Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Tierras altas»

La grandiosidad del western paisajístico australiano

Es muy de agradecer que haya exhibidores cinematográficos dispuestos a recuperar películas que fueron lanzadas directamente en las plataformas digitales, como la australiana “Tierras altas” (2020), a pesar de haber sido concebida para ser vista en la gran pantalla. No en vano se trata de un western épico y paisajístico rodado en el Parque Nacional de Kakadu, y cuyo mayor activo es la luminosa fotografía de Andrew Commis en localizaciones desérticas del norte de Australia. Tampoco es una muestra del género que se decante por la acción, sino que responde a un tratamiento clasicista de la imagen y del ritmo narrativo, con sus pausas, sus espacios contemplativos y su estudio sicológico de personajes, todos ellos atrapados emocionalmente en medio de la violencia colonial causante del genocidio sobre la población aborigen.

Del lado blanco o europeo tenemos al antihéroe de la función interpretado por Simon Baker, un hombre marcado por su pasado bélico, ya que sirvió en la I Guerra Mundial. En 1919 fue testigo directo de la matanza de una tribu de aborígenes, a raíz de la cual desertó de la policía, para reconvertirse en un cazador de recompensas. Su hipotético camino de redención se hace aún más pedregoso cuando sus servicios son requeridos por los colonos que quieren atrapar al guerrero rebelde Baywara. Va a contratar como guía al sobrino del perseguido, el mismo a quien de niño salvó la vida y entregó a una misión religiosa. Este huérfano superviviente, al que encarna el joven Jacob Junior Nayinguul, se debate entre la educación occidental recibida y sus raíces nativas.

La película desprende todo el amor de Stephen Maxwell Johnson por su tierra y sus habitantes primigenios, de ahí el acercamiento respetuoso a un trágico episodio de la historia de la primera mitad de siglo pasado, que le ha llevado muchos años de trabajo desde su ópera prima “Yolngu Boy” (2001).