Floren Aoiz
@elomendia
JOPUNTUA

Violencia (policial) con fines políticos

El Mandamiento Único de las Tablas de la Ley del Régimen del 78, que hemos escuchado hasta el hartazgo, rezaba así: «no usarás la violencia con fines políticos». Como suele ocurrir con las formulaciones de «principios universales» una importante parte del enunciado quedaba oculto: «tú no, pero yo sí».

A fin de cuentas, ¿qué es la represión sino uso de la violencia con fines políticos? El Estado implica el monopolio de esa utilización, no su desaparición ni su despolitización. Quienes gobiernan el oasis occidental, también conocido como Comunidad Autónoma Vasca, lo saben bien. Toda esa narrativa de la vida humana como bien sagrado e inviolable, el escándalo y la exigencia de condena ante toda forma de violencia ha encerrado esa coletilla: «siempre que no sea la mía, claro». Por estas tierras se ha considerado violencia terrorista dibujar algo con rotulador en un portero automático, pero no organizar tramas de guerra sucia o tortura sistemática en las entrañas del sistema. Tu violencia es terrorismo, la mía civilización, se ha dicho; formulado de otro modo: violentos contra demócratas.

Alguien ha decidido ensayar nuevas formas de ese uso político en la Parte Vieja de Donostia, precisamente en el momento en el que estallan trágicamente las consecuencias de la ineptitud en la gestión del gobierno liderado por Iñigo Urkullu y se conocen casos de trato de favor en esa trama jeltzale que hace casi imposible distinguir partido de administración. Es una pulsión profunda, que tiene que ver con el perfil de quienes conforman y dirigen la Ertzaintza y con los tiempos de autoritarismo que vivimos, pero también una apuesta, como refleja la salida en tromba a justificar lo ocurrido. El coronavirus no es el único que circula sin control por nuestras calles. Si queremos evitar que el autoritarismo siga propagándose y lo infecte todo, tendremos que rastrearlo, aislarlo y producir cuanto antes anticuerpos para ponerle freno.