Iñaki IRIONDO
REACCIONES A LA DIMISIÓN DE MIREN LARRION

Filtraciones, falsedades y políticos trolls

Los movimientos y actuaciones públicas que se han dado tras el anuncio del lunes de EH Bildu de aceptar la dimisión de Miren Larrion y de la comunicación que esta hizo a través de las redes al día siguiente dibujan ansiedades, obsesiones y urgencias de quienes pretenden usar lo que no existe para enredar y tapar sus propias y repetidas vergüenzas.

Dos cabeceras del Grupo Noticias llegaban ayer al quiosco con primeras páginas abiertas a cinco columnas al grito de «La dueña del DNI retiró la denuncia al saber que lo había usado Larrion», y añadían que «la Ertzaintza observó elementos suficientes para mantener la demanda de oficio y seguir la investigación». Esto no es verdad. La víctima de la sustracción del DNI –víctima, no cabe olvidarlo– confirmó su denuncia tras conocer la implicación en los hechos de Miren Larrion que aparece expresamente mencionada en ella. Hay constancia documental de esto. La denuncia sigue adelante por voluntad confirmada de la víctima, no «de oficio». Si en un primer momento pudo existir un impulso fraternal, lo cierto es que no hay constancia escrita de ello (de la denuncia sí) lo que revela la mala fe de quien filtró lo que, a lo sumo, pudo ser un mero comentario prematuro.

Se suman falsedades, filtraciones y un indisimulado interés político en el que se dan la mano –difícil pensar que sea casualidad– PNV y PP pretendiendo ambos crear un «caso Bildu». Dice Iñaki Oyarzábal que «no puede ser este ocultismo y esta opacidad, queremos saber y la ciudadanía tiene derecho a saber lo ocurrido». Gorka Urtaran, que llegó a la Alcaldía precisamente gracias a EH Bildu, pasó en veinticuatro horas de no querer hacer «leña del árbol caído» a pedir confesiones inquisitoriales a la formación independentista.

Lo ocurrido se sabe y explicaciones ajenas no las hay. Los hechos son que Miren Larrion abrió una cuenta corriente con el DNI de una compañera de partido, que denunció su situación, y que en cuanto EH Bildu tuvo conocimiento de ello, en apenas un par de horas, aceptó la dimisión de la ya exportavoz de la formación en el Ayuntamiento de Gasteiz. La coalición política y la propia Miren Larrion se han encargado directamente de hacer públicas sus posiciones.

¿Explicaciones? No las hay. O al menos ninguna de las fuentes consultadas en la dirección de EH Bildu las encuentra. Y Miren Larrion asumió públicamente que «en un momento personal difícil he buscado una solución que era una equivocación desde el principo: he abierto una cuenta corriente con la tarjeta de una compañera, con el fin de ingresar algún dinero si lo viera necesario, en un momento de apuro». Como piensa todo el mundo, admitió que «sé que había otras opciones», «pero –concluye– yo escogí esta».

Miren Larrion aseguró que «asumo mi responsabilidad como representante público sin ningún tipo de excusas».

Pese a conocer todo esto, el alcalde de Gasteiz, Gorka Urtaran, apretó el acelerador para hablar de «un caso de partido». Según sus declaraciones a los medios, lo ocurrido «afecta, al menos que nosotros sepamos a dos personas relevantes de EH Bildu Gasteiz y Araba, y creo que este caso excede el ámbito personal. Este no es un caso personal, es un caso de partido».

Es cierto que lo ocurrido afecta a dos cargos de EH Bildu, pero una es la denunciante y otra la denunciada. Por lo tanto, son partes opuestas. No se suman sino que se restan. EH Bildu tomó medidas en un par de horas y en sus silencios se entrevé más un interés por proteger a la víctima que de encubrir a la denunciada, que desde el principo fue expuesta públicamente al asegurar que había infringido el código ético de la formación.

¿Cuántas más explicaciones creen PP y PNV que se pueden dar? ¿Cuántas más medidas se pueden tomar? ¿Sería posible que las concretaran? O mejor ¿podrían exponer una fórmula de cómo hay que actuar en estos casos poniendo como ejemplo algunos de aquellos en los que se han visto repetidamente implicados.

En este caso no ha habido ninguna afección de bienes públicos. Nadie ha utilizado su cargo en beneficio propio, por ejemplo para pedir comisiones por obras, ni ha detraído dinero de arcas del común. Todo es absolutamente privado entre dos personas, aunque tengan ambas algún tipo de responsabilidad institucional o partidaria.

Nadie en esta causa ha creado una empresa pantalla con sus parejas para, aprovechándose de cargos institucionales, entre ellos uno en la cúspide de la Diputación de Araba, chantajear a contratistas, cobrar comisiones y luego pagarse joyas y viajes. Los implicados en el «caso De Miguel» tardaron meses en entregar el carné del partido, fueron abrazados en público, y el principal condenado sigue cobrando de la Administración.

Nadie ha robado vacunas que no eran para él, como esos dos ejemplos que todos tenemos en mente y siguen con el carné del partido. Tampoco hay ningún exdirector de Hacienda de Gipuzkoa y exsenador condenado a siete años de cárcel por fraude fiscal.

Lo que hace que un posible delito sea público no es el cargo de quien lo comete, sino si se ha aprovechado de él o hay afección al bien común. Con los datos actuales, no es lo que ha ocurrido.

Este es un caso que demuestra lo desconcertante que puede ser la condición humana. La de la principal implicada, por supuesto. Pero también la de quien, como Gorka Urtaran, estuvo a punto de dejar la vida política en 2015 tras su fracaso electoral y fue rescatado y elevado a la Alcaldía por EH Bildu. Y ahora se ha puesto a la altura de toda esa legión de trolls que su partido ha creado en las redes sociales para, desde el anonimato, insultar y vejar al oponente.