Marcel PENA
Elkarrizketa
IRENE SOLà
ESCRITORA

«La mitología explica cómo mirábamos el mundo y como lo vemos todavía»

La escritora catalana Irene Solà (Malla, 1990) presentó en Donostia «Nik kantatu eta dantza egiten du mendiak», traducción al euskara de su segunda novela «Canto jo i la muntanya balla», en la que personajes reales y mitológicos acercan al lector hasta las montañas situadas entre Camprodon y Prats de Molló, en el Pirineo catalán.

¿Cuál es el punto de partida a la hora de escribir una historia que abarca tantos personajes y tantos puntos de vista?

Intenté explicar una historia desde tantas perspectivas y tantas voces como fuera posible, y decidí que pasara en un sitio concreto: el Pirineo catalán. Mi punto de partida fue escribir desde la mirada de todos los que forman parte de la novela.

Los personajes van desde hombres y mujeres, a fantasmas, doncellas del agua, animales y setas. ¿Cómo ha sido el trabajo de documentación?

Había ciertos aspectos que quería investigar y que encajaban en el lugar en el que transcurre el libro: la mitología, el paso de los republicanos hacia el exilio, los procesos judiciales por brujería... Es entonces cuando mi búsqueda coge formas distintas. Por un lado, fui asiduamente a la zona, caminé por sus paisajes y me relacioné con su gente para que me explicaran las historias del lugar y su visión. La otra parte fue la investigación académica a partir de tesis doctorales o de vídeos antiguos.

Todas estas historias, siendo diversas y alejadas en el tiempo, tienen un elemento en común: la montaña.

Me he imaginado todos los hechos que han ocurrido a lo largo de los años como si hubieran dejado un rastro y la montaña estuviera construida por una serie de capas geológicas de historias que hay que contextualizar. Algunas son marcas físicas, como las balas, granadas o cantimploras de los republicanos que aún se pueden encontrar, pero otras no se pueden tocar. Esto se extiende a la mitología, a las historias que explican cómo mirábamos al mundo y en cierta forma cómo lo vemos todavía, como el tema de la brujería. Los juicios, los asesinatos en masa... son un trozo de nuestra historia muy bestia, e intentar comprender ese contexto sirve para entender quién somos hoy en día.

¿Es necesario acudir a las montañas para encontrar estas historias?

Escogí el escenario de la novela porque me servía para construir mi historia y reflexionar sobre el antropocentrismo, el feminismo o la idea de naturaleza, que son las ideas que quería tratar. Me interesaba hacerlo en este paisaje, en la montaña, aunque el mismo ejercicio se puede hacer en cualquier otro lugar, como una ciudad o un pueblo de la costa. Si rascamos un poco, todos los sitios están repletos de historias muy potentes, ya sea mitología o en forma de folclore relacionado con la geografía.

¿Hay, por tanto, una reivindicación de la ruralidad en este libro?

Cuando era adolescente, creía que las historias verdaderamente interesantes pasaban en ciudades muy lejanas a mi pueblo y cuando cumplí los 18 años me fui a esos sitios con ganas de explicarlas. Más tarde, habiendo vivido en Barcelona o Londres, me di cuenta de que en esas ciudades pueden ocurrir historias muy interesantes, pero no son todas las historias que existen. En contextos como del que yo venía encontraba relatos igual de contemporáneos, igual de universales, y que quizás me interesaba más explicar. Me saqué de encima ese prejuicio y decidí explicar historias que pudieran pasar en el Pirineo catalán, con la consciencia de estar haciendo literatura con todas las letras.

¿Lo ve como una forma de recuperar y dejar escritas las tradiciones?

Primero deberíamos aclarar qué entendemos por tradiciones, porque si nos fijamos bien las encontraríamos en todos los lados. De hecho, la portada del libro hace referencia a ello. Los animales prehistóricos que aparecen simbolizan una más de esas capas que forman parte de la montaña. Aunque ya no vivan ahí, han formado parte de su historia. A menudo nos olvidamos de que, en lo que hoy es el centro de Barcelona o de Londres, también habitaron estas especies. Este es un ejemplo de que en todos los lados hay muchas capas, muchas historias vividas.

¿Es ese olvido, motivado por el antropocentrismo, uno de los punto que quería tratar?

A veces, observamos el mundo tal como existe ahora y nos olvidamos del resto de capas, de aquello que ha pasado por aquí antes de que nosotros apareciéramos. Lo que hoy en día vemos es cambiante. Nada es inmutable, ni siquiera la naturaleza.

En el libro la naturaleza aparece como un personaje más, casi omnipresente. ¿Cómo es la relación entre ésta y las personas?

Con este libro quería hacerme unas cuantas preguntas en torno a la naturaleza: ¿qué consideramos que es la naturaleza y dónde nos situamos nosotros respecto a ella? Estas preguntas enlazan con el antropocentrismo, con el hecho de que entendemos el mundo estando nosotros en el centro. Todo el conocimiento adquirido lo pasamos por la mirada humano, pasando por alto muchas otras cosas.

Todo se reduce a un ejercicio de relativización. La naturaleza pone énfasis en lo que yo llamo «optimismo cruel» de la vida. Al inicio del libro, a Domènec, campesino poeta que parece que será el protagonista, le cae un rayo. Esto es un acontecimiento fatídico para el propio Domènec y su familia, pero a una escala mayor este hecho se diluye. Después de que Domènec cae muerto, la hierba sigue creciendo a su alrededor, los corzos comen en el prado y las nubes flotan en el cielo. Esa energía, optimista y a la vez cruel, porque no se detiene por nada ni nadie, es la que yo quería tratar.

¿Ha influido este camino, por diversos países europeos, en la idea de escribir sobre Catalunya?

Ha sido un proceso orgánico y natural. Quería escribir una novela y explicar esas historias del lugar en el que he nacido y crecido. “Canto jo i la muntanya balla” lo escribí en Inglaterra y tiene mucho de ese contexto, como también se aprecia la huella de Islandia, otro país en el que viví, pero en ese momento quería escribir sobre Catalunya. Eso no significa que más adelante publique otras novelas que ocurran en sitios diversos y donde se observe todavía más claro el rastro de Islandia y de Londres.

«Canto jo i la muntanya balla» también ha sido traducido al euskara. ¿Cómo ha sido la acogida en Euskal Herria?

La traducción al euskara es la primera que me anunciaron, y de momento he recibido una muy buena respuesta por parte del público. Fue muy especial pensar que la historia que yo había imaginado y escrito en catalán iba a ser traducida al euskara. Aunque yo no sepa leerlo, me gusta abrir el libro y, a través de los nombres propios que aparecen, imaginarme en qué momento de la historia me encuentro. Es una ilusión muy profunda, y creo también que los lectores vascos se pueden reconocer especialmente en esta historia.