Carlos GIL
Analista cultural

Malditos o zombis

El malditismo o la voz de los ángeles caídos. Una voz rota por las pasiones, el desamor que inspira más allá de los límites de la piscina, los cuerpos adormecidos de un amanecer susurrante. Cualquier actividad en la que se deba meter en su praxis la inspiración, los ecos de la musas, el perfume de un gesto esquivo o la rotundidad de una sintaxis debe hacerse respetando los nombres propios y apoyarse en verbos de la primera conjugación.  No vale cualquier aliteración, no se trata de buscar la repetición de la industria reproductora, aunque sea cercana a la tendenciosa unanimidad, es aquí, ahora, en este segundo, con este brío, este tempo y esta audiencia que no respira, sino que observa atrincherada tras una máscara que hurta la sonrisa o el bostezo.

Así está la situación, un informe europeo cuantifica los miles de millones de euros que ha sufrido todo el conglomerado de lo que llaman industria cultural. Asusta. Es una manifestación del terror provocado por una expresión metódica de la realidad. Y si se mira con más detenimiento ese informe, donde realmente la herida se gangrena es lo referente a las artes escénicas. Es el momento de respirar hondo y hacer todos los días los ejercicios de conformismo y voluntarismo para que nadie se de cuenta de que ya somos unos zombis. ¿Saldrá de esta catástrofe un malditismo escénico? Esperemos a la próxima convocatoria de subvenciones.