Carlos GIL
Analista cultural

Sin soportes reconocibles

Despistado por la acumulación de horas sentado en butacas de teatro frente a espectáculos que forman parte de la banalidad y el mercado teatral actual me pregunto desde hace tiempo, como un buen viejo, vegano y sin futuro, ¿en qué soportes teóricos, filosóficos, estéticos se basan esta abusiva cantidad de reiteradas y uniformes propuestas performáticas que solo provocan un asombro de nanosegundos por alguna disfunción estructural? Y no tengo respuestas. Casi no tengo ni preguntas. Deben existir nuevas biblias apócrifas.

Leo: «El teatro contemporáneo ha roto con el espíritu de anarquía profunda que es la raíz de toda poesía. Es tan humano como antipoético», y me asaltan todos los fantasmas. Escrito por Antonin Artaud me parece un mensaje para hoy con mucho sentido para alguien que dedica su vida a ver decenas de espectáculos, tanto en teatros institucionales, como en salas pequeñas, y le cuesta encontrar alguna diferencia entre ellos. La inspiración fundamental parece llegar de un mismo centro emisor que conduce sus elucubraciones pequeñoburguesas y neoliberales a asuntos intrascendentes, inocuos, que provocan un estado de degradación propenso a la autoayuda, el conformismo y la perpetuación del estado de necesidad consumista por encima de cualquier religión o disciplina aplicable a las artes escénicas.