Iñaki IRIONDO

Lakua tendrá su presupuesto pero demuestra que no sabe sumar

PNV y PSE lograron en julio «una holgada mayoría –como recordó el consejero Pedro Azpiazu a Maddalen Iriarte por email– para sacar adelante sus cuentas para este año 2021 sin otro concurso que los propios grupos parlamentarios que lo apoyan». Un proyecto, por otra parte, que la liquidación de las cuentas de 2020 colocará en su verdadera dimensión, probablemente alejada de la propaganda gubernamental. Pero pese a ese dominio numérico del Parlamento, el discurso del Gobierno ha sido el de buscar el «auzolan», de cara a la galería, para –según el mismo escrito– lograr «un mínimo consenso político para un mensaje de colaboración presupuestaria que llegue a la ciudadanía de modo nítido en un momento importante, que ni sea entendido como una adhesión a sus propuestas económicas ni sea de tal profundidad que condicione la política gubernamental».

Gracias a esa mayoría absoluta, el 11 de febrero aprobarán sus presupuestos, pero en todo este tiempo el Ejecutivo de Iñigo Urkullu ha demostrado que no sabe sumar.

De hecho –consciente de sus debilidades pero, por arrogancia, incapaz de corregirlas–, llega a dejar por escrito lo contrario de lo que dice, busca adhesión porque le parece que todo cuanto se le presenta desde la izquierda condiciona la política gubernamental. Sabin Etxea pide a los partidos políticos que no hagan política y a los grupos de la oposición que no le hagan oposición. Resulta extraño, pero es lo que hay. Y, por cierto, en todo esto, el PSE «no sabe, no contesta». Traga.

Cabía pensar que en los pasos dictados desde Ajuria Enea había cierta intencionalidad, un objetivo táctico que precisa de alguna generosidad. El camino marcado era desechar los apoyos de Vox y PP-Cs por inconvenientes. Siete escaños innecesarios e intrascendentes en la realidad política de la CAV por el momento. La meta final era menospreciar (en algunos episodios, despreciar) a EH Bildu, primera fuerza de la oposición, que el PNV siente como un peligro. ¿Un peligro? Más que de eso hablaríamos de una obsesión, al menos si seguimos con cierta constancia lo que las voces oficiales jeltzales –orgánicas y mediáticas– espolvorean en sus entrevistas, artículos y tertulias. Deberían tener un mínimo cuidado en no repetir el mismo argumentario a las mismas horas en distintos escenarios, lo que desnuda la existencia de un guión común muy temprano.

Para esa meta era necesario pescar la aquiescencia de Elkarrekin Podemos-IU. Seguro que los consejeros del Gobierno y dirigentes del PNV acumulan una enorme experiencia, capacidad y sabiduría política. Nunca podremos saber si este final sin acuerdo de las conversaciones era en realidad el inicialmente previsto o un accidente. Pero si clamas a los cuatro vientos que quieres sumar acuerdos, el listón lo colocas en si lo has conseguido o no. Y Urkullu no lo ha superado. La barra está botando sobre el colchón en el que el lehendakari ha vuelto a caer. Salvo si reflexionas, no es peligroso.

Era difícil creer que Elkarrekin Podemos-IU volviera a picar en un trueque tan trascendente a cambio de meras cuentas de cristal. En diciembre de 2019, Lander Martínez y su equipo confiaron en la buena fe del Gobierno para dar vía libre al presupuesto de 2020. Fue un cálculo político lícito del que las primarias y los resultados electorales les hicieron salir escaldados. De hecho, hoy la dirección morada es muy diferente a aquella. Ya en aquel caso, los dos parlamentarios de Ezker Anitza-IU votaron en contra del pacto. Entonces eran 2 de 11. Ahora son 2 de 6. Un mal precedente. Antes de iniciar la negociación para 2021, el grupo de Miren Gorrotxategi venía exponiendo en público, para quién quisiera escucharles, que buena parte de las enmiendas admitidas hace doce meses no se habían cumplido durante todo el año. Algunas de las respuestas remitidas al Parlamento en estas semanas sobre la ejecución de aquellas partidas pactadas sonaban, incluso, a tomadura de pelo. A pesar de que los jeltzales no dejaban de galantear a los morados, el Departamento de Pedro Azpiazu colocó a Elkarrekin Podemos-IU a la cola de los grupos con los que iniciar las reuniones. Poco tiempo para un cortejo serio, si alguna vez se quiso.

El Ejecutivo de Urkullu afronta ahora el trámite parlamentario del presupuesto en solitario. Irá pasando etapas y ganará la carrera, pero no suma nada. Cabría añadir que resulta difícilmente admisible que el Departamento de Economía y Hacienda haya terminado con reproches todas las reuniones mantenidas con el resto de grupos. No admite nunca que simplemente pueda haber un desacuerdo con sus proyectos. Siempre busca algo que achacar al otro; en el caso de Elkarrekin Podemos, «vértigo político».

Gritó a los cuatro vientos que pretendía «ensanchar un mínimo consenso político» y no lo ha conseguido. El eco responde que ha sido un fracaso. Al contrario de lo que teorizan Pedro Azpiazu y, suponemos, el lehendakari, corresponde a quien gobierna «incorporar las dosis de realismo político-económico suficiente para entender el papel» de un gobierno.