urkullu llegó a decir que «Euskadi ha sido la región europea con mayor número de test de detección precoz realizados por millón de habitantes», lo que no era cierto y nunca reconoció.

El Gobierno de Lakua sigue huyendo de ofrecer algunos datos y explicaciones. Por ejemplo, si se le pregunta por qué en diciembre se hicieron un tercio menos de test que en noviembre, la consejera de Salud responde que este fin de semana se han hecho más de 9.500 cada día recuperando ritmos anteriores.

Si tratas de saber si está cumpliendo el mandato parlamentario unánime del 10 de diciembre de que «sume al equipo de rastreo un equipo de investigación con los profesionales del perfil adecuado encargado de analizar e identificar los ámbitos y las posibles fuentes de contagio», Gotzone Sagardui contesta que en las últimas semanas ya está haciendo un «retrorrastreo» que refuerza el sistema anterior y que el Ejecutivo entiende que con ello cumple lo exigido por el Legislativo; aunque en realidad haya sido –al menos por el momento– en un «periodo de prueba» entre el 21 de diciembre y el 10 de enero, limitado a quienes «hayan compartido mesa y / o espacio en: celebraciones, comidas, fiestas, encuentros y similares, con el caso detectado», y excluyendo expresamente «eventos relacionados con el ámbito educativo y laboral».

No son pocos los profesionales que avisan de que hay que rastrear más y mejor, pero el diagnóstico oficial es que «la Comisión Técnica (del LABI) ha querido poner en valor, así mismo, el sistema de rastreo que se aplica en Euskadi. En su dictamen subraya que ‘mantener una detección de contagios, mediante la identificación de contactos estrechos, por encima del 40% permite un seguimiento de la trazabilidad de los casos que resulta determinante para el control y contención de la epidemia’».

Por otra parte, se está pretendiendo hacer ver que el número de personas vacunadas depende de las unidades recibidas, pero lo cierto es que aunque se esté guardando la mitad de lo que ha llegado para la segunda dosis (lo que no todos los especialistas comparten) el resto todavía no se ha distribuido totalmente, ni se hace público un calendario que después se pueda auditar. A regañadientes dan el dato de que hay un centenar de vacunadores y de que la pasada semana se formó a otro centenar. ¿Por qué no si hizo antes, cuando ya se sabía qué plazos manejaba la UE? La respuesta es que había que conocer detalladamente las características de la vacuna elegida, aunque desde el 18 de diciembre Osakidetza tiene elaborado y distribuido un manual de formación para los profesionales sobre cómo actuar concretamente con el modelo BNT162b2 de la empresa Pfizer/BioNTech, que es el que ha llegado.

Los gobiernos han logrado crear el marco mental mayoritario de que cuando empeoran las cifras se piden más restricciones, sin que ello se vea acompañado de la comunicación de que se refuerzan las plantillas sanitarias contratando más rastreadores y más vacunadores, sino que estos se retraen de otros servicios de Osakidetza. Todo ello expuesto con cierta suficiencia y no poca autocomplacencia.