Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «A descubierto»

¿Sueñan los androides con conflictos bélicos?

Se intuyen algunas cosas interesantes dentro del batiburrillo argumental que se nos plantea en “A descubierto”, uno de esos productos rodados en serie por la factoría Netflix cuyo único propósito es hacer que el personal disfrute sin excesivas complicaciones. El cineasta sueco Mikael Håfström se limita a rodar un producto de consumo rápido que alterna la ciencia ficción y el cine bélico.

Escenificada en un futuro inmediato, la trama tiene como protagonista central a un piloto de drones que, desde la distancia segura que le otorga apretar un botón desde su avión y lanzar sus misiles contra un objetivo, besará la lona y verá trastocada su mecánica frialdad cada vez que ejecuta su cometido, cuando desoiga una orden y lance sus misiles contra el enemigo a sabiendas de que varios marines no saldrán con vida. El piloto caído en desgracia será destinado a una misión que compartirá con un droide de última generación y con apariencia demasiado humana, y que consistirá en eliminar a un militar ucraniano afín a los pérfidos intereses de Rusia.

En diversos tramos del filme asoman dudas y cuestiones seudofilosóficas y éticas en torno al rol del humano y la máquina dentro de un contexto bélico, que podría ser aplicado a cualquier oficio.

No obstante, la presunta carga existencial desaparece de inmediato, porque de lo que se trata es de montar un festival pirotécnico y sacar el mayor rédito posible a los efectos digitales de última generación.

Esta buddy movie que comparten el soldado humano y el supersoldado artificial –interpretados por Anthony Mackie y Damson Idris– cuenta con algunas escenas de acción espectaculares, pero es tal el refrito de tópicos y el infantilismo que otorga supuesto sentido ético y patriotero al filme, que todo se queda en un incómodo territorio de nadie. En resumen, una película que se olvida en cuanto la visionamos.