Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Cuentos del lactocalipsis

Es evidente que durante el último año hemos estado conviviendo con escenarios que parecían abocarnos irremediablemente al mismísimo fin del mundo. 2020, ya lo sabemos, no fue para tirar cohetes... y por desgracia, 2021 tampoco está poniendo mucho de su parte para levantar los ánimos. Es igualmente evidente constatar que, dadas las circunstancias, ponerse a ver una película sobre el fin de los tiempos seguramente no sea el plan que más nos pide el cuerpo...

Pero el arte, en general, y el cine, en particular, deslumbran a través de sus más gloriosas excepciones; de esas piezas empeñadas en sorprendernos... porque de ninguna manera las pudimos ver venir. En Spamflix, plataforma dedicada principalmente a dar visibilidad a títulos de culto modernos, se puede recuperar la que con todo merecimiento se convirtió en una de las joyas a descubrir en la última edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges.

Se trata de la delirante “The Old Man: The Movie”, cinta de animación en stop-motion proveniente de Estonia, y dirigida a cuatro manos por Oskar Lehema y Mikk Mägi. El film se presenta en su sinopsis oficial como una road movie intergeneracional en la que jóvenes y adultos acabarán por entender uno de los más antiguos proverbios de dicho país: «La leche es una gran responsabilidad».

Y en efecto, puesto que tal y como nos descubre un vídeo instructivo que sirve como introducción para esta aventura, resulta que si no se ordeña regularmente a las vacas, sus ubres se van hinchando... hasta estallar en lo que solo puede ser definido como «lactocalipsis». Con esto en mente, nos metemos en un coche ocupado por una panda de críos que deja el estimulante confort de la ciudad para pasar unos días en el más-que-probable aburrimiento insufrible de la granja de su abuelo.

Solo que no, lo que les espera en ese afable entorno rural va mucho más allá de las fantasías más salvajes. Para entendernos, “The Old Man: The Movie” es lo suficientemente gamberra y malhablada como para pasar como eco de “South Park” aquella experiencia traumática para todos esos padres que acudieron a una sala de cine convencidos de que llevaban a sus niños a ver otra inocente película de dibujos animados. Ni falta hace decir que esta propuesta de Oskar Lehema y Mikk Mägi es de consumo casi exclusivo para el público más adulto... y a la vez, pueril.

Es, para acabarnos de situar, como una versión benditamente degenerada de “Hora de aventuras”. Aquí, los paseos por el bosque se descubren como invitaciones a enfrentarse a peligros de naturaleza indescriptible, y que solo podrán sortearse pagando peajes con fuerte carga escatológica, gore e incluso sexual. Animación que no se corta un pelo, ni en el apartado gráfico (con un gusto por lo explícito que seguro que incomodará a las retinas más sensibles) ni mucho menos en el desternillante abordaje conceptual de una serie de situaciones que, se mire cómo se mire, solo podían desentrañarse enterrando por el camino cualquier noción de recato o decoro.