Koldo Campos
Escritor
AZKEN PUNTUA

Luis Almagro

Así como existe el Salón de la Fama como homenaje a aquellos beisbolistas destacados, yo dispongo de un Salón de la Inmundicia en el que nomino a políticos, evidentemente, inmundos.

Algunos son elegidos una vez terminan su ejercicio político, como colofón a su carrera pero, hay otros, que ni siquiera necesitan jubilarse para obtener su merecido lugar en el citado salón. Este es el caso de Luis Almagro, secretario general de la OEA, y uno de los más ilustres sinvergüenzas del escaparate americano de la delincuencia y el crimen. Todo un «inmortal» del cabildeo y el lambonismo este pelotero que comenzó siendo abogado y tras algunos años de lucro como embajador uruguayo en China fue nombrado canciller por el presidente José Mujica. Almagro, sin embargo, aspiraba a más. No se había pasado la vida bajando la cerviz para conformarse con un simple ministerio. Sabía cómo cabildear favores y en qué embajada. Cinco años más tarde irrumpía en las Grandes Ligas como lanzador derecho para ganar recientemente su segundo «Cy Young» siendo renovado en el cargo. Nadie maneja la infamia como él.

Luis Almagro solo está a la espera de que se cree algún nuevo salón de desperdicios porque, en contra de lo que yo pensaba, todavía a su abdomen le caben más medallas, a sus bolsillos más prebendas y a su trasero más patadas.

(Preso politikoak aske)